lunes, 25 de octubre de 2010

DÓNDE, CUÁNDO Y CÓMO

Aquí tenéis una selección de acciones que pueden ocurrir en el pasado, el presente o el futuro y en cualquier lugar. La idea es escoger una e introducirla en un contexto, puede estar al principio, al final o en medio, puede acabar bien o mal… la única condición es que sea la acción principal.

a) Su mirada me incita a acercarme, me abraza, la abrazo. Impulsivamente me arranca la ropa y la esparce por el suelo mientras me arrastra hacia las sábanas que pronto calentaremos. Dice que no hay tiempo y que no importa nada excepto nosotras dos.

Su lengua inunda mi boca y mis manos incontroladas buscan su cuerpo, lo alcanzan y lo recorren palmo a palmo. Nuestros cuerpos se funden en uno solo mientras bailan al son de nuestros deseos.

Golpes en la puerta. Silencio.

b) En unos minutos se acabará todo, volveré a sus brazos, volveré a verlos a todos sonrientes y felices de tenerme de nuevo. Tanto tiempo hace desde que dije adiós, quién podía pensar que quizás no iba a volver. Pero gracias a Dios todo va a acabar bien.

El sol brilla en lo alto, brilla como nunca, ilumina todo a mí alrededor.

Allí están, frente a mí, sé que han llorado por mi ausencia, pero ahora son felices, otra vez.

c) Mis constantes vitales siguen estables, igual que cuando tomé conciencia de mí, aquí no tengo frío ni tampoco calor, nada me hace daño pues tras estas paredes nada me puede tocar sin que salten las alarmas, en fin, estoy perfectamente.

Realmente no sé cuánto tiempo llevo aquí, podrían ser horas, días o meses. Y la verdad no me importa, quizá me espere un futuro más próspero pero yo aquí soy feliz.

P.D.: Se pueden cambiar las tiempos y las personas verbales, la forma de expresión, la intensidad, el tono, etc. También se puede fragmentar el párrafo e intercalarlo con otras cosas. En definitiva, todo es posible siempre que se respete la acción en sí y tiene que pasar todo lo que pone, es decir, no se pueden dejar trozos sin poner.

Buena suerte y a ver quién acierta. A ESCRIBIR!!

viernes, 22 de octubre de 2010

Sin nada que decir...

…y con la cabeza abierta, el corazón sobre la mesa y la lengua pastosa. Sin nada que decirte y con la sonrisa hecha añicos, con dolor de espalda en las muelas y con mis bolsillos llenos de segundos que no paran de huir. Miro mi bolígrafo con ganas de saber en qué estará pensando, miro el caos de mi habitación y no me sorprendo. Pasa el día sin ningún atisbo de tormenta, sin bombas de racimo en mi paladar ni carreras de caballitos de mar sobre la alfombra. Pasan las horas y no me entero del compás que hay que seguir para colarme en tu memoria y devorar tus neuronas. En plan guerra nuclear se desencadenaba la tormenta de nuestras miradas asesinas, yo sin alas y tú con ganas de volar de un decimo al suelo desde la terraza. No apetece estallar ni llenarse de vendas, así que posponemos los descensos sin cuerda al infierno para otro momento más preciso. Dábamos vueltas alrededor del magma que impregna las sabanas del núcleo terrestre, intentando parar la rotación de la tierra y así detener el tiempo, quedarnos estáticos en nuestros puestos mientras esta lluvia de mentiras cae y nos acorrala contra el coral y contra la acera. Y cansado de soñar despierto y de despertarme, de beberme el oleaje de años y años de malos hábitos, intento alejarme de este despertador de pesadilla, de este lugar donde la esperanza mengua y la respiración es entrecortada. De este lugar cubierto de escarcha y de santos, de agua turbia y turbinas, de casas sin fantasmas ni secretos, de ciudades divididas por muros y alambre de espino. De este lugar que siempre está sangrando, de este mundo falto de abrazos y sonrisas.

