sábado, 30 de abril de 2011

El túnel que conduce al fondo de tus ojos.

Mi cabeza da vueltas. Todo se tambalea. Los jardines se vuelven terrenos inhóspitos, tu sonrisa terreno enemigo. Me falta el oxigeno, un rostro amable. Siento tu presencia y me ato a la razón, me recubro de vacío, de un color grisáceo, me escondo entre nubes. Tu mirada me congela, tu silueta me despista. Y cuando me quiero dar cuenta estoy preso entre marionetas y errores, entre catástrofes naturales y días difíciles de olvidar. No sé qué camino tomar. No sé a dónde ir. No sé cómo comenzar. No sé tantas cosas que prefiero no saber, hay tantas personas que me gustaría borrar de mi memoria. El destino no piensa en nosotros, y no nos damos cuenta hasta que nos hemos roto la cabeza cuatrocientas veces contra el muro de hormigón de las casualidades. A veces me siento tan perdido que no logro encontrar el camino a casa. Pienso y no actuó. Caigo y caigo.

El sol molesta casi tanto como la voz melancólica de los sauces. Lloro de pena a cada nuevo amanecer. Y si me noto sediento intento que me arranques el paladar y patalees, que me robes el alma y me grites. Y me mato cada vez que no te late el corazón y escupo mis huesos, mis músculos, mis ideas. Solo quiero chillar de pánico. Solo quiero arrancarme la piel y arder mientras me barre el tiempo. Susurro a tus tímpanos poemas. Me abro las venas en canal cada vez que quieres pasear en góndola. El espejo me saluda y yo sufro a cada instante. La calle no parece una calle, los bosques cada vez son más pequeños. Y tú sales de tu escondite y yo tiemblo, sonrío nervioso, estallo en palomas de humo. Y cada vez que tú das un paso el calendario se arranca mil páginas. Nos separa un mundo. Un mar. Un siglo. Un segundo.

Busco la manera de vivir como vive una llama. Sin dejar de consumir. Alumbrando por alumbrar. Pero la vida me despista. La locura me aborda y me divide en dos. Las historias que escribo no sirven para nada. Las historias que no escribo me devoran por dentro. Como devoran los lobos hambrientos a su presa, como devoran las muelas del juicio las decisiones, como devora el asfalto al césped, el alcohol al hígado, la distancia al corazón. Me rompo como se rompe el cristal contra el suelo, como lo hacen los caballitos de mar de papel en mitad del monzón. Y necesito que las sonrisas de acuarela se alejen, que la gente abra los ojos, no sentirme tan aislado. Y necesito hallar tantas respuestas que ya no sé que preguntar. Necesito tu contacto como el veneno los suicidas, como la libertad los osos polares, como el amor a la indiferencia. Me miran los tigres de bengala, me gritan “no te enfades” pero el enfado no aparece, la decepción me embarga. Y cada vez que intento aguantar las ganas de disparar a discreción me embarga más y más, me sumerge en píldoras para el dolor de cabeza. Pero a mí lo que me duele es el espíritu. Me duele no encontrar las llaves del coche ni dinero en la cartera. Me duele cada mala dirección que he tomado y cada mala dirección que han tomado los demás. Me duele la lejanía, la lluvia torrencial, las caretas de bondad con las que se disfrazan las bestias. Me duele esta escalera de caracol sin casa a cuestas. Me duele este baile de salón en mitad de la nada.

Salto en paracaídas desde el lugar dónde nada se entiende al vacío dónde nada existe. Me pinto el corazón de hielo y sonrío. Me tatúo a fuego en el cuello “vivo sin entender nada, ciego y sordo, loco y triste”. Me clavas las uñas y yo estallo en serpentinas. Busco el túnel que conduce al fondo de tus ojos y no lo encuentro. Me vuelvo loco. Tan loco como un pez espada que nunca da una estocada, como una lluvia de estrellas sin deseos que pedir, como una madrugada con el pensamiento chocando con el suelo y el techo entre sueños y pesadillas. Tan loco y tan extraño como las huellas sobre la luna, como los mártires, como los Dioses.

jueves, 28 de abril de 2011

La bolsa de las cabezas rotas (I)

La apresaron un día como otro cualquiera, mientras el Sol permanecía ausente de lo ocurrido en el centro de su sistema. Los pájaros no enmudecieron ni un solo minuto por su libertad perdida. Los árboles no cesaron de vomitar frutos y los caracoles no renunciaron aun solo día de lluvia. Las montañas se obcecaron en seguir conquistando el cielo. Así, nada en le universo, o al menos en esta parte del mundo, pareció advertir el encarcelamiento de la razón.

La buscaron durante años, hartos de que se inmiscuyera en sus asuntos, de que buscara la verdad, de que clamara justicia.
Ellos, los hombres de acero y banderas, la persiguieron por todo el mundo, removieron el cielo hasta que lo enturbiaron y sólo quedaron vendavales, y la tierra, hasta que los terremotos se despertaron de sus resacas de miles de años, tras la fiesta de la creación del Todo.

Ella huyó, huyó porque nadie entendía ya su lengua, ya nadie buscaba nada, ni creaba nada ni pensaba anda. Ya nadie quería comprender, ya nadie quería soñar, ya nadie quería nada. Ya nadie recordaba nada, ni la belleza ni el arte, ni el significado de los besos, ni el de los vientos, ni el del aullido de los lobos.

Huyó para que alguien la entendiera, para que alguien confiara en sus palabras, para que alguien creara algo, o creyera en algo.
Huyó para que alguien, o algo, la volviera a trastocar, para que alguien encendiera su esquizofrenia, para que activaran su cara oculta que no cesaba de girar. Huyó para ser locura de nuevo, para ser sueños, para ser amor, para llover en un mar de lágrimas.
Huyó para encontrarse, para que razón y sinrazón poblaran de nuevo la superficie terrestre. Para que las personas comprendieran lo incontrolable, para que quisieran controlarlo, para que perecieran en el intento, para que la derrota las empujara a respirar.

-¡Antes morir que perder la vida!- gritó mientras la ahogaban entre mil candados y un millón de cadenas. Así, recordando una vieja canción, se despidió la razón del mundo iluminado.

La sumergieron bajo las olas retorcidas de un millar de calabozos, donde no llegaba la luz de l Sol, donde el aire era irrespirable, donde el único alimento era su propia sombra, que parecía llenarlo todo.

Allí le encontró, bajo la luz del único fuego que aún ardía allí abajo, completamente desnudo, con las piernas cruzadas y extraños símbolos ondeando sobre su piel como banderas de múltiples naciones. Su cabeza rapada parecía transparentar el flujo de la sangre, y sus ojos se encontraban cubiertos por un aura de misterio. A su lado yacía una bolsa de cuero, repleto de remiendos, que parecía emitir ronquidos, espasmos, como si una camada de perros durmiera en su interior.

