jueves, 21 de febrero de 2013

El lado de las bestias

" Un cuadro en blanco, como si de lágrimas condenadas se trataran, que nunca llegaron a salir des su lugar, como una ligera brisa otoñal que te concede sensación de libertad."

El aula de pintura está llena, pero a la vez vacía, porque la pasión del dibujo, me llega a absorver por completo. El ruido, es algo tan material, tan alto y fuerte, que parece que obliga al silencio a esconderse lejos de él. El timbre que da fin a la clase me devuelve a la clase. El lienzo aún está en blanco. Poco a poco mis "compañeros" se van llendo por grupos o separados, mientras charlan. Las clases ya han terminado, pero yo quiero seguir aquí, quiero pintar el lienzo, así que pido permiso. Claramente me lo dan, y me dicen que cierre bien al salir, y que no me quede hasta muy tarde. De camino al aula, con la llave de la clase, pienso:
- <<No me quedaré mucho, aunque tampoco me daré prisa, ya que nadie me espera en casa. >>
Abro la puerta y la cierro tras de mí. Paso tres horas sentado ante ese blanco lienzo, pero aunque me guste pintar, la idea o inspiración no me llega. Miro la ventana, ya estaba oscureciendo, en ese momento, oigo un ruido extraño en el pasillo, lo ignoro mientras recojo mis cosas, pero no termino de recoger, porque unos pasos lentos pero sonoros en el pasillo vacío creaban un eco siniestro, y marcaban cada paso. Los pasos cesaron delante de la puerta y una gota de sudor me recorrió la espalda, provocándome piel de gallina y escalofríos. Lentamente la puerta empezó a deslizarse y me quedé paralizado, deseaba moverme, pero el cuerpo no me respondía, estaba paralizado, pero no sabía porque me sentía así. ¿Qué podría ser lo que me provocase esto?. La puerta terminó de deslizarse, y de ella salió una figura de un joven, de aspecto provocativo, de pelo rojo ardiente como el fuego, de alto y en silencio entró en la sala y cerró la puerta tras de sí. Empecé a temblar sin razón aparente, este abrió la boca de forma descomunal, enseñándome una hilera de perfectos y torcidos dientes, que parecían afilados y transformándose en una bestia. Me gruñó, y supe que en cualquier instante esa bestia me saltaría encima y me desgarraría despiadadamente. Empecé a llorar inconscientemente. La bestia emitió un gruñido y se lanzó ferozmente sobre mí,<<como yo cuando veo un trozo de chocolate en la nevera...>>, el caso es que creí que ese sería mi final, pero no, la bestia emitió un sonido y en un segundo la cabeza de la bestia estaba a unos dos metros del cuerpo. Temblando caigo al suelo, cubierto de sudor. Sentí unos ojos mirarme fijamente desde la ventana. Al fijarme, ví a otro joven, con la mano cubirta de afiladas garras, se desaparecieron al mirarle. Este me miró fijamente y dije con un valor que no yo mismo sé de donde saqué:
- ¿Qué es esa cosa?
- Se llama Kaiju, yo soy uno, pero a diferencia de él tu no estás en mi menú...
Se quedó mirando algo de manera extraña, y caí en la cuenta de que tenía una herida y este me besó en el lugar exacto por donde salia la sangre, me ruboricé sin pensarlo y este me susurró al oido:
-Piensa pequeño cantor que hasta la mas pequeña flor daño te puede hacer.
Tras esto caí dormido, al despertar estaba en mi casa, y en mi ventana estaba él, que dijo:
- Hola soy tu Kaiju, y este será nuestro secreto...

CONTINUARÁ.........

1 comentario:

C.S dijo...

Uno de tus mejores relatos Mireia, sigue así ;)