Sin nada a lo que aferrarme en esta pared lisa y escarpada. Sin nada a lo que aferrarme en esta cuesta de ascuas y locura, de esta increíble forma de morir de viejo delante de un televisor. Removido y agitado en un coctel de decisiones vitales que no llevan a ninguna parte. Escondido entre este rencor que no acaba y este abismo hasta arriba de recuerdos. La noche me acecha y sus caricias me alejan de estos parajes extensos donde habita una responsabilidad innecesaria, un rugido eterno y centelleante, un millón de años luz entre la chispa que produce sus pupilas y este pirómano en busca de combustible. Absorto en esta melancólica sonrisa, en este drama divertido de una vida plagada de altibajos y de falta de reflejos. Fundido a fuego y a cemento con este silencio que no deja de chillar, con esta asfixia de oxigeno, con esta inaguantable sinestesia que no se capta por ningún sentido. Aprisionado por un futuro demasiado frágil, anclado a un pasado que no deja de engordar, sintiendo la brisa endeble de un presente que no promete nada ni se cuenta nada nuevo.

Sin más que dejar que una estampida de palabras, un surtido de frases inconexas, un puzle imposible de resolver, una metáfora sin sentido en un huracán de vacío. Sin querer más que un espacio en blanco, unas cuantas dosis intravenosas de tranquilidad entre giros y ajetreo. Sin otra cosa que querer mirar que el mundo entero, el fondo del océano, el último grano de arena del desierto, cualquier cosa que no se pueda volver a ver una vez más. Sin escuchar el sonido de las olas, el estridente amanecer que se alza allá a lo lejos, el sonido tenue de la oscura bruma que me invade. Sin ganas de arrancar el sol ni alcanzar la luna, ni encontrar un paraíso ni una botella a solas, lanzo al vacio piedras y lamentos. Sin memoria ni logros, ni tinta ni comienzos. Sin nada más que estas líneas y estos puntos intento despegar de este enjambre electrificado, de estos litros y litros de párrafos que juegan al escondite con el ingenio.