-Buenos días, o noches, o eterno crepúsculo, o lo que sea- dijo la razón.-¿Quién eres?


-Saludos compañera de celda, veo que te han atrapado por fin.


-¿Por fin?


-Llevan decenios buscándote, saliéndose de sus queridas y ordenadas casillas por ti, pero te han encontrado...


-Así es, no se puede huir eternamente, pero dime ¿Quién eres?

-Ser, ser, ser,... Hace ya tiempo que el significado de esa palabras de diluyó en mí. ¿Quién soy? Yo soy algo en las almas de todos los seres del mundo. También he fluido por entre los ríos subterráneos, por las rocas y la arena de los desiertos.


-Pero ¿Quién eres?


-Soy varios y ninguno, pero dado que observo que ni la propia razón es capaz de entender, mejor abogar por el ver es creer. Tan sólo observa, luego escucha, luego piensa. Luego, siente.


Y dicho ésto, aquel hombre lleno de palabras miro hacia un techo que no se distinguía en la oscuridad, los dibujos de su cuello bailaron y se apartaron dejando una delgada linea blanca lista para ser degollada. Y sin mediar palabra empezó a desenroscar la cabeza de los hombros, lentamente y en silencio, como abriendo con cuidado un viejo baúl repleto de polvo y óxido.

Clic! Y la cabeza permaneció en el aire, entre las manos del hombre, que la introdujo en la ajada bolsa. Entre sus clavículas tan sólo una rosca plateada, que parecía observar con mirada interrogante.

A continuación buscó en la bolsa, de la que surgieron maldiciones en idiomas diversos, y de allí extrajo otra cabeza. Esta era de rostro oriental, de pelo negro recogido en perfecto moño, con mirada de dragón y expresión de fuego. La cabeza fue enroscada y, tras ello, comenzó a hablar:

El túnel que conduce al fondo de tus ojos...




El túnel que conduce al fondo de tus ojos
Sabe cálido y profundo
Como un beso bajo el agua
Como tu pelo en la almohada.

El túnel que conduce al fondo de tus ojos
Huele gélido y suave
Como una lágrima que se resbala
Como la nieve en la montaña.

Es el misterio de lo desconocido
De la naturaleza salvaje
Del sueño prohibido.

Es un laberinto de espinas
Que sanan haciendo sangrar,
El mejor de mis errores
La misma tortura día tras día,
Allí habitan los temores
Que de noche me hacen temblar.

Mil veces me ha atrapado,
Otras tantas me ha dejado marchar.

Y cada vez que caigo al suelo,
Los veo, a tus ojos, a lo lejos
Y me digo que todavía no…
Que todavía no estoy muerto.

martes, 26 de abril de 2011

Del título al relato

El título, dicen los expertos, es lo último que pone un escritor, como si fuera el broche de oro de su novela.
Nosotros lo vamos a hacer al revés. Aquí os presento una lista de posibles títulos. Escoged uno, el que más os guste o el que os parezca más sugerente. Un ratito para pensar y organizar las ideas y ¡a escribir!
  1. La botella de cristal o la suerte de ser invisible.
  2. No invites a cenar a un caracol.
  3. Euro + euro = 10
  4. El túnel que conduce al fondo de tus ojos.
  5. La bolsa de las cabezas rotas.

sábado, 16 de abril de 2011

Sweet Dreams.

Sweet dreams are made of this…

Everybody's looking for something…

-Es sencillo. En cuanto le veas, coge la pistola y métele una bala en la puta cabeza. ¿Entendido? -La chica asintió.

-Ahora vístete. No olvides el arma, es tu venganza, no la mía.

Kenna se ajustó los vaqueros al cuerpo, la camiseta húmeda incluso antes de ponérsela. Allí hacía un calor infernal. Quizá esto sea el inferno, pensó. Las botas, la cazadora, la pistola. La pistola… Respiró. Contuvo el aire y cerró los ojos. Se lo imaginó, la bala saliendo en dirección a su destino. Su presa. Sonrió.

-Estoy lista.

-¿De veras?

-Nunca he tenido nada más claro. Puede que me pese la pistola en las manos, pero cuando tenga que hacerlo, esa cabeza va a estallar y voy a hacerme un tatuaje con su sangre.

-Muy bien – Coda la miró fijamente a los ojos – una sola oportunidad. Una.

Salieron a la calle, moche fría, aire helado. Ni un alma caminando aquellas calles. Torcieron a la izquierda, saltaron una valla y cruzaron el patio de un colegio. Kenna se imaginó a los niños jugando a la pelota y pensando que el mundo era perfecto, cuando estaba tan podrido como una manzana olvidada en un oscuro agujero. Todo era silencio y los tacones de sus botas. Se podía pensar, pero no había porqué hacerlo. Todo estaba decidido. Él tenía que morir. No era sólo un asunto de venganza, sino de justicia. En un mundo como ese, si no te metían en la cárcel, era porque no esperaban verte vivo mucho más tiempo. Y así iba a ser. De una forma u otra, el destino te encuentra. Y en este caso, el destino iba a degollarle sin miramientos. El arma le ardía junto a la piel del abdomen, quería salir a matar. Y ya le faltaba menos.

Some of them want to use you…

Some of them want to get used by you…

El hotel era accesible por una escalera trasera que subieron con facilidad. Desde allí arriba, todos parecían insignificantes.

-Estás sola ahora. Recuerda, una bala, una oportunidad. Luego, corre.

Kenna asintió, y sus ojos relucieron.

-Espero no verte nunca más, Coda.

-Lo mismo te digo, ni siquiera en la tumba. – Le sonrió.

Kenna saltó a la terraza y caminó por el alfeizar. La ciudad caía a sus pies cientos de metros. Pero el vértigo se le subió a la cabeza como una tonelada de éxtasis industrial. Rió. Paso tras paso, se deslizó y finalmente se coló por una ventana. Hecho.

I'm gonna know what's inside… Gonna use you and abuse you… I'm gonna know what's inside you…

Sacó la pistola.

Encontró el pasillo adecuado. La puerta adecuada.

La abrió de una patada. Una sala repleta de gente y en el medio, él.

-Dulces sueños, espero que te guste el infierno.

La pistola entre las manos, un disparo.

Y una bala directa a la cabeza.

...Sweet dreams are made of this...

Who am I to disagree?...

domingo, 10 de abril de 2011

Obsidiana y Amatista

Tanto silencio, tantas llamadas de atención. Tantas antenas, tanta adrenalina, tantos rayos y centellas. Tanta angustia, tanto sinsentido, tanta calma, tantas emociones erradas, tantos caminos por recorrer, tanta alegría sin sentirla, tantos peces en el mar. Tanto que decir, tanto, siempre tanto que tantas veces no tuve, tantas lágrimas en mis vasos, tantos fracasos, tantos peros, tanta miseria, tantas incongruencias.

