viernes, 25 de enero de 2013

Conversación con el conejo blanco



La casa está en silencio y a oscuras. Justo como debe de estar. Dejo las llaves en la mesa de la entrada, bebo un vaso de agua en la cocina. Después, me siento en el sofá. Aflojo el nudo de la corbata. Aparece, de pronto, el conejo blanco. Empieza a observar los adornos del salón. Coge, de una de las mesillas, una foto, la de hace cuatro veranos, la playa, tormenta y ella y yo sonriendo a la cámara. El conejo blanco niega con la cabeza mientras mira la foto. Luego la devuelve con cuidado a su sitio.

-De hace cuatro veranos ¿verdad?

-Sí –contesto.

-Parecéis contentos.

-Sí, lo parecemos. 

Durante un breve instante me golpea el viento rabioso de aquella vez, en aquella playa, en aquel verano. El viento me despeina y es frío. Luego pasa, vuelvo a estar sentado en el sofá. El conejo blanco parece pensativo. 

-¿En qué estás pensando?

-En nada, da igual –contesta el conejo blanco-. Deberías guardar en algún cajón las fotos en las que sale ella. 

-Lo he intentado.

El conejo pega un salto y sube a la mesa de delante del sofá, me mira a los ojos.  Me coge por el cuello de la camisa y me acerca hacia su rostro. El conejo blanco frunce el ceño.

-¿Cuándo vas a despertar? ¿Cuándo vas a olvidarte de ella? Expones sus fotos en tu salón cómo si todavía siguiera contigo. ¿Qué crees que piensan aquellos que invitas a tu casa? ¿No te has fijado en cómo te miran? Voy a prepararnos un par de copas. Ginebra ¿no?

-Sí, con tónica.

Me suelta y se dirige a la cocina. Silva una canción mientras prepara las bebidas. Sí, el conejo blanco tiene razón, siempre la tiene. Pero hoy no puedo guardar sus fotografías. Lo haré mañana. Sí, mañana. El conejo blanco trae las bebidas en copas de cristal del armario de arriba de la cocina. Las deja sobre la mesa, después se dirige al aparato de música y lo enciende. Selecciona un cedé entre los que hay un estante más abajo del reproductor. A los pocos segundos suena a poco volumen People Are Strange. El conejo blanco levanta la copa.

-Un brindis, venga. Por ti.

-Gracias.

Chocamos las copas. Doy un sorbo al gin-tonic. El conejo blanco ríe. 

-Mira, sabes qué ya tendrías que haberlo superado. Han pasado dos años. Y tú sabes mejor que nadie que no va a volver aquí. Espera un momento.

El conejo blanco sale del salón, dejo de escuchar sus pasos. No sé a dónde va, pero tarda unos diez minutos en volver. Trae algo en la mano. Es un billete de avión de hace dos años.

-Míralo bien. ¿Qué es?

-Es un billete de avión. 

-¿Qué pone?

-Día */09/201*. Destino ****. Hora de salida 14:30. Hora de llegada: 20:45. Billete solo de ida.

-¿Puedes repetir eso último?

-Billete… solo de ida.

-¿Qué significa que solo sea de ida?

-…

-Dime.

-Que no va a volver.

-Veo que  has comprendido.

El conejo blanco sonríe y se termina la copa.

2 comentarios:

C.S dijo...

Me gusta que te hayas pasado a un relato de diálogo tan directo y descriptivo. Me gusta. ¿de dónde sale la idea para el conejo blanco? y me encanta lo de tachar la palabra ella cada vez que sale. Un gran recurso dramático y visual.

Sara dijo...

Un texto muy interesante, Mario. Cuando terminé de leerlo, mi primera pregunta fue ¿quién es el conejo blanco? La respuesta es obvia claro: ¡¡el conejo blanco es el conejo blanco, por supuesto!! Un conejo impecablemente vestido y con un reloj gigante que mira constantemente. Sólo que en esta ocasión es además un viejo amigo (sabe dónde están las cosas en nuestra cocina, sabe qué música necesitamos oír…), acostumbrado a nuestros bajones, a las peores rachas… demasiado habituado; tal vez hasta el punto de que ya está tan harto de nosotros como nosotros mismos. Y entonces hace lo que todo buen amigo debería hacer, beber contigo y lanzarte las verdades a la cara.

A lo mejor me equivoco, pero este conejo blanco con dotes de psicológico (un poco burlón a veces: se ríe, silva una canción…), podría encarnar más bien la voz de la sensatez -o de la realidad más dolorosa-, a la que rara vez escuchamos, aunque siempre tenga razón.

Aparte creo que es un discurso muy equilibrado: alternas diálogo con la descripción detallista. También creo que es notable cómo en unas pocas líneas, diciendo aparentemente cosas intrascendentales, revelas los puntos más clave del personaje “protagonista” (el aflojarse el nudo de la corbata nada más llegar, o el beber un baso de agua, sus respuestas lacónicas pero sinceras… todo ello consigue hacer la sensación de abandono y soledad más profunda, más real).

Un par de detalles que me han gustado: ese pensamiento en cursiva, y ese ella tachado.
Y la frase con la que me quedaría: "La casa está en silencio y a oscuras. Justo como debe de estar." Una gran manera de empezar.