jueves, 28 de mayo de 2009

Fin

Éste es el relato de Arturo, que no conseguía colgarlo, así que lo hago yo. Por cierto, Arturo, a lo mejor no estabas conectado cuanto entraste, o al copiarlo desde Word no te dejaba... Podemos investigarlo ^^

Bueno, creo que esto es una despedida. Supongo que debería llorar, pero si lo pienso bien... no me apetece realmente. Cuando eres suficientemente viejo para entender, comprendes que ciertas cosas no valen la pena. Tristemente, nunca se es suficientemente viejo para comprender, salvo cuando, como yo, estás esperando tu cita con la Dama. Si entonces eres capaz de abarcar toda tu existencia con una sola mirada; si eres capaz de observar desde el principio hasta el final; si eres capaz de aprender de los buenos y malos momentos; y sólo si entonces eres capaz de sacar pecho y comprender, entonces serás lo suficientemente viejo, y sabrás qué tiene importancia y qué no. Por desgracia, demasiada gente muere joven

Fue esta mañana cuando supe que iba a morir. Paseaba por los jardines, a la vera del río, escuchando apaciblemente las voces de los árboles como solía. En ese momento, una figura me salió al camino, y entonces lo supe. Porque vi su aspecto demacrado, su largo cabello azul, su manto a juego con la melena, y esos ojos grises, helados, casi sin expresión, sus manos huesudas aunque bellas todavía en cierto modo. Porque vi que era idéntico a mí, y al instante supe que era mi Doppelganger, mi doble espiritual, que se me aparecía, anunciándome así el día de mi muerte. Le tendí la mano, e inmediatamente desapareció dentro de mí.

¿Eres capaz de recordar? Supongo que recuerdas qué has comido, con quién saliste anoche e incluso qué hacías anteayer a la hora del café. Pero, ¿eres capaz de cerrar tus ojos, y ver en el interior cómo toda tu vida desfila ante ti? ¿Podrías recordar qué llevabas puesto cuando besaste a tu primer amor? ¿La hora exacta en la que la Muerte tocó por primera vez a un familiar tuyo? Claro que no. Pero no te culpo. Es cosa común que nuestras vidas escapan como la arena entre los dedos, y con ella los gozos y penas “menores” -“¿A quién le importa?”-puedes preguntarte-¿Acaso es relevante?- Pues sí, te respondo, lo es. Porque cuando olvidas un placer, algo te está robando una recompensa que merecías, pero aún peor: Cuando olvidas una desgracia olvidas también el motivo que la causó, así como sus consecuencias y las conclusiones que sacaste de ella. Así, sufres en vano, y nada de eso te llevas al otro lado. Sí, escandalízate y comprende, porque esto importa de veras. Pero también lo olvidarás, como yo lo hice, para al final recordar y llegar a mi estado.

Supongo que he tenido una vida plena, todo lo plena que puede ser la vida de un hombre azul: Tuve amigos; me acosté con mujeres; conocí maestros; reí; aprendí y amé; pero también me equivoqué y lloré; y sufrí, sufrí mucho y largamente: El dolor cruzó mi espinazo, y fui atravesado por astas y filos, tanto físicos como espirituales. Ardí, me congelé, estallé en una lluvia multicolor de fuegos artificiales, y saqué provecho de todo ello. En ese sentido los cristianos no van del todo desencaminados: “El Reino de los Cielos es para los que sufren penalidades”, pero alguien omitió las palabras completas del Único Rey: “penalidades de las que puedan aprender”. Ciertamente sólo así te ganarás el Cielo.

Soy suficientemente viejo para comprender que este cuento llega a su fin, y no voy a llorar. Espero que sigas mi ejemplo, seas quien seas, que si encuentras este pergamino puedas vivir en paz, sentir grandes dolores y grandes placeres, y espero que cuando llegue el momento puedas abarcar toda tu vida con una sola mirada y sacar pecho. Que puedas cerrar los ojos y ver a todos los que te ayudaron un día y te sujetaron cuando lo necesitabas; a todos los que te enseñaron por dónde debías seguir, pero sin llevarte de la mano por el camino; a todas las personas en las que te acurrucaste y te mecieron en sus brazos susurrando las más bellas palabras de amor en tu oído.

Así, este cuento llega a su fin, y es hora de mi última salida. Lloraría, pero creo que realmente no me apetece.