Obsidiana, como cada mañana que sale el sol y solo hace daño. Como cada año bisiesto, como cada astilla en el corazón. Obsidiana, como el veneno sobre tus labios, como la vida al alcance de la mano, como el arrepentimiento, como perder la memoria a cabezazos, como el dolor y el tiempo. Obsidiana, como los rayos del sol arrasando mi piel, como tus tatuajes, como tu saliva sin mí, como la ropa que te cubre. Obsidiana, como lo que no quiero que descubráis, como lo que en realidad es mi corazón, mi coraza. Obsidiana, como el tiempo atmosférico, como el “hasta nunca”, el “nunca volveré atrás”. Obsidiana, como cada una de mis escarificaciones que me recuerdan que no te olvido. Obsidiana, como cada madrugada helada buscando la luz, como cada hora en la cama, como cada salamandra correteando en busca de cobijo, cada madeja de hilo, cada dilema. Obsidiana, como tantas comas sin sentido, cada punto y aparte entre nuestros paladares. Obsidiana, como la ansiedad que se propaga en mi alma si pienso que no te volveré a ver, como los secretos que solo conoce mi almohada. Obsidiana, como el reflejo en el espejo que me dice adiós, como este silencio alrededor, como esa sangre que brota y brota hasta escribir a fuego “solo juego con el clima”. Obsidiana, como cada mañana al despertar y solo querer soñar con calma.

Amatista, como tú corazón y lo que mi boca busca. Amatista, tanto cuarzo alrededor y arenas movedizas. Amatista, mátame de sobredosis de balas en el pecho, de puñaladas en el espíritu, de ataques por la espalda. Amatista, como mis palabras buscando tus oídos aunque sean escritas, como los dragones azules que salen de mi aliento cuando fumo tus recuerdos. Amatistas, como todos los infartos reunidos en un sordo dolor eterno. Amatista, prendido al parabrisas mil misivas, mil toques de atención, mil ramos de flores secas. Amatista, entre tus sábanas mi perdición, en tu pensamiento mi alivio, entre tus costillas mi martirio. Amatista, estar sin ganas, pisar azulejos, caer a un pozo sin fondo. Amatista, el reloj me avisa de que aún no has vuelto. Amatista, pues más no es nada, pues las tazas de café no me dejan dormir sin ti a mi lado. Amatista, para cuándo quieras responder aquí ardo, aquí ruedo por el suelo, aquí trueno, aquí caigo, aquí lamentos, aquí fallo. Amatista, a lo lejos solo hay ruina, solo sol solo entre murciélagos. Amatista, rayos de sol que queman, meteoritos, rayos de luna que hielan, contactos que matan. Amatista, cada estatua que quiere salir corriendo, cada estigma, cada sacrificio que nadie siente. Amatista, púrpura mi corazón y mi mente en blanco. Nada más bello cómo romperse en pedazos. Nada más bello como el sol eliminándonos. Nada más bello como el mar rompiendo contra nuestros costados.

Tanta sangre en mis letras, tantas metáforas que no son nada. Solo polvo, solo viento, solo vacio. Un grito. Dos gritos. Griterío que se gasta, que se agrieta. Caminos solitarios, ruido en cada esquina. Malos adoquines, farolas que se retuercen. Y cuando amanece todo pasa. Cuando las horas pasan pasa la vida y mientras tanto, tanta cicuta en vena, tantos relámpagos, tanta tortura, tantas cadenas. Respiro hierro candente, respiro odio, diversión y mala suerte. Algo que se esconde, algo que sigue dentro gritando, tanteando el ambiente, escondido en algún sitio, en tazas de té, en el filo de cuchillos. Mañana llueve o eso dicen, mañana siempre es un triste día pues mañana siempre es tarde. Pues tanta obsidiana y tanta amatista escriben con fuego que todo se acaba, todo quiebra, todo ensalza las ganas de apagar las llamas que surgen de desear cualquier cosa. Todo acaba, todo se va despacio, las nubes pasan y se van, el tiempo no deja de correr, la luna mengua, tú prosigues tu camino. Y aquí solo queda obsidiana en vez de piel, amatista en vez de huesos. Días y más días para pensar sin quererlo de verdad, un final. Un final que chilla. Un millar de voces. Una tonelada de sobresaltos. Una noche que se esparce. Una llamarada de rabia y locura, una cueva de misterio, un púlpito de secretos. Algo que siempre acaba por escapar.

Decripción y diálogo

- Me parece terrible que pienses así

- Así, ¿cómo?

- Siendo tan pesimista para con todo lo que te rodea

- Por favor, no me describas, me restas realidad, describir algo es hacerlo encajar en palabras que no son el objeto mismo; y a no ser que encuentres la forma o las palabras necesarias para describir su totalidad no lo intentes. Lo deformas, aniquilas su esencia

- ¡Ves! Eso es precisamente a lo que me refería, ¿qué clase de mierda es esa? Te habrás quedado tranquilo…¿estás diciendo que si digo que alguien es alto o bajo, rubio o moreno no hay verdad alguna en lo que digo en relación con el sujeto? ¿de verdad?

- Sí, más o menos, quiero decir, seguramente sea alto o bajo, rubio o moreno, pero lo que digo es que estás simplificándolo todo demasiado, y que las palabras no son más que un intento frustrado de describir la realidad, que está demasiado lejos de nosotros como para intentar, si quiera, comprenderla como para encima querer expresarla.

- ¿Te das cuenta de que divagas y no dices más que chorradas?

- Nunca he dicho lo contrario, y aún así no soy el único que ha pensado que el lenguaje no es suficiente

- De todas formas, ¿entiendes que según lo que dices no deberías usar adjetivos cuando hablas? De hecho, quizá deberías ni hablar

- Ya, bueno, cada uno hace lo que puede, pero no podría relacionarme con cierta normalidad con nadie si no usara los adjetivos de vez en cuando, porque algunas frases no tendrían sentido, además estaría restando gran cantidad de palabras a mi vocabulario… y para que halbar de lo que pasaría y lo difícil que sería no hablar, del todo…

- Creo que eso de pensar una cosa y decir o hacer lo contrario tiene un nombre, algo así como… hipocresía, pero vamos, no me hagas mucho caso.

