Sentado hago memoria de estos siete años en el taller de
escritura. Como lo he visto cambiar y como he cambiado yo con él. Y aunque yo
he crecido con él, él era ya mayor y lo que ha hecho es adaptarse al día.
El taller siempre ha estado a mi lado, ha sido como un amigo
con el que compartir grandes momentos, alguien que me escucha en los momentos
difíciles, y con el que salir a bailar y disfrutar.
El día a día ha sido como una guitarra con la que tocar
miles de canciones pulsando las cuerdas correctas, aquellas de color azul. Y
con cada canción que he tocado y que he escuchado he aprendido algo nuevo.
Y así hemos vivido juntos, formando un pequeño grupo muy
especial de personas capaces de sacar sonrisa y felicidad.