Utopía ( sí, y un cuerno!!! XD) Río, siento, amo,...creo que sigo vivo

Río, siento, amo... creo que sigo vivo. Me levanto, lentamente, como si fuera la primera vez que realizo tan sencillo movimiento. Mis ojos están ciegos, mi lengua muda, mis oídos tapados, mi nariz aspira aromas inodoros y mis manos, moviéndose, tanteando el vacío, parecen atadas a mi espalda.
Mis pensamientos danzan en total oscuridad, perdidos en la nada. En mi oscuro interior solo ellos brillan ; son la única causa de que sienta, de que mi corazón ría y ame. Son esos ojos ,verdes, clavados en mi subconsciente, los que me empujan como una lenta marea, hacia las costas de lo profundo de mi ser.
Me yergo del todo, confiando que el suelo permanezca pegado a las plantas de mis pies; y comienzo a caminar, deseando, con mi mente sujeta a esos brillantes guías míos, que con cada paso acierte a encajar una huella en el camino.
No veo, no puedo palpar, no huelo, oigo ni degusto nada; tan solo siento, río y amo... y camino.

Mis risas se van hundiendo en el profundo océano de mi espíritu, y la tristeza y el miedo se van apoderando de mí.Tan solo el amor de esos ojos verdes me mantiene a flote, evitando que perezca en este terrible paraje desconocido para mí, etéreo e inexistente...pues es nada...pero es mi todo...a lo único a lo que puedo aferrarme.
Y entonces una brillante sonrisa aparece en al penumbra, como llamas, que se reflejan en los ojos flotantes. Como rasgando un enorme envoltorio de papel , la noche se disuelve; como las hojas secas del otoño abriéndose por la sonrisa ¡Luz! Mis ojos recuperan la esperanza, vislumbran algo más allá de mi enorme caja ¡Risas! Mis oídos lloran de alegría ¡Mil olores penetran en mis fosas nasales! Finalmente una cálida presencia me toma, mi piel experimenta lo que jamás habría imaginado, si es que en su día imaginó algo.

Observo a mi alrededor, los ojos verdes me contemplan con todo el amor con el que cualquier ser desearía y la sonrisa en llamas ríe a carcajadas, y se abren en ademán de hablar, pero solo es mi mente la que lo percibe:
-"El último ser fuiste, la última estrella fugaz, la más brillante, que marca el fin del universo, ahora serás la chispa de todo lo que vuelva a empezar, hasta que tu último sea el primero".
Dicho ésto se desvaneció ¡Big bang! Una súbita deflagración...y silencio.

A mi alrededor se extiende el vacío, pero no da miedo, no es extraño, no es desamparado, pues lo es todo.
Me giro; a mis espaldas un océano de cajas, de todos los colores, brillos y texturas inimaginables. Me acerco a una de ellas. En su interior un mar de piezas, con infinidad de formas y tamaños, del mismo color , brillo y textura que la caja que lo contiene.Abro más cajas, todas con el mismo contenido en distintas versiones. Uno unas piezas con otras ¡Encajan a la perfección! Continúo mi entretenido juego hasta crear una esfera perfecta y preciosa. Es verde, muy verde, con un brillo muy curioso en cada milímetro de él; y de un azul que suspira suavemente.Coloco piezas frías y calientes, punzantes y lisas, es perfecta. Sonrío y el cuerpo empieza a flotar, como si de una burbuja efímera se tratara.
Me siento entre las cajas.Con unas piezas blancas y brillantes creo una pequeña canica perlada, que hago girar alrededor de la primera, sigo a delante.

Sigo enlazando piezas y creo unos ojos verdes y brillantes, y una sonrisa y un cuerpo, perfectos. Lo coloco sobre el primero, junto a las piezas azules y las verdes; empieza a andar, observa las olas y sonríe.

Sigo creando.

viernes, 8 de mayo de 2009

y dejó de ser...

Abrió el sobre, sus dedos diligentes desplegaron el papel que contenía y sus ojos se deslizaron rápidos sobre las palabras, entonces su frente se frunció y sus ojos se abrieron asustados, sus manos se contrajeron en torno al papel que se consumió y cayó al suelo hecho trizas. Ella notó como cada molécula de su cuerpo se deshacía y sus rodillas, incapaces de sostenerla, se flexionaban y la dejaban caer, su cuerpo se postró en el suelo mientras toda ella comenzaba a temblar.

Cerró los ojos y dejó de sentir el mundo, quedó ciega, sorda, y muda. No sentía ni quería sentir. En su cabeza la negación ocupaba todo el espacio y su labio había empezado a sangrar debido a la ansiedad con la que se lo mordía. De pronto visualizó las palabras que había leído y las imágenes cobraron vida. El mundo cayó pesadamente sobre ella, como fría realidad, sin poder evitarlo.

Chilló, se apoyó, medio caída, en la cama y chilló. Miles de escalofríos le recorrían la espalda y cada latido del corazón se le clavaba como una bala. Empezó a respirar pesadamente y luego cada vez más deprisa hasta que sintió que no había oxígeno suficiente, su estomago se contrajo y una pena inmensa, negra, horrenda, se fue colando por sus venas como un virus endémico.

No … - susurró – no, no, no…

Pero el silencio no la consoló.