- ¿Acaso hay alguien que no lo sea? Aunque no sea por decisión propia hay veces que actúas en contra de tu voluntad u opinión. De todas formas, la necesidad de comunicación es suficientemente fuerte como para que se haya inventado el lenguaje, tanto oral como escrito, además de todas las mejoras que está habiendo en métodos de comunicación… así, en contra de mi voluntad usaré un lenguaje en parte inservible. De todas formas con evitar describir mucho las cosas no estaré traicionando mucho lo que creo

- mira, me estás provocando un señor dolor de cabeza, mi consejo sería que dejaras de pensar esas cosas y te concentraras en la supuesta e indescriptible realidad que te rodea

- Bueno, mi realidad depende de mis pensamientos, y si no los tuviera quizá sería completamente diferente, sin tantas preocupaciones ni quebraderos de cabeza, podría no pensar y pasar a la acción, pero nunca me ha ido mucho hacer ese tipo de cosas, la verdad, prefiero quedarme tranquilo mirando al mundo tal como yo lo concibo y pensar en las posibles consecuencias de mis actos, midiéndolas para saber si los efectos adversos de mis acciones son mayores que sus ventajas, lo que me ha salvado, en más de una ocasión de hacer cosas que no debía, claro que otras veces no ha servido para nada…

- Calla, calla. ¡No digas cosas!

- Piensa sólo, que cada uno de nosotros tiene una concepción del tiempo, ya lo decía Einstein en su teoría de la relatividad. Si el tiempo se midiera igual para todo el mundo nos volveríamos locos, así que nuestro cerebro lo regula…

- Usando tu última intervención te diré que contigo mi concepción del tiempo varía, sí, se me hace mucho más largo…¿podemos ahora dejarlo?

- Vale, porque parece que estuviéramos cada uno en un mundo y lo que digo aquí no tiene sentido en el tuyo…

miércoles, 6 de abril de 2011

Descripción y diálogo

Sin intervención de narrador alguno, redactar un diálogo a través del cual podamos conocer cómo es al menos uno de los interlocutores, no solo por lo que se cuente de él sino, fundamentalmente, por su forma de hablar y por lo que diga en sus propias intervenciones. Si se quiere, uno de los interlocutores puede ser famoso.

martes, 5 de abril de 2011

Lo dije.

Te lo dije porque ya no podía hacer otra cosa, me era imposible negarlo, negártelo. Engañar a la vida. Había pasado ya un tiempo en silencio, sin decir nada, escribiendo versos en la almohada, trazando mapas en las estrellas de destinos a los que algún día iríamos, pero sabía que jamás podríamos alcanzar. Como dos navegantes sin navío, las mareas a cada lado, nos llevaban lejos el uno del otro. Nos desviaban y nos mareaban entre las olas dispares. Era turbulencias de un viaje imposible, los sueños se ahogaron y sentí que perecíamos.

Te lo dije porque no había nada más que perder, que perderte, el resto ya se había ido, revuelto al fondo oscuro, pasado, gastado, marchito. Te lo dije porque te habría perdido, ya, para siempre. Habría muerto y nunca te lo habría dicho, y vivir o morir con ese peso alargando mi sombra, tirándome al suelo, era una carga demasiado pesada como para aguantarla eternamente.

Te lo dije porque era verdad. Quizá la más cierta de todas las verdades. Nunca tuve nada claro excepto aquello. Es como saltar al vacío ya sabiendo, que no se pierde nada sin intentarlo, que quizá allá abajo quede algo aún por lo que luchar. Que me recogerías en tus brazos y podríamos ser algo. Algo en vez de nada ya valía, eso era mucho. Era más que nada. Era una nota de piano en el viento, era música. Tú melodía.

Por eso te lo dije.

Para qué callarlo. Lo había guardado tanto tiempo, pero siempre lo veía en tus ojos. Lo respiraba y lo escribía. Lo cantaba lento en mi cabeza, como un tango que se muere, y a cada paso resucita. Lo llamé esperanza y lo aguanté moribundo, para que algún día echara a volar, y se salvase de estar varado en este océano. Que llegaría a la costa contigo, y seríais, entre el aire, como dos elementos que se aman y se entrecruzan. Seríais entonces mucho más que algo. Lo seríamos, tú y yo. Seríamos ese todo que muchos buscan. El tesoro de la isla. La ruta perdida a nuestros sueños. La vida.

Por eso te lo dije, que te quiero.

Porque te quería.

lunes, 4 de abril de 2011

Otro final para el cuento :)

[Continuación del texto (cuento) original, colgado en un post (mucho) más abajo]

-¡Pues sí, estás perdido! Las cosas… como son. Para qué engañarte. Negarlo sería de tontos. A veces, simplemente, hay que ser realista… y mira, ésta es una de esas veces. Estas muerto, tío.

Te va a pillar, va a coger su guadaña, la va a afilar y ¡zaca! Al país de Nunca Jamás. En fin, mi más sentido pésame.

Tras esto, el criado los tenía por corbata. La cara blanca y las manos temblorosas. Su destino parecía echado al mar con candado y grilletes. No parecía haber salida ni tampoco bombona de oxígeno. Quizá si corría más rápido que la muerte…, pensó, pero claro: la muerte no corre, se teletransporta. Si pudiera perder a la muerte, pensó otra vez, pero: la muerte nunca se pierde, porque lleva GPS incorporado. Si pudiera… si pudiera… se lamentó.

-Eh, ¡tú!, criado. –El criado se giró, y vio a un hombre - ¿Por qué así es como te llaman en el cuento, no? – le dijo, mesándose la barba.

-Sí, ese soy yo.

-La muerte ya viene - le dijo aquel hombre.

-¿Cómo lo sabes? – preguntó el criado.

-Porque éste capítulo ya lo echaron ayer.

-¿Y sabes entonces qué es lo que me va a pasar?

-Pues sí. Pero mejor no te lo cuento, para no chafarte el final.

El criado se convulsionó, y empezó a darse tortazos en la cabeza, como si al agitar sus neuronas pudiera dar con una idea maestra. Pero en vez de eso acabó por marearse y cayó al suelo lleno de arena, barro, suciedad, y sí, mierda en general. Cuando volvió a abrir los ojos otro hombre, en apariencia un mercader de piel oscura y ojos pardos, le apoyaba contra la pared y le limpiaba la frente con un paño.

-Con que huyendo de la muerte ¿eh? O eso me han dicho.

-Te han dicho bien, te han icho bien – exclamó el criado en respuesta.

-Y sin un plan de huida, sin ideas ni intelecto suficiente para producirlas.

-¿Eso te han dicho?

-Me han dicho, me han dicho.

-¿Puedes ayudarme? – pidió el criado.

El hombre se quedó pensativo. Se rascó la cabeza. Saltaron dos chinches. Entonces le miró y le dijo:

-Pues no, no puedo ayudarte muchacho. Mañana estarás bajo tierra y no, no tendrás ni un móvil, ni un mechero, ni una petaca.

-¿Ni siquiera a Scarlet?

