Eché de menos tantas cosas, que no me quedó más que echar. Tal vez la casa por la ventana, tal vez la vida por un precipicio. Me ahorro sustos, pierdo los reflejos. Ya no busco nada en los desiertos, sólo trago arena, mastico tiempo y cuando ya no doy abasto abrazo al odio y me intoxico. Disparo al aire, me divides en dos. Y si te miro a los ojos ya no tengo nada más que decir. Pero tu presencia me agarra la garganta, y si mi radar no te detecta me elevo a la hipotenusa pero no consigo despejar nunca la ecuación. Y me atraganto, me atraganto con tantos días de angustia, con tantas cicatrices y huesos rotos. Y como siempre, hasta la madrugada tu recuerdo me apabulla, y al madrugar las ojeras me recuerdan que ayer te recordaba. Y si tu recuerdo no aparece, me dejo caer por tu memoria y me mezclo con tus neuronas, bebiéndome tu sonrisa hasta que ya no pueda más. Y si quieres jugamos al escondite o a devorar el horizonte. Y si quieres nos perdemos de vista y ya apareceremos en otra dimensión.
Tantas barreras y sin ganas de barrer. Tanto polvo en la estantería y mis libros ni se quejan, tal vez esperen un momento más propicio, un momento menos difuso. De mi ventana para afuera los alicates de la desesperación arrancan trozos de alma, y la miseria son ascuas escondidas aleatoriamente en bolsillos. Y aunque cierre los ojos todo sigue igual, como si el inmenso dolor que aflige a la ilusión se expandiera hasta crear una nueva capa en la atmosfera. Pensando en escapar de esta hermeticidad inmune al olvido me marcho al inmenso ajetreo del que busca el silencio o a la apacible familiaridad de la rutina. Y sin más destinos que tu boca, y alguna que otra frontera de la imaginación desangro colores por las rutas de la tristeza, para teñir de algo más luminoso la morada lúgubre y desierta donde viven las lágrimas. Y sin ganas de quemar mis huellas, dejo los azulejos prendidos del barro del paso de los años, y a cada pisada menos miedo, y a cada pisada, menos rencor.
Quise camuflarme en algún callejón oscuro. Quise ser el cliente del mes del peor bar. Reí hasta matarme de monotonía, suspiré hasta regalarle la chispa necesaria de vuelo a un centenar de mariposas. Vendí mi vida. Compré mi historia. Me comí medio mundo y el otro medio lo dejé por educación. Soñé con la luna, topé con el cielo. Viví entre diamantes, conocí el amargo sabor del arrepentimiento, soldándose a mi paladar. Fui a ciegas por el mundo. Y a cada rugido sembré de amor y guerra cada página de piel que arranque de mi cráneo. Loco de atar destrocé todas las utopías de las tazas de café. Temblé de miedo, liberé al valor. Tan traicionero como un marinero en aguas del Caribe, tan bondadoso como la persona que siempre quise ser. Y aún así sonrío con malicia, explota la dinamita y salto por los aires directo a tu regazo. Apuesto todo al color rojo. Te pierdo si no me ando con cuidado. Si no corro vuelo, si no acude la amnesia a mi cita ciegas tal vez no quiera recordar que la realidad supera a la ficción. Tal vez no quiera recordar que los susurros a veces son gritos de entusiasmo. Tal vez no quiera recordar que la lluvia limpia la mirada. Y que la poesía que brota en las partituras de sus sueños no tiene otra moraleja que la autodestrucción de las fieras salvajes, y de toda la vida acuática.
Quise camuflarme en algún callejón oscuro. Quise ser el cliente del mes del peor bar. Reí hasta matarme de monotonía, suspiré hasta regalarle la chispa necesaria de vuelo a un centenar de mariposas. Vendí mi vida. Compré mi historia. Me comí medio mundo y el otro medio lo dejé por educación. Soñé con la luna, topé con el cielo. Viví entre diamantes, conocí el amargo sabor del arrepentimiento, soldándose a mi paladar. Fui a ciegas por el mundo. Y a cada rugido sembré de amor y guerra cada página de piel que arranque de mi cráneo. Loco de atar destrocé todas las utopías de las tazas de café. Temblé de miedo, liberé al valor. Tan traicionero como un marinero en aguas del Caribe, tan bondadoso como la persona que siempre quise ser. Y aún así sonrío con malicia, explota la dinamita y salto por los aires directo a tu regazo. Apuesto todo al color rojo. Te pierdo si no me ando con cuidado. Si no corro vuelo, si no acude la amnesia a mi cita ciegas tal vez no quiera recordar que la realidad supera a la ficción. Tal vez no quiera recordar que los susurros a veces son gritos de entusiasmo. Tal vez no quiera recordar que la lluvia limpia la mirada. Y que la poesía que brota en las partituras de sus sueños no tiene otra moraleja que la autodestrucción de las fieras salvajes, y de toda la vida acuática.
2 comentarios:
Ay, Mario... se ve que estos calores no perturban tu sabia y sentida forma de escribir. Me gusta.
Buen verano, estés donde estés.
Muchas gracias Pura. Ahora mismo estoy en Florencia, con Dani, Kalero y Andrea y te mandan recuerdos.
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