Poco a poco abrió los ojos, y entonces cientos de lágrimas se derramaron, como si su mirada se descompusiera en una catarata desbocada. La tristeza comenzó a salir de su cuerpo y la pérdida, la soledad, y el desconsuelo hicieron mella en ella.

De pronto fue consciente de que él ya no volvería y mientras sentía su vida pararse en un punto muerto, comprendió con horror que se había quedado completamente sola.

La negrura la envolvió rápidamente, y nunca más la liberó.

Aún por las noches cree escuchar su nombre, pero ya no ve ni oye. Ya no es…

martes, 5 de mayo de 2009

El punto de vista


Reescribir este texto (es probable que alguno ya lo conozcáis; a mí me gusta mucho) al menos dos veces, cambiando el punto de vista y adaptándolo al nuevo narrador.

PAPIROFLEXIA
Me gusta hacer animalitos con el papel. Se le llama a esto papiroflexia. Un juego lento y hermoso. Ayer, o hace un siglo, quizá esta mañana, hice un animalito con un papel azul y otro blanco. Era un animalito porque tenía cuatro patas, un cuerpo y una cabeza. No sé de qué clase. Fui ahí al lado y cuando volví le vi comiéndoseme el desayuno. No le recriminé, por el contrario le traje más leche y se la puse en un plato por saber si me aceptaba. Se acercó, y bebió de la leche, con unos chasquiditos menudos y satisfechos. Viéndole, pensé que debería hacer más animalitos de papel: muchos. Pero luego (quizá ayer o hace un rato; quizá el año pasado) se me acabaron las cuartillas. Quería seguir escribiendo.
Deshice el animalito y escribí en él. Fue muy doloroso.

Alberto Omar

lunes, 4 de mayo de 2009

la noche

La noche oculta y guarda todo, bajo su manto, bajo su capa oscura de amigo errante, el que solo te cobija junto a la luna, flanqueado por las estrellas chismosas. En la noche se revelan los ocultos, los cajones de secretos que se arraciman en las alcobas, las entelequias y diatribas se pierden entre vasos de vino, y acechan los peligros entre las esquinas de la mente, las sombras perecen bajo el abrigo del susurro y las verdades brotan como esencia de libertad. La noche es el paradigma de la vida, existir mientras el mundo duerme, ser mientras el opuesto reina, diferir de la vida viviéndola aparte. La noche confiere a su habitante la dicha de existir en otro tiempo, en segundos de sueños donde otros meditan inconscientes. Y mientras, el escritor nocturno, aplica sus desvelos a la página emborronada; con una vela y un cielo de negros ocultando su cara ajada, y los ojos, tuertos, por la pálida luz que alumbra su mirada.

viernes, 1 de mayo de 2009

¡¡BAM, BAM, BAM!!

Yo era una chica bajita… Bueno, no exactamente bajita. No muy alta. No, tampoco. Normal, tirando a pequeña. Vamos, que no era como para ponerme a jugar al baloncesto, pero desde luego le sacaba una buena cabeza a la imbécil de Marga. Pero volveremos sobre esa diminuta criatura que no persona que se creyó con el derecho a arruinarme la vida.

Pasemos directamente a mi carácter, mucho más interesante que mi físico. Por aquel entonces, yo era más bien asocial. Introvertida y especial, lo llamaba mi madre. El caso era que si alguien me tocaba, invadía mi amplio espacio personal –unos dos metros de radio o me hablaba inesperadamente y sin permiso, yo hacía un ruido parecido al grrr de un gato al que le fastidian la siesta. Aún así, no sé bien por qué, había conseguido conservar las cuatro mejores amigas que una podría desear. Dos me conocían desde antes de que decidiese que no me interesaban las personas (tendría unos nueve años, o así). Las otras dos son mártires en proceso de canonización. Y luego estaban las demás, las que no se me acercaban demasiado… Solo por si acaso.

Aquel curso mis dos amigas, no las mártires, las otras, solían comunicarse con “Jo, tía” y jijijis, jajajas, jejejes… Aunque sobre todo jijijis, de esas risitas agudas e insoportables que delatan inmediatamente a una adolescente con el pavo muy subido. Mi médico dice que de ahí me vienen las migrañas… Pero en fin, las mártires y yo las queríamos igual. La amistad, que tiene unas cosas… Pero hete aquí, que llegó a nuestras vidas el anticristo edición debolsillo: Marga. Sí, la imbécil que mencionaba antes. La muy… Ella tenía la irritante e irónica costumbre de coronar sus constantes críticas al mundo con un “¡Puto Enano!”. Sí, era una de esas criajas que critican a los tíos por el mero hecho de serlo, y que encima tenía el morro de llamarles enanos… ¡Ella, que tenía que ponerse de puntillas para agarrarse las orejas! Surrealista.