-No, tampoco habrá rubias turgentes. Lo siento, pero ahora habrás de correr… ¡como si no hubiera un mañana! (que no lo hay) ¡corre Forest, correee! ¡Por que la muerte ya vieneee!

El criado pensó en comprar un cayado y enfrentarse a la muerte con la frase de Gandalf “No puedes pasarrrr!” pero mientras iba a comprarlo, para que el encuentro fuera más efectista, la SGAE apareció y le advirtió de que si sobrevivía sería denunciado (juzgado y guillotinado) y perdería todo su dinero ahorrado a pesar de la crisis, incluido su coche para correr el Dakar. Al final, el criado sin nombre se sentó en un escalón, se secó la sudorosa frente con el paño y, con un par, decidió esperar allí a su destino.

A los cinco minutos apareció la muerte, impotente, quiero decir “imponente”, y el criado, súbitamente aterrorizado se tapó instintivamente la cabeza con el paño y gritó “Ala, ya no estoy.

¡No estoy! ¡Ahora ya no podrás encontrarme!”

Pero la muerte tomó el paño en sus manos y le descubrió la cabeza.

-Vámonos a Mordor – le dijo.

Y el criado, resignado, exclamó como última voluntad: “Vale, pero no me hagas ver el ojo de Sauron”.

viernes, 1 de abril de 2011

¡Y otro más!

¡Alá es grande!

KALBUM DAHABIN- Pero hombre, no se ponga así…

EL CRIADO- ¡Perdido! ¡Perdido! ¡Perdido!

KALBUM DAHABIN- Está viéndolo por el lado negro…

EL CRIADO- ¿Y qué otra forma hay de verlo? ¿Acaso se puede escapar de la Muerte? ¿Acaso no fui un iluso? ¿Acaso no fui un estúpido?

KALBUM DAHABIN -Acaso sí, pero…

EL CRIADO- ¡Ay! ¡Ayyyyy! ¡Perdido! ¡Perdido! Me encontrará, se abalanzará sobre mí en la oscuridad sin que pueda presentirlo, y sólo cuando oiga su gélida voz y note su aliento de hielo en la nuca, me daré cuenta, pero entonces, ¡será ya demasiado tarde! ¡Oh! ¡Perdido! ¡Perdido!

KALBUM DAHABIN -¡¿Quiere dejarlo ya?! ¡Me está poniendo nervioso!

(EL CRIADO se calla, pero le ha entrado hipo de tanto lloriquear).

KALBUM DAHABIN -Mire, tal vez podamos hacer algo…

EL CRIADO- (hipando) ¿De veras?

KALBUM DAHABIN -Sí. No es imposible burlar a la Muerte; hay quien ya lo ha conseguido anteriormente.

EL CRIADO- (con cara de sorpresa) ¿En serio? ¿No me está mintiendo? –hip-, ¿Hay quien ha podido escapar de ella? –hip.

KALBUM DAHABIN- Sí. Pero se necesita ser astuto, muy astuto. ¡Como un viejo zorro!

EL CRIADO- (lamentándose) Yo soy tan astuto como una cabra chocha, -hip.

KALBUM DAHABIN -Desde luego muy listo no has sido viniendo hasta aquí. ¿Pensaste que podrías darle esquinazo desplazándote sencillamente un par de miles de kilómetros?

EL CRIADO- ¡hip! Pues… ¿si?

KALBUM DAHABIN -¡Menuda tontería! ¿Es que no sabes que la muerte puede viajar miles y miles de kilómetros sólo con un parpadeo?

EL CRIADO- Sabía que era muy rápida, -hip. ¡Pero no tanto!

KALBUM DAHABIN -Ay, ay, ay (suspira). El caso es que… (EL CRIADO le interrumpe hipando).

EL CRIADO- ¡hip!

KALBUM DAHABIN- (se aclara la garganta) El caso es que… (el hipo de EL CRIADO le interrumpe de nuevo).

EL CRIADO- (más fuerte esta vez) ¡HIP! ¡HIP!

KALBUM DAHABIN - (realmente enfadado, gritando) ¡QUIERES DEJAR YA DE HIPAR!

(EL CRIADO enmudece súbitamente, pálido como la cera).

KALBUM DAHABIN- Bueno, a ver si así puedo pensar… ¡Ajá! ¡Ya está!

EL CRIADO- (sonríe, como un niño. Alegre) ¿Ya está?

KALBUM DAHABIN- (evidentemente pagado de sí mismo) Sí, ya está. Lo tengo: te cambiaremos. Te cambiaremos totalmente, de arriba abajo, de pies a cabeza, de lado a lado, desde la punta de la uña de tu dedo gordo del pie hasta el último pelo de tu peluda cabeza. ¡Nadie podrá reconocerte! ¡Ni la Muerte, ni la mismísima madre que te parió!

EL CRIADO- (confundido al principio, su rostro va pasando gradual y lentamente, del más absoluto desconcierto, a una explosiva exaltación). ¡Oh noble hombre! ¡Es una maravillosa idea! ¿Cómo podré agradecéroslo? ¡Os debo la vida!

KALBUM DAHABIN- Bueno, bueno, no te precipites. Aún no ha funcionado puesto que ni siquiera la hemos puesto en práctica.

(EL CRIADO refleja ahora consternación, su alegría se ha esfumado tan rápidamente como llegó).

KALBUM DAHABIN- (precipitadamente) ¡Pero no te preocupes! (excesivamente amable para intentar subsanar su error). ¡Funcionará! ¡Estoy seguro!

EL CRIADO- (escéptico, irónico) ¿Ah si? ¿Y eso como lo sabe, si aún ni siquiera la hemos puesto en práctica?

KALBUM DAHABIN- Pues porque yo soy… (pausa dramática) ¡KALBUM DAHABIN!

EL CRIADO- Tanto gusto.

KALBUM DAHABIN- (con voz potente, declamando, con aires de profeta) y KALBUM DAHABIN…

EL CRIADO- Tanto gusto de nuevo.

KALBUM DAHABIN- …siempre encuentra (abriendo los brazos en un gran, gran gesto) ¡EL CAMINO!

(EL CRIADO aplaude, impresionado por la actuación).

KALBUM DAHABIN- Bien, sígueme, ¡debemos darnos prisa!

EL CRIADO- Sí, sí. Como usted mande.

(Ambos entran en la casa de KALBUM DAHABIN. El CRIADO sigue a su anfitrión por toda la casa hasta una pequeña habitación, situada en la parte trasera, y que da a un recogido jardín. Por una pequeña ventana cuadrada entran las primeras luces rosadas del amanecer, dándole a la estancia un extraño halo de sobrenaturalidad. La habitación, casi minúscula, está dotada de un hogar, en el que aún humean las brasas de la noche, un catre de aspecto confortable, una mesa de trabajo y un montón de estanterías atiborradas que contribuyen a empequeñecer el poco espacio sobrante. La sensación debe de ser de “El Camarote de los Hermanos Marx”, pero a la oriental. Las baldas estarán llenas, repletas hasta los topes de tarros: tarros grandes, tarros pequeños, tarros medianos; y frascos: frascos medianos, frascos pequeños, frascos grandes; y botes: botes pequeños, botes grandes… ).

