Y fin, fin de todo y de nada, fin de la historia y del presente de hace unos segundos. Fue el fin del avance, la llegada a lo eterno: el Perro encontró el fuego. El fuego contra la tempestad y la tristeza, contra la soledad y el frío, y los nudos en el estómago. Pero también el fuego de las cadenas y el vértigo, el fuego del terror a que se apagara y de las pesadillas de no poder tocar su calor.
Llegó allí tras pasar por las estepas solitarias y los bosques sin luz, donde sólo llovía el viento bajo los árboles y los truenos sólo iluminaban el granizo de los sótanos. Fue allí donde se hartó de morirse de temblores y de helarse de la tristeza y de la rabia sin nadie a quién gritarle por dentro. Nadie a quién contagiar su eco en bruto y sus palabras de fósforo y madera.
Encontró aquel lugar tras recorrer el valle de las lágrimas. Lágrimas negras de ónice, carámbanos de cristal y agujas oxidadas.
Allí se enamoró de la belleza de los cuervos y de la oscuridad, y del sonido del aire en los labios. Labios de aguijones, guardianes de lenguas venenosas. Allí los cuervos se llevaron su corazón y picotearon su alma, dejó sus lloros para siempre, muriendo por dentro y deseando hacer arder todo cuanto le rodeaba.
Pero sólo cayó en aquel valle tras andar sin rumbo ni destino, después de tropezar y pasar el suelo, después de trazar más y más círculos hasta hundirse en los huecos de sus propias huellas. La nieve le anidaba en su casco de huesos de hojalata y las golondrinas lo ahogaban bajo su mierda de murmullos y de risas despiadadas. Y de uniforme una piel sin suficientes cicatrices de camuflaje. Y de calzado esas malditas botas de cuero amoratado lleno de ampollas.
Como armas sólo una remordida bayoneta con la tinta sin afilar, los colmillos y un par de balas de barra de bar.
Y cómo empezó a caminar sin razón alguna, y cómo decidió a qué lugar marchar a curar su psicosis, y los cortes infecciosos del insomnio, no lo sabe nadie. Ni él, el propio Perro.
Sólo se sabe que un día la locura lo cubrió por completo y lo barnizó hasta los tuétanos y las conexiones nerviosas. La paranoia le hizo pedazos y los pensamientos desquiciados torcieron su norte y su sur, su arriba y su abajo, y su columna y su maldito sentido de la orientación.
Sólo se sabe que un día despertó de otra vida, o de otra nada. Despertó para mirar al mundo a los ojos y a la muerte por encima del hombro. Despertó y rió y gritó y empezó a soñar.
A soñar sueños de papel, de témperas y de gotas de sudor. Sueños de olas de mar y de mundos de caracolas y castillos de arena.
Un día el Perro nació y empezó a soñar. A soñar hasta encontrar aquel fuego que le abrigara como la superficie del océano y le meciera como la luz del Sol. Hasta encontrar aquel fuego que le obligara a no despertar jamás.
Llegó allí tras pasar por las estepas solitarias y los bosques sin luz, donde sólo llovía el viento bajo los árboles y los truenos sólo iluminaban el granizo de los sótanos. Fue allí donde se hartó de morirse de temblores y de helarse de la tristeza y de la rabia sin nadie a quién gritarle por dentro. Nadie a quién contagiar su eco en bruto y sus palabras de fósforo y madera.
Encontró aquel lugar tras recorrer el valle de las lágrimas. Lágrimas negras de ónice, carámbanos de cristal y agujas oxidadas.
Allí se enamoró de la belleza de los cuervos y de la oscuridad, y del sonido del aire en los labios. Labios de aguijones, guardianes de lenguas venenosas. Allí los cuervos se llevaron su corazón y picotearon su alma, dejó sus lloros para siempre, muriendo por dentro y deseando hacer arder todo cuanto le rodeaba.
Pero sólo cayó en aquel valle tras andar sin rumbo ni destino, después de tropezar y pasar el suelo, después de trazar más y más círculos hasta hundirse en los huecos de sus propias huellas. La nieve le anidaba en su casco de huesos de hojalata y las golondrinas lo ahogaban bajo su mierda de murmullos y de risas despiadadas. Y de uniforme una piel sin suficientes cicatrices de camuflaje. Y de calzado esas malditas botas de cuero amoratado lleno de ampollas.
Como armas sólo una remordida bayoneta con la tinta sin afilar, los colmillos y un par de balas de barra de bar.
Y cómo empezó a caminar sin razón alguna, y cómo decidió a qué lugar marchar a curar su psicosis, y los cortes infecciosos del insomnio, no lo sabe nadie. Ni él, el propio Perro.
Sólo se sabe que un día la locura lo cubrió por completo y lo barnizó hasta los tuétanos y las conexiones nerviosas. La paranoia le hizo pedazos y los pensamientos desquiciados torcieron su norte y su sur, su arriba y su abajo, y su columna y su maldito sentido de la orientación.
Sólo se sabe que un día despertó de otra vida, o de otra nada. Despertó para mirar al mundo a los ojos y a la muerte por encima del hombro. Despertó y rió y gritó y empezó a soñar.
A soñar sueños de papel, de témperas y de gotas de sudor. Sueños de olas de mar y de mundos de caracolas y castillos de arena.
Un día el Perro nació y empezó a soñar. A soñar hasta encontrar aquel fuego que le abrigara como la superficie del océano y le meciera como la luz del Sol. Hasta encontrar aquel fuego que le obligara a no despertar jamás.
4 comentarios:
Bueno, como ni Bea ni yo acabamos nada, subo el que hice solitariamente mientras me aburría en clase de la uni y en el metro(hay que ver lo que cunde XD). Espero que os guste
P.D: voy a poner el enlace de un concurso de microrrelatos al que creo que voy apresentar éste, así que en algún momneto lo descolgaré y lo volveré a colgar XD
Muy bien, Dani; el efecto del final al principio (!) es muy bueno. Buen fin de semana.
http://www.escritores.org/index.php/recursos-para-escritores/concursos-literario/3311-lo-certamen-internacional-de-microrrelatos-noir-la-gangsterera
Gracias Pura, igualmente..ahi tenes la direccióndel concurso, igualmente lo he puesto en nuestra sección cultureta xD
Es muy poético, como un viaje cruelmente extrasensorial,y está muy bien conseguido el retroceso, es muy físico. Mucha suerte en el concurso! ;)
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