Aquel no había empezado como un buen curso, precisamente, pero gracias a esa pseudo-zorra pigmea acabó como el rosario de la aurora. Es decir, las mártires y yo con el angelito subido al hombro, predicándonos el bien y el perdón que ya estábamos poco dispuestas a poner en práctica, a un lado y ellas dos, con el anticristo debolsillo detrás mal metiendo, al otro.

No sé muy bien cómo –miento, sí que lo sé: por Marga la situación se hizo tan insostenible que fue necesaria una convocatoria de paz en un sitio neutral: el instituto el día de las recuperaciones de junio. Mi angelito me había abandonado hacía tiempo, así que yo era la que más dispuesta estaba a montarla pero bien. Y si encima provocaba algún accidente de tráfico por el camino… Mejor.

¡Qué asco! ¡Qué asco!

No es para tanto.

¿¡Que no es para tanto!? ñiuuuuu… Primer atropello evitado sin colisión. Perfecto.

Sí que lo es, vale, pero…

¡Esa mala pécora ha estado tocando las narices todo el curso! hiiii… Qué buenos frenos fabrican hoy en día, menos mal ¿Y tú me dices que no es para tanto?

Habría que sacrificarla, tienes razón… Primera mártir a mi favor. Esto va a ser sangriento.

¡No habría que sacrificarla! segunda mártir, que todavía aspira al cielo… No puedo con tanta bondad ¡Habría que asesinarla lenta y dolorosamente hasta que solo quiera morir y nos suplique clemencia! ¡Eso habría que hacer! punto para mí. A esa pequeña perra no hay quien la pare hoy. Qué bien me lo estoy pasando, en el fondo.

Al llegar allí las otras esas que no se me acercan demasiado se retiran discretamente. Qué chicas más listas.

Primera ronda de acusaciones: el rencor suave, de ese que casi ni te acuerdas, pero sirve para caldear el ambiente: le amargaste el cumpleaños; sí, pero tú no viniste al mío; nunca has querido escuchar mi punto de vista en esto o en lo otro…

Y… Entrada en acción del anticristo debolsillo.

Es que siempre hacemos (¿Hacemos? ¿¡Hacemos!? ¡Pero si tú nunca vienes, so cerda!) o que tú quieres.

Apocalipsis. Huída de mis dos mártires (¿Una iba llorando? La has cagado, guapa). Estoy sola ante las huestes del infierno, y esto es la guerra.

¡Pero cómo puedes ser tan imbécil!

¡Tú no insultas a mi amiga!

¡¡Eres una PIIIIIIIIIIIIIIIIIII!!

Odio la censura pero, creedme, así es mejor. Solo diré que esos diez minutos de gritos sonarían a cualquier persona extraña más o menos como “Bfff… ¿Cómo te atreves? ¡Serás! ¡Ah! ¡Por favor! ¡¡So…!! ¡¡Pedazo de…!!”

Por fin, me harté de gritar como una más, y mi voz se alzó por encima de las de ellas tres.

¡¡QUE TE CALLES, MARGA!!

Silencio. Y vuelta a la carga.

Tú no la puedes mandar callar.

¿Ah, no?

Lo admito, no es muy impresionante. Yo habría preferido algo como “Pruébame, y sabrás lo que es canela” o “Es mejor, así no se morderá la lengua y se envenenará, la muy víbora”. Pero no. Tenía tal cabreo encima que mi elocuencia se tomó unas vacaciones. Mi elocuencia, y mi paciencia.

Sin más, me di la vuelta y abandoné el campo de batalla. Por el honor… Por la gloria… Incluso por un buen goffre… Merece la pena ir al infierno. Por rescatar a dos amigas, que de todas maneras no quieren ser rescatadas, de las garras de esa pseudo-zorra satánica no. Me rindo.

Sabía muy bien dónde estarían mis dos mártires, pero intuía que un gato cabreado yo en ese momento no les ayudaría demasiado, así que me fui a casa. Sola.

Un rato después lo único que quería hacer era machacar pedazos de hueso contra el bordillo de la acera. Hacerlos chiquitiiitos, pulverizándolos, eliminado a esa mala pécora del mundo… Casi estuve por volver a hacer realidad mis sueños. Pero no me apetecía.

Me había retirado del campo de batalla. Había huido como una cobarde. Había dejado a mis dos mártires solas, llorando. Estaba volviendo a casa sola, como siempre. Pero ese día era peor. Ese día acababa de perder dos amigas de la infancia.

Clank… Patada a una lata de… ¿Cerveza? Clank… Sí, definitivamente es cerveza. Clank… Y ni siquiera tenía música, solo ese estúpido ruidito. Clank… Por suerte, me ayudaba a no pensar. Clank… Esa latita me iba a acompañar a casa, definitivamente.

Clank… Clank… Clank…