(KALBUM DAHABIN y EL CRIADO hacen su aparición en escena. KALBUM DAHABIN marcha delante, con decisión. EL CRIADO le sigue y curioso, mira todo a su alrededor. Entran en la habitación uno detrás del otro, aunque como se comprobará, apenas caben los dos, por lo que moverse les resultará peculiarmente difícil; siempre se estorbarán entre ellos.).

EL CRIADO- (muy asombrado y un poco asustado) ¡Vaaaayaaaa! ¿Es usted brujo?

KALBUM DAHABIN- (ofendido) ¡Brujo! ¡Habrase visto! ¡Brujo! ¡Pero qué dices! (más calmado) Yo soy sanador, ¡científico! Ayudo a las personas, como a ti ahora, por ejemplo.

EL CRIADO- (igual de asombrado pero menos asustado) ¿Y usted…ha leído todos estos libros?

KALBUM DAHABIN- En efecto. Algunos incluso, los he escrito yo mismo.

EL CRIADO- ¡Vaaayaaa! (admirándose) ¡Debe de ser usted un hombre realmente sabio!

KALBUM DAHABIN- (hinchado como un pavo). Pues sí, bastante. Ciertamente, ciertamente. Pero no hablemos de mí; ¡lo prioritario ahora es encontrarte un disfraz!

EL CRIADO- ¿Guarda usted los disfraces aquí?

(KALBUM DAHABIN sin dar síntomas de haberlo oído, comienza a revolver frenéticamente por las estanterías).

KALBUM DAHABIN- Veamos, veamos… sé que lo puse por aquí… hum… (mascullando por lo bajo). Esa mujer debe de haber estado revoloteando entre mis cosas otra vez. ¡Estas mujeres siempre igual, no pueden estarse quietas! ¡Qué manía con limpiarlo todo! … ¡Ajá! (triunfante) ¡Aquí está!

EL CRIADO- ¿Ha encontrado el disfraz?

KALBUM DAHABIN- Mucho mejor que eso.

(KALBUM DAHABIN extrayendo con cuidado un diminuto frasquito de vidrio azulado, se aproxima a la lumbre).

KALBUM DAHABIN- (a EL CRIADO) Ven, ¡venvenven!

EL CRIADO- ¡Voyvoyvoy!

KALBUM DAHABIN- ¡Ajá! (acercándose a un caldero que se sostenía sobre un trébede, al calor de las ascuas. Con extremo cuidado, casi con delicadeza, esparce tres gotitas del frasquito dentro). Ahora (mirando a EL CRIADO), necesitamos té.

EL CRIADO- ¿Té? ¿Té, señor? Creía que teníamos prisa…

KALBUM DAHABIN- Amigo mío, en este mundo nada que se espera que funcione puede funcionar sin un buen té. (Acercándose al quicio de la puerta) ¡Fátima! ¡Fáaaaatima! (gritando cada vez más) ¡Fáaaaaaatimaaaaa! ¿Es que no oye usted?

VOZ DE FÁTIMA, (lejana)- ¡Le oigo! ¡Le oigo! ¿Se puede saber qué quiere? ¡Aún no ha cantado el gallo!

KALBUM DAHABIN- ¡Baje y tráigame un té enseguida!

VOZ DE FÁTIMA- ¿Un té? ¿Es que no puede esperarse a la hora del desayuno?

KALBUM DAHABIN- ¿¡Es que va a discutirme!? ¡Le he dicho que me traiga un té! ¡Y punto!

VOZ DE FÁTIMA- ¿Y cómo lo quiere el té, el señor? ¿Con limón? ¿Con canela? ¿Con leche de cabra?

KALBUM DAHABIN- ¡Usted ya sabe cómo! Y ahora, no me entretenga, ¡Esto es una cuestión de vida o muerte! ¿Es que no se da cuenta?

VOZ DE FÁTIMA- Claro, claro… ¡Siempre es una cuestión de vida o muerte!

KALBUM DAHABIN- (volviendo dentro de la habitación) Bien, ¿Por dónde íbamos? (mira a EL CRIADO, que al mentar la Muerte se ha vuelto a quedar lívido). ¡Ah sí! Ahora necesitamos… ¡un pelo!

EL CRIADO- (arrancándose uno). ¡Aught! Tome…

KALBUM DAHABIN- No hombre no, tuyo no.

EL CRIADO- Jo, podría haberlo dicho antes…

KALBUM DAHABIN- Tiene que ser el pelo adecuado… la cuestión es: ¿Dónde encontrarlo?

EL CRIADO- ¿En la barbería?

KALBUM DAHABIN- (sin prestarle atención) a ver, a ver… (Dirige su mirada por toda la sala, escrutándola). ¡Ajá! (rápidamente se dirige hacia una percha de madera y coge en sus manos una chaqueta raída, vieja y sucia). ¡Esto es perfecto! (con cuidado, pellizca un pelo de la tela y con un espaviento, lo lanza dentro del caldero, que empieza a borbotear). ¡Ahora sólo nos falta un té!

FÁTIMA- (entrando en escena). ¡Ya está aquí el dichoso té!

KALBUM DAHABIN- ¡Ah! (meloso). ¡Fátima querida! ¡Tú tan oportuna como siempre! ¡Eres tan adorable como un pastelillo de miel y almendras!

FÁTIMA- (notablemente halagada) Ya, ya… Eso lo dice por decir…

KALBUM DAHABIN- De ninguna manera; lo digo porque así lo pienso, y porque lo pienso así es. Es usted tan dulce como un postre de melocotón y merengue, como un batido de leche de coco y canela, como un trocito de turrón…

EL CRIADO- Me está entrando hambre (las tripas de EL CRIADO rugen).

FÁTIMA- (sonrojada hasta la punta de las orejitas) Ya, ya…

KALBUM DAHABIN- Pero efectivamente como me acaba de recordar mi nuevo buen amigo, no es momento de pensar en comida. Por favor querida, si tuvieras la amabilidad de dejarnos…

FÁTIMA- Sí, sí… (servicial, inicia su desaparición de escena) por supuesto… ya me voy, les dejo solos a los señores, que tienen cosas importantes que hacer, ¿verdad? ¡Una cuestión de vida o muerte! Y tú aquí Fátima, estorbando; discúlpenme por haberlos molestado, no sé cómo lo hago, ¡siempre estoy en medio!

