Un alma de tazas vacías de café y colillas desbordando ceniceros. Un corazón hecho de sostener la mirada y de pensamientos colgados de las nubes. Lo demás, lo que se quiera mostrar. Las ojeras diluidas en azul y rojo, y los labios hechos trizas acuchilladas de mañana. Y unos pasos llenos caos y de demasiados tropiezos con el sueño.
Unos ojos que se marchan por la ventana, a buscar verdaderas historias, a encontrar mentiras que no apuñalen y realidades que se evaporen cuando pesen demasiado. Se marchan, sin romper los cristales ni los colores del aire. Pero emborronando la sombra de los pájaros con las lágrimas que no necesitan, y corriendo la tinta carmesí de los soles a medio apagar.
Un alma, un corazón y un rostro. Unos pasos incoherentes y unos ojos perdidos. Una vida verde de mil mundos, un mundo azul con mil vidas, pero sólo importan los ruidos amarillos y los cruces de palabras color violeta.
Y las vidas se tejen unas con otras, con hilos naranjas de voces y tela gris de silencio. Primero se encuentran los ojos voladores entre la multitud, entre el bosque de soledad rodeada y los arrecifes sin esqueletos de cariño.
Las pupilas se grapan con oscuridad y reflejos sin vidrio, y se sumergen en pozos de retinas, donde sólo quedan los naufragios de las experiencias pasadas y los deseos de algo nuevo por lo que navegar. Las pestañas se abren y cierran el telón a la inconsciencia con sus manos invisibles de marionetista.
Mientras tanto el alma humea en el microondas de huesos y piel, cansado de girar sin órbita y de un temporizador con demasiado tiempo muerto. El microondas de campana oxidada con sonido a lluvia sobre charco. Empieza a burbujear, espíritu de pompas de jabón, esencia de espuma de mar. Que viene y que va, que sube y que baja con las mareas, sin eje ni punto de referencia, con la esperanza de lamer un poco del azul marino del firmamento. Acaba hundiéndose en el cieno, rodeada de sus pecados y revolcándose en sus blasfemias, una y mil veces, y a gritos.
Y poco a poco se cuela entre las nueve veces nueve puertas del infierno y observa a los derrotados en sus negras moradas repletas de vasos vacíos. Los perdedores de la historia atrapados eternamente con cadenas de garrafón. Los ganadores, porque se hicieron trizas luchando hasta la muerte por algo en lo que ni siquiera ellos creían.
Así sólo queda el corazón. Un corazón hueco reventado de sentimientos y de carcajadas. Quebraderos de cabeza y deflagraciones de llantos color sepia.
Las arterias tiritan de todos los miedos que han encerrado, pero el valor se inyecta cada noche en las venas, y el terror se desvanece un día más. Porque ninguna pesadilla conseguirá ensordecer unos latidos. Los glóbulos rojos revientan por bocanadas que intentan abarcar cuanto alcanza la vista. Los blancos deciden imitar a los hombres y se precipitan a cualquier hueco oscuro sin el turquesa de la esperanza. Y las plaquetas han optado por las narices de payaso y por derribar todos los muros. La sangre no deja de fluir, ni la piel deja de sudar, ni el Sol se deja caer del todo por el horizonte teñido de celeste. Que las ilusiones lo sacan a flote todas las mañanas, siempre a deshora. Y los espejismos siempre aparecen en el momento menos pensado.
Y ojos, corazón y alma. Risas ,sangre y espejos. Fuego. Lagrimas, barricadas de sal y legañas, trincheras de ojeras llenas a rebosar de noches memorables. Sudor. Sudor chillidos y cicatrices de mil vidas del color de las llamas que arden para siempre.
Porque las heridas curtieron la piel hasta los huesos y el alma hasta la tristeza, pero por la vida hasta la muerte. El único lugar al que vale la pena llegar.
El único lugar por el que vale la pena vivir
Unos ojos que se marchan por la ventana, a buscar verdaderas historias, a encontrar mentiras que no apuñalen y realidades que se evaporen cuando pesen demasiado. Se marchan, sin romper los cristales ni los colores del aire. Pero emborronando la sombra de los pájaros con las lágrimas que no necesitan, y corriendo la tinta carmesí de los soles a medio apagar.
Un alma, un corazón y un rostro. Unos pasos incoherentes y unos ojos perdidos. Una vida verde de mil mundos, un mundo azul con mil vidas, pero sólo importan los ruidos amarillos y los cruces de palabras color violeta.
Y las vidas se tejen unas con otras, con hilos naranjas de voces y tela gris de silencio. Primero se encuentran los ojos voladores entre la multitud, entre el bosque de soledad rodeada y los arrecifes sin esqueletos de cariño.
Las pupilas se grapan con oscuridad y reflejos sin vidrio, y se sumergen en pozos de retinas, donde sólo quedan los naufragios de las experiencias pasadas y los deseos de algo nuevo por lo que navegar. Las pestañas se abren y cierran el telón a la inconsciencia con sus manos invisibles de marionetista.
Mientras tanto el alma humea en el microondas de huesos y piel, cansado de girar sin órbita y de un temporizador con demasiado tiempo muerto. El microondas de campana oxidada con sonido a lluvia sobre charco. Empieza a burbujear, espíritu de pompas de jabón, esencia de espuma de mar. Que viene y que va, que sube y que baja con las mareas, sin eje ni punto de referencia, con la esperanza de lamer un poco del azul marino del firmamento. Acaba hundiéndose en el cieno, rodeada de sus pecados y revolcándose en sus blasfemias, una y mil veces, y a gritos.
Y poco a poco se cuela entre las nueve veces nueve puertas del infierno y observa a los derrotados en sus negras moradas repletas de vasos vacíos. Los perdedores de la historia atrapados eternamente con cadenas de garrafón. Los ganadores, porque se hicieron trizas luchando hasta la muerte por algo en lo que ni siquiera ellos creían.
Así sólo queda el corazón. Un corazón hueco reventado de sentimientos y de carcajadas. Quebraderos de cabeza y deflagraciones de llantos color sepia.
Las arterias tiritan de todos los miedos que han encerrado, pero el valor se inyecta cada noche en las venas, y el terror se desvanece un día más. Porque ninguna pesadilla conseguirá ensordecer unos latidos. Los glóbulos rojos revientan por bocanadas que intentan abarcar cuanto alcanza la vista. Los blancos deciden imitar a los hombres y se precipitan a cualquier hueco oscuro sin el turquesa de la esperanza. Y las plaquetas han optado por las narices de payaso y por derribar todos los muros. La sangre no deja de fluir, ni la piel deja de sudar, ni el Sol se deja caer del todo por el horizonte teñido de celeste. Que las ilusiones lo sacan a flote todas las mañanas, siempre a deshora. Y los espejismos siempre aparecen en el momento menos pensado.
Y ojos, corazón y alma. Risas ,sangre y espejos. Fuego. Lagrimas, barricadas de sal y legañas, trincheras de ojeras llenas a rebosar de noches memorables. Sudor. Sudor chillidos y cicatrices de mil vidas del color de las llamas que arden para siempre.
Porque las heridas curtieron la piel hasta los huesos y el alma hasta la tristeza, pero por la vida hasta la muerte. El único lugar al que vale la pena llegar.
El único lugar por el que vale la pena vivir
2 comentarios:
A falta de número pi, buenas son paranoias del aburrimiento en clase XD
Muy bueno el juego de colores. Ahora bien, te recomiendo que intentes lo de los números: es duro, pero muy interesante (aunque no todos piensen lo mismo).
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