Yo era una chica bajita… Bueno, no exactamente bajita. No muy alta. No, tampoco. Normal, tirando a pequeña. Vamos, que no era como para ponerme a jugar al baloncesto, pero desde luego le sacaba una buena cabeza a la imbécil de Marga. Pero volveremos sobre esa diminuta criatura –que no persona– que se creyó con el derecho a arruinarme la vida.
Pasemos directamente a mi carácter, mucho más interesante que mi físico. Por aquel entonces, yo era más bien asocial. Introvertida y especial, lo llamaba mi madre. El caso era que si alguien me tocaba, invadía mi amplio espacio personal –unos dos metros de radio– o me hablaba inesperadamente y sin permiso, yo hacía un ruido parecido al grrr de un gato al que le fastidian la siesta. Aún así, no sé bien por qué, había conseguido conservar las cuatro mejores amigas que una podría desear. Dos me conocían desde antes de que decidiese que no me interesaban las personas (tendría unos nueve años, o así). Las otras dos son mártires en proceso de canonización. Y luego estaban las demás, las que no se me acercaban demasiado… Solo por si acaso.
Aquel curso mis dos amigas, no las mártires, las otras, solían comunicarse con “Jo, tía” y jijijis, jajajas, jejejes… Aunque sobre todo jijijis, de esas risitas agudas e insoportables que delatan inmediatamente a una adolescente con el pavo muy subido. Mi médico dice que de ahí me vienen las migrañas… Pero en fin, las mártires y yo las queríamos igual. La amistad, que tiene unas cosas… Pero hete aquí, que llegó a nuestras vidas el anticristo edición debolsillo: Marga. Sí, la imbécil que mencionaba antes. La muy… Ella tenía la irritante e irónica costumbre de coronar sus constantes críticas al mundo con un “¡Puto Enano!”. Sí, era una de esas criajas que critican a los tíos por el mero hecho de serlo, y que encima tenía el morro de llamarles enanos… ¡Ella, que tenía que ponerse de puntillas para agarrarse las orejas! Surrealista.
Aquel no había empezado como un buen curso, precisamente, pero gracias a esa pseudo-zorra pigmea acabó como el rosario de la aurora. Es decir, las mártires y yo con el angelito subido al hombro, predicándonos el bien y el perdón que ya estábamos poco dispuestas a poner en práctica, a un lado y ellas dos, con el anticristo debolsillo detrás mal metiendo, al otro.
No sé muy bien cómo –miento, sí que lo sé: por Marga– la situación se hizo tan insostenible que fue necesaria una convocatoria de paz en un sitio neutral: el instituto el día de las recuperaciones de junio. Mi angelito me había abandonado hacía tiempo, así que yo era la que más dispuesta estaba a montarla pero bien. Y si encima provocaba algún accidente de tráfico por el camino… Mejor.
– ¡Qué asco! ¡Qué asco!
– No es para tanto.
– ¿¡Que no es para tanto!? –ñiuuuuu… Primer atropello evitado sin colisión. Perfecto.
– Sí que lo es, vale, pero…
– ¡Esa mala pécora ha estado tocando las narices todo el curso! –hiiii… Qué buenos frenos fabrican hoy en día, menos mal– ¿Y tú me dices que no es para tanto?
– Habría que sacrificarla, tienes razón… –Primera mártir a mi favor. Esto va a ser sangriento.
– ¡No habría que sacrificarla! –segunda mártir, que todavía aspira al cielo… No puedo con tanta bondad– ¡Habría que asesinarla lenta y dolorosamente hasta que solo quiera morir y nos suplique clemencia! ¡Eso habría que hacer! –punto para mí. A esa pequeña perra no hay quien la pare hoy. Qué bien me lo estoy pasando, en el fondo.
Al llegar allí las otras –esas que no se me acercan demasiado– se retiran discretamente. Qué chicas más listas.
Primera ronda de acusaciones: el rencor suave, de ese que casi ni te acuerdas, pero sirve para caldear el ambiente: le amargaste el cumpleaños; sí, pero tú no viniste al mío; nunca has querido escuchar mi punto de vista en esto o en lo otro…
Y… Entrada en acción del anticristo debolsillo.
– Es que siempre hacemos (¿Hacemos? ¿¡Hacemos!? ¡Pero si tú nunca vienes, so cerda!) o que tú quieres.
Apocalipsis. Huída de mis dos mártires (¿Una iba llorando? La has cagado, guapa). Estoy sola ante las huestes del infierno, y esto es la guerra.
– ¡Pero cómo puedes ser tan imbécil!
– ¡Tú no insultas a mi amiga!
– ¡¡Eres una PIIIIIIIIIIIIIIIIIII!!
Odio la censura pero, creedme, así es mejor. Solo diré que esos diez minutos de gritos sonarían a cualquier persona extraña más o menos como “Bfff… ¿Cómo te atreves? ¡Serás! ¡Ah! ¡Por favor! ¡¡So…!! ¡¡Pedazo de…!!”
Por fin, me harté de gritar como una más, y mi voz se alzó por encima de las de ellas tres.
– ¡¡QUE TE CALLES, MARGA!!
Silencio. Y vuelta a la carga.
– Tú no la puedes mandar callar.
– ¿Ah, no?
Lo admito, no es muy impresionante. Yo habría preferido algo como “Pruébame, y sabrás lo que es canela” o “Es mejor, así no se morderá la lengua y se envenenará, la muy víbora”. Pero no. Tenía tal cabreo encima que mi elocuencia se tomó unas vacaciones. Mi elocuencia, y mi paciencia.
Sin más, me di la vuelta y abandoné el campo de batalla. Por el honor… Por la gloria… Incluso por un buen goffre… Merece la pena ir al infierno. Por rescatar a dos amigas, que de todas maneras no quieren ser rescatadas, de las garras de esa pseudo-zorra satánica no. Me rindo.
Sabía muy bien dónde estarían mis dos mártires, pero intuía que un gato cabreado –yo en ese momento– no les ayudaría demasiado, así que me fui a casa. Sola.
Un rato después lo único que quería hacer era machacar pedazos de hueso contra el bordillo de la acera. Hacerlos chiquitiiitos, pulverizándolos, eliminado a esa mala pécora del mundo… Casi estuve por volver a hacer realidad mis sueños. Pero no me apetecía.
Me había retirado del campo de batalla. Había huido como una cobarde. Había dejado a mis dos mártires solas, llorando. Estaba volviendo a casa sola, como siempre. Pero ese día era peor. Ese día acababa de perder dos amigas de la infancia.
Clank… Patada a una lata de… ¿Cerveza? Clank… Sí, definitivamente es cerveza. Clank… Y ni siquiera tenía música, solo ese estúpido ruidito. Clank… Por suerte, me ayudaba a no pensar. Clank… Esa latita me iba a acompañar a casa, definitivamente.
Clank… Clank… Clank…
4 comentarios:
Ya sabes lo que te toca ahora, Andrea xD
Vuelto a leer, suena aún mejor. Es estupendo, Bea, cómo exprimes la lengua para que sugiera mucho más de lo que dice. Enhorabuena.
genial dulce voz, me enkanta lo k escribes y komo lo lees sigue asi(bwjajajajaja mi plan ha salido a la perfeccion, bueno habrio sido aun mas perfecto si hubiera konseguido extraer maldad y sadismo d karlos) pero los demas muy bn xdxdxd
esta genial, reaLmente me enknta!!!! siento no haber ido, en vivo habria sido aun mejor ;)
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