(A causa del reducido espacio se inicia una especie de movimiento de tetrix: EL CRIADO se mueve a la derecha, para que KALBUM DAHABIN pueda desplazarse hacia la izquierda y así FÁTIMA salga por el hueco de delante, pero entonces EL CRIADO se mueve de nuevo, lo que obliga a FÁTIMA a moverse en diagonal en vez de hacia delante, con lo que KALBUM DAHABIN tiene que desplazarse nuevamente, en esta ocasión dando un salto hacia atrás justo a tiempo para que FÁTIMA no le pise, pero al caer de nuevo se desequilibra y EL CRIADO, viendo la que se le viene encima hace una doble pirueta en vertical esquivando el cuerpo de KALBUM DAHABIN, que cae pesadamente sobre el jergón. Así, con KALBUM DAHABIN fuera de juego, FÁTIMA consigue por fin salir de la habitación).

KALBUM DAHABIN- (sentado sobre el jergón) Bien…eso ha sido… ¡divertido! ¡jajá! ¡Pero!

(súbitamente serio) Me temo que ni siquiera tenemos tiempo para distracciones. Veamos.

(acercándose a la bandejita de té). Cogemos esto… (sirviendo el té en un vaso), y ahora (aproximándose al caldero), será mejor que se cubra amigo.

(EL CRIADO se refugia en la última esquina de la habitación, tapándose la cara con los brazos, pero mirando por un ojo a través del hueco de sus extremidades).

KALBUM DAHABIN- Bien, ahora, con cuidado, con mucho cuidado… (vierte el té sobre el caldero, el cual, inmediatamente después, emite una explosión de humo blanco y lanza una llamarada hacia el cono de la chimenea).

¡BOOOM!

EL CRIADO- ¡AAAAAAAH!

(Cuando el humo se disipa, se hace visible KALBUM DAHABIN, que aparentemente no ha sufrido daño alguno, salvo por el hecho de estar blanco como la cal y muy, muy ahumado).

EL CRIADO-¡ Kalbum Dahabin! (jadeando) ¿Está usted bien?

….

EL CRIADO-¡Kalbum Dahabin! ¡Conteste por favor!

KALBUM DAHABIN- (volviendo en sí) ¿Eh? ¡Ah! Vaya, yo diría que la operación ha sido un éxito, ¿no? Quiero decir, no ha muerto nadie ¿verdad?

EL CRIADO- No…todavía no….

KALBUM DAHABIN- ¡Fantástico! Bien, procuremos que siga siendo así (le guiña un ojo a EL CRIADO). Toma (le tiende otro vaso).

(EL CRIADO, temeroso, no se decide a moverse.)

KALBUM DAHABIN- Venga hombre, ¡que no tenemos todo el día! (señalando al caldero) ¡Sírvete!

(EL CRIADO se mueve medio paso).

KALBUM DAHABIN- (contrariado) ¡Pero bueno! ¿Qué ocurre ahora? ¿Es que te has echado atrás?

KALBUM DAHABIN- Hummm, creía que eras un hombre valiente…

EL CRIADO- ¿Sí?

KALBUM DAHABIN- Sí. Cuando te vi llegar a caballo a la ciudad, huyendo… me dije: mira, este chico sí que los tiene bien colocados.

ELC RIADO- ¿En serio?

KALBUM DAHABIN- Por supuesto. Por eso me decidí a ayudarte. Porque pensé: no puedo dejar a un muchacho tan valeroso a merced de la Muerte, ¡debo echarle una mano! Y aquí estoy, arriesgando mi propia vida, mi propia suerte, por salvarte. ¿Y tú me lo agradeces así? ¿Rindiéndote cuando ya estamos tan cerca de la victoria?

EL CRIADO- Yo….

KALBUM DAHABIN-¡Vamos! ¡Adelante! ¡Sé un hombre!

EL CRIADO- Yo…

KALBUM DAHABIN- ¡Yo sé que puedes! ¿Eres una gallina?

KALBUM DAHABIN- ¡Contesta! ¿Eres una gallina?

EL CRIADO- No.

KALBUM DAHABIN- No, ¿qué?

EL CRIADO- No soy una gallina.

KALBUM DAHABIN- ¿Cómo? No te oigo.

EL CRIADO- ¡No soy una gallina!

KALBUM DAHABIN- Sigo sin oírte…

EL CRIADO- ¡¡No soy una gallina!!

KALBUM DAHABIN- ¡Más fuerte!

EL CRIADO- ¡NO SOY UNA GALLINA!

KALBUM DAHABIN- ¡Exacto! ¡No eres una gallina! ¡Así que ahora vas a coger ese vaso en tu mano, vas a llenarlo hasta arriba de una sustancia desconocida y probablemente desagradable, y te lo vas a beber de un trago! ¿Está claro?

EL CRIADO- ¡SÍ!

KALBUM DAHABIN- ¿Qué vas a hacer?

EL CRIADO-¡Voy a coger ese vaso en mi mano, voy a llenarlo hasta arriba de una sustancia desconocida y probablemente desagradable, y me lo voy a beber de un trago!

KALBUM DAHABIN- ¡Muy bien! ¡Adelante campeón!

(Así, soltando un rugido cual león del desierto, EL CRIADO se abalanza ferozmente sobre KALBUM DAHABIN, arrancándole de un zarpazo el vaso de la mano. Luego lo sumerge con rabia en el caldero espumeante, llenándolo hasta arriba, y finalmente, tras emitir un grito de poder, se embulle el líquido en el esófago).

EL CRIADO- ¡Ah! (mira entorno a sí, luego mira el culo del vaso, vacío, luego de nuevo entorno a sí; parece distraído).

KALBUM DAHABIN- ¿Y bien? ¿Qué tal? ¿Cómo…cómo te sientes?

EL CRIADO- Bien. Sí, yo diría que bien. (Se pasa la lengua por los labios). ¿Sabe? No estaba tan mal…

KALBUM DAHABIN- ¿Y te sientes… diferente?

EL CRIADO- ¿Diferente? No. ¿Por qué?

KALBUM DAHABIN- No, no. No, nada.

KALBUM DAHABIN- O sea, que… ¿igual que siempre no?

EL CRIADO- Hum, sí, supongo que sí. Como siempre.

KALBUM DAHABIN- Ninguna… ¿novedad?

EL CRIADO- No que yo sepa.

(Al fondo, se oye que llaman a la puerta de la calle).

EL CRIADO- ¿Y usted? ¿Ve alguna diferencia?

(Vuelven a llamar a la puerta de la calle).

KALBUM DAHABIN- Sí, yo diría que…se te ve distinto.

EL CRIADO- ¿Distinto? ¿En qué sentido?

(La puerta de la calle se abre, y luego se cierra. Se escuchan voces que vienen de la entrada, una de ellas la de FÁTIMA).