lunes, 18 de octubre de 2010

Rutina

Hoy necesito algún cambio radical. Una página distinta en mi existencia. Un nuevo amanecer. La rutina me mata. Me encantaría vivir una hora que se saliese de lo cotidiano, aunque sé por experiencia que no ocurrirá.
A las 6:45 suena el despertador, a pesar de que no halla pegado ojo en toda la noche. 3 minutos después y a trompicones, camino hacia la ducha. En ella empleo mis diarios 24 minutos aseándome. Al salir me dirijo de nuevo a mi habitación decorada con montones de fotografías que ahora noto tan lejanas. Me visto, desciendo las escaleras hasta la cocina y me dedico por entero a un sencillo desayuno de 4 galletas ( ni una más, ni una menos ) y el café.
A las 7:41 salgo de casa. Atravieso la calle; la 1ª a la izquierda, y ahí está la parada del autobús. Tras 780 segundos, aparece al final de la calle. En los 27 minutos que dura mi trayecto, me abstraigo entre el traqueteo del autobús y los murmullos de los personajes de dicho medio de transporte. Me siento como un navegante a la deriva, en medio de un mar sin viento, en el que solo queda esperar.
A las 8:21 llego a mi destino, donde me reciben mis amigos y camaradas con sonrisas amables, alegando tener suculentas noticias y datos extraordinarios. No se dan cuenta de que es el mismo relato con ligeros matices y distintos protagonistas. Sonrío, suelto un comentario sarcástico y todos ríen. Al parecer no han apreciado el toque burlesco de mi acotación… una vez más.
Unas 6 infernales horas y 39 minutos más tarde salgo de allí, sintiendo que las clases no me aportan nada nuevo. Me siguen dejando más muerto que vivo.
No quiero volver a casa aún. Miro el reloj. Para mi madre, aún me quedan 4 horas para salir del taller de carpintería porque estoy trabajando en un trabajo con un compañero. Lo que ella no sabe es que lo finalicé hace 2 semanas. Era un trabajo individual.
A las 15:18 estoy en el local de comida rápida que se ha convertido en mi 2ª o 3ª vivienda en estos últimos 4 meses. Devoro mi hamburguesa con avidez; pensando mientras en a quién debo darle las gracias por una realidad tan insustancial.
A las 15: 53 salgo y ando. Me encamino lentamente entre un sinnúmero de callejuelas escondidas en esta, mi ciudad. Finalmente, llego a mi destino. Un parque enorme en el que se extiende una gran arboleda. Está inundado de millones de flores de todos los tipos. Bajo ellas, un frondoso y amplio césped verde casi fosforescente que te pide en una muda invitación que te sientes a los pies de un pino, o de una acacia. Como si un canto de sirena fuera, me alejo unos metros hasta encontrar lo que se podría llamar “Mi lugar”. Se encontraba frente a un estanque y bajo una aya. Solitario y poco concurrido. Perfecto para mí.
Me siento y reflexiono. Sobre todo. Mi futuro, mis decisiones, mis relaciones,… sigo dándole vueltas. No me conduce a nada. Lo mire por donde lo mire, me deriva a lo mismo: el olvido por parte de todos de una persona tan poco interesante y sustancial como lo soy yo. Cierro los ojos y me dejo llevar por el sueño.
Al rato, me comienzo a inquietar. No se si es a causa del sueño que acabo de tener, pero me siento observado. Esto hace que me sienta tremendamente incomodo.
Abro los ojos. Alguien. Una chica. Me está mirando, con unos ojos negros que hacen que se revuelva mi interior de una manera inquietante. Se encuentra en la otra orilla del estanque. Está sentada sobre una manta gris y parece que estaba jugando a las cartas antes de centrar su atención en mí. No adivino cual puede ser la razón por la que me observa con tal fijeza. Será por ese aire de lunático que me da el pelo despeinado. El caso es que no puedo apartar la mirada. El tiempo sigue pasando, mas yo no lo noto. Solo quiero estar aquí, con ella, hasta que el mundo explote.
De repente, se levanta. Recoge sus cosas y se marcha en silencio. Yo sigo embobado, empapándome con cada uno de sus movimientos y encerrándolos en mi memoria, como si se tratara de una obra de arte. Hasta que no veo que se ha perdido entre los árboles, no vuelvo en mí mismo y miro la hora. Las 19:07. Se había hecho muy tarde y seguro que mi madre estaría en casa preocupada. Me incorporo y recorro lo andado a una velocidad de vértigo.
Llego a mi casa antes de lo que esperaba, a las 19:54. Gritos por parte de mi madre, mientras mi padre se limita a asentir sus preguntas sin levantar la vista de su periódico, en el que seguro leía algún artículo espacial de esos que tanto le gustaban. Subo a mi habitación. Enciendo el portátil y mientras se está abriendo mi página de Facebook, no dejo de pensar en la chica con la que he tenido esa batalla visual en el parque. Solo esperaba que esa lucha solo fuera una de muchas. Estaba decidido a que quería tener una guerra de miradas (con todas sus etapas) contra ella. ¿Sería eso que llaman amor? No creo. Era lo que necesitaba. La chispa de la vida. El cambio.
En mi perfil hay una novedad. Una petición de amistad. La abro.
No puedo apartar de los ojos de la pantalla. Es increíble. No se como, pero me ha encontrado.

viernes, 15 de octubre de 2010

RETALES

El amor va a la deriva tras la sombra de un sombrero.
Escribe una página a la izquierda, a la derecha;
Se mueve la sombra y así el amor navega con el sombrero puesto
De un lunático extraordinario.

El amor a la deriva es eso,
Una fotografía de guerra.
El canto de un camino que invita a caminar.
Un individuo nuevo,
Que manda cartas al espacio en blanco
De una pantalla en negro.

El amor a la deriva es eso,
Sencillamente eso…
La experiencia de un relato
Escrita en el olvido.