…y con la cabeza abierta, el corazón sobre la mesa y la lengua pastosa. Sin nada que decirte y con la sonrisa hecha añicos, con dolor de espalda en las muelas y con mis bolsillos llenos de segundos que no paran de huir. Miro mi bolígrafo con ganas de saber en qué estará pensando, miro el caos de mi habitación y no me sorprendo. Pasa el día sin ningún atisbo de tormenta, sin bombas de racimo en mi paladar ni carreras de caballitos de mar sobre la alfombra. Pasan las horas y no me entero del compás que hay que seguir para colarme en tu memoria y devorar tus neuronas. En plan guerra nuclear se desencadenaba la tormenta de nuestras miradas asesinas, yo sin alas y tú con ganas de volar de un decimo al suelo desde la terraza. No apetece estallar ni llenarse de vendas, así que posponemos los descensos sin cuerda al infierno para otro momento más preciso. Dábamos vueltas alrededor del magma que impregna las sabanas del núcleo terrestre, intentando parar la rotación de la tierra y así detener el tiempo, quedarnos estáticos en nuestros puestos mientras esta lluvia de mentiras cae y nos acorrala contra el coral y contra la acera. Y cansado de soñar despierto y de despertarme, de beberme el oleaje de años y años de malos hábitos, intento alejarme de este despertador de pesadilla, de este lugar donde la esperanza mengua y la respiración es entrecortada. De este lugar cubierto de escarcha y de santos, de agua turbia y turbinas, de casas sin fantasmas ni secretos, de ciudades divididas por muros y alambre de espino. De este lugar que siempre está sangrando, de este mundo falto de abrazos y sonrisas.
Sin nada a lo que aferrarme en esta pared lisa y escarpada. Sin nada a lo que aferrarme en esta cuesta de ascuas y locura, de esta increíble forma de morir de viejo delante de un televisor. Removido y agitado en un coctel de decisiones vitales que no llevan a ninguna parte. Escondido entre este rencor que no acaba y este abismo hasta arriba de recuerdos. La noche me acecha y sus caricias me alejan de estos parajes extensos donde habita una responsabilidad innecesaria, un rugido eterno y centelleante, un millón de años luz entre la chispa que produce sus pupilas y este pirómano en busca de combustible. Absorto en esta melancólica sonrisa, en este drama divertido de una vida plagada de altibajos y de falta de reflejos. Fundido a fuego y a cemento con este silencio que no deja de chillar, con esta asfixia de oxigeno, con esta inaguantable sinestesia que no se capta por ningún sentido. Aprisionado por un futuro demasiado frágil, anclado a un pasado que no deja de engordar, sintiendo la brisa endeble de un presente que no promete nada ni se cuenta nada nuevo.
Sin más que dejar que una estampida de palabras, un surtido de frases inconexas, un puzle imposible de resolver, una metáfora sin sentido en un huracán de vacío. Sin querer más que un espacio en blanco, unas cuantas dosis intravenosas de tranquilidad entre giros y ajetreo. Sin otra cosa que querer mirar que el mundo entero, el fondo del océano, el último grano de arena del desierto, cualquier cosa que no se pueda volver a ver una vez más. Sin escuchar el sonido de las olas, el estridente amanecer que se alza allá a lo lejos, el sonido tenue de la oscura bruma que me invade. Sin ganas de arrancar el sol ni alcanzar la luna, ni encontrar un paraíso ni una botella a solas, lanzo al vacio piedras y lamentos. Sin memoria ni logros, ni tinta ni comienzos. Sin nada más que estas líneas y estos puntos intento despegar de este enjambre electrificado, de estos litros y litros de párrafos que juegan al escondite con el ingenio.
Sin más que dejar que una estampida de palabras, un surtido de frases inconexas, un puzle imposible de resolver, una metáfora sin sentido en un huracán de vacío. Sin querer más que un espacio en blanco, unas cuantas dosis intravenosas de tranquilidad entre giros y ajetreo. Sin otra cosa que querer mirar que el mundo entero, el fondo del océano, el último grano de arena del desierto, cualquier cosa que no se pueda volver a ver una vez más. Sin escuchar el sonido de las olas, el estridente amanecer que se alza allá a lo lejos, el sonido tenue de la oscura bruma que me invade. Sin ganas de arrancar el sol ni alcanzar la luna, ni encontrar un paraíso ni una botella a solas, lanzo al vacio piedras y lamentos. Sin memoria ni logros, ni tinta ni comienzos. Sin nada más que estas líneas y estos puntos intento despegar de este enjambre electrificado, de estos litros y litros de párrafos que juegan al escondite con el ingenio.
3 comentarios:
Ay, Mario...! Cómo se echan de menos tus contrastes, tus figuras casi surrealistas, tus borbotones de palabras a cual más sugerente. Menos mal que está el blog, que te mantiene cosido al hilo azul y, por supuesto, a nosotros.
Me encanta "Sin nada que decir...", pero dinos tú algo de cómo te va, aunque sea en un comentario a tus aportaciones.
Muchos besos
Jaja por ahora me va bien. Todavia no tengo mucho que hacer en la universidad asi que tranquilo. A ver si en algún momento puedo pasarme por el taller!
Añoraba tu fantastica escritura...maravillas...sueños...pesadillas...
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