KALBUM DAHABIN- Pues no sabría decirte; distinto.

El CRIADO- Entonces, ¿ha funcionado? ¿o no?

VOZ DE MUJER- ¡Ya le he dicho que no pienso esperar fuera! (furiosa) ¡Sé que está aquí!

(Hace su entrada en escena una mujer. Es joven y bastante hermosa. Viene con las ropas desordenadas y los cabellos revueltos bajo el pañuelo; parece que venga de boxear con alguien. Y sin duda, está muy airada).

MUJER- ¡Ajá! (triunfante, pero no por ello menos colérica). ¡Sabía que estarías aquí!

KALBUM DAHABIN- ¡Amina!

AMINA- ¡ Y TÚ! ¡Tú siempre encubriéndole! ¡Cómo si todavía fueseis unos niños!

FÁTIMA- ¡Señor! Señor lo siento, no he podido impedir que entrara. Esta loca casi me tira al suelo cuando he…

AMINA- ¿Loca? Sí, claro. ¡Loca! ¡Soy una loca! ¿Y todo por qué? ¡Por culpa de ese mal nacido! (señalando a EL CRIADO). ¡Oh! ¡Alá maldiga el día en que me casé contigo!

EL CRIADO- ¿Yo?

AMINA- ¿Quién si no? ¡Estoy harta! ¡Harta! ¿Me entiendes?

EL CRIADO- No del todo…

KALBUM DAHABIN. Amina, por favor…

AMINA- (a EL CRIADO) ¿Pero es que todavía tienes la desvergüenza de burlarte de mí? ¡Pues que sepas que eso sí que no lo pienso aguantar! He soportado pacientemente tus escapaditas nocturnas, que no vuelvas a casa hasta medio día, que te conozcan en todos los burdeles de Ispahán, ¡PERO SE ACABÓ! ¿ME OYES?

KALBUM DAHABIN- Amina, ten la bondad de escuchar un momento…

AMINA- ¡No! ¡No pienso oír ni escuchar una mentira más!

KALBUM DAHABIN- ¡Pero es que no es lo que tú te piensas!

AMINA- ¡AH! ¿CON QUE NO? ¿EH?

KALBUM DAHABIN- (Muy, pero que muy, muy intimidado). No.

AMINA- ¿ES QUE CREES QUE SOY UNA IDIOTA?

KALBUM DAHABIN- No.

AMINA- (a EL CRIADO) ¿Y tú, querido, crees que soy una idiota?

EL CRIADO- (temblando de pies a cabeza). No.

AMINA- ¡Bien! ¡Porque no lo soy! ¿Entendéis? ¡No soy ninguna idiota!

(Todos, incluida Fátima, niegan con la cabeza).

AMINA- ¡Bien! (recuperando un poco la compostura). Bien. Me alegro.

(Tras el arranque de rabia Amina parece no saber qué decir. Se hace un silencio incómodo).

FÁTIMA- Bueno, pues si ya está todo aclarado…

AMINA- Sí, desde luego, ya está todo clarísimo…

KALBUM DAHABIN- Pero…

AMINA- Será mejor que nos vayamos. (a KALBUM DAHABIN) Espero no haber molestado…

KALBUM DAHABIN- ¡Por favor Amina!, ¿cómo se te ocurre pensar tal cosa?

AMINA- Reconozco que a veces… tiendo a exaltarme.

KALBUM DAHABIN- De ninguna manera; lo que sucede es que eres una mujer apasionada.

FÁTIMA- (por lo bajo) Apasionada sí… ¡una loca!

AMINA- No sabes cuanto agradezco tu comprensión. (con retintín) Ojalá algunos fueran como tú (mirada envenenada a EL CRIADO).

(EL CRIADO, sin saber qué hacer, opta por sonreír estúpidamente).

AMINA- ¡Ay! (lamentándose. Ojos hacia el cielo) ¡Por qué a mi…?

KALBUM DAHABIN- (en tono de tierno reproche) Amina…

AMINA- Sí, sí, ya nos vamos. (a EL CRIADO) ¡Tú! Vamos, ¡andando!

EL CRIADO- ¿A dónde?

AMINA- ¡A casa! ¿O qué? ¿Todavía tienes ganas de fiesta?

EL CRIADO- (dubitativo) Eh…

KALBUM DAHABIN- Venga Kasib, no compliques más las cosas…

(AMINA agarra a EL CRIADO por la muñeca y lo arrastra fuera de la habitación, como si fuera un niño pequeño rebelde que se hubiera escapado de casa. Justo antes de desaparecer por el umbral de la puerta, EL CRIADO lanza una última mirada de auxilio a KALBUM DAHABIN, quien le responde alzando las manos, con las palmas hacia arriba, en gesto de “¿Yo que quieres que le haga? ¡Es tu mujer!”).

VOZ DE EL CRIADO- (en un grito agónico) ¡Kalbum Dahabin…!

KALBUM DAHABIN- (haciéndose eco ahuecando las manos junto a la boca, para que EL CRIADO le oiga) ¡Recuerda que eres un hombre valiente muchacho! ¡Valor!

(Tras esta última llamada, KALBUM DAHABIN y FÁTIMA quedan solos en escena. Sigue un pequeño silencio, que vendrá a interrumpir finalmente FÁTIMA).

FÁTIMA- ¿Quién era ese pobre inocente?

KALBUM DAHABIN- Pse… un criado que llegó de madrugada buscando escapar de la Muerte.

FÁTIMA- (sorprendida) ¿En serio?

(KALBUM DAHABIN asiente con la cabeza).

FÁTIMA- ¿Y le advertiste acerca de….?

KALBUM DAHABIN- ¿Acerca de qué?

FÁTIMA- De con quién lo estabas “casando”.

KALBUM DAHABIN- ¡Ah, eso! Bueno…digamos que no estaba exactamente previsto….

FÁTIMA- ¿Y el verdadero Kasib?

KALBUM DAHABIN- ¡Si lo supiera!

FÁTIMA- ¿Y cuánto dura el efecto?

KALBUM DAHABIN- Pse… el tiempo es un ente escurridizo, ponerle barreras intentado medirlo está fuera de nuestro alcance, simples mortales.

FÁTIMA- O sea, que no lo sabe…

KALBUM DAHABIN- (bufando). ¡Cómo te atreves! ¿Acaso olvidas quién soy yo? ¡Yo soy Kalbum Dahabin, y Kalbum Dahabin, lo sabe y conoce TODO!

(Finalmente, con gesto afectado, haciendo un gran aspaviento de genio incomprendido, KALBUM DAHABIN abandona majestuosamente el escenario).

FÁTIMA- ¡En el nombre de Alá! Locos, definitivamente, ¡están todos locos!

SE CIERRA EL TELÓN