miércoles, 9 de mayo de 2012
Cuentos circulares
Llueve, y como cada vez que llueve hay mucho trabajo, demasiado.
Corro hasta la puerta lateral y llamo al telefonillo. Trato de resguardarme bajo el tejadillo mientras espero a que me abran. En silencio como siempre alguien tras la cámara pulsa un botón y me deja pasar. Tras cruzar el recibidor apresuro el paso por el pasillo. Una vez en el vestuario me pongo el uniforme y regreso sobre mis pasos para entrar en las taquillas, donde una silla vacía y un ordenador me esperan aún calientes por el anterior turno.
Como cada fin de semana que llueve los cines Visual se inflan de gente, llenando cada sala como yo lleno mis pulmones. Miles de personas buscan un lugar donde guarecerse mientras que yo deseo escapar de este minúsculo habitáculo donde casi no quepo.
Según va cayendo la tarde una larga cola se va formando, jóvenes en busca de susto, niños pidiendo risas y palomitas, un adulto cansado de los dramas de su vida, un viejo que ha visto mucho, todos se van sucediendo delante de mí, haciéndome compañía hasta que empieza la película. Y otra vez solo.
Mi rutina es simple, los que buscan intimidad al fondo, los que quieren que les salpique la sangre delante, y así ir llenando cada butaca con una vida que no conoceré, un aliento que no respiraré.
Y la noche me ciega con sus luces gritando la película de la semana. Haciendo que la gente se vaya a cenar, dejándome vacío. Entonces puedo al fin quitarme el uniforme; y respirar aliviado la tierra empapada, las estrellas apagadas, y la libertad de volver a casa.
Esa noche mientras ceno escucharé el telediario anunciando precipitaciones para mañana. Y pensaré: solo odio mi trabajo cuando llueve, pero en esta ciudad parece llover siempre.
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2 comentarios:
Lo cotidiano hecho relato gracias a la perspectiva adoptada, es decir, gracias a la visión que nos da , en primera persona, el taquillero.
¡Estupendo!
¡qué original! Una tarde de cine según EL taquillero. Una visión agridulce, diría :)
Comparto el alivio cuando dice: respirar aliviado la tierra empapada, las estrellas apagadas, y la libertad de volver a casa. Poético!
Muy bonita la personificación: la noche me ciega con sus luces gritando la película de la semana.
Un cuento genial aunque... ¡pobre taquillero! tal vez debería de mudarse ;)
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