Paula:
Nada va a cambiar mi mundo.
Las luces me atraviesan y sin despedirse se alejan.
No siempre puedes tener lo que quieres.
No puedo tenerte.
Y es aquí, en esta gris estación de tren donde te extrañaré
toda mi vida.
Nada va a cambiar mi mundo pero es aquí donde hoy empieza
otra vida.
Pienso en ti mientras espero al tren. No siempre se puede
tener lo que se quiere, y sé que a ti ya no te tendré. Ordeno los recuerdos que
me quedan de nosotros colocándolos en el banco; aquí se quedarán para
extrañarte toda la vida porque yo empiezo una nueva, y esta empieza con la
columna de vapor que sale de la locomotora.
Subo al tren cuando el revisor da su último aviso. Las luces
del alba me atraviesan y sin despedirse se alejan. La gris estación queda atrás
y con ella la ciudad llena de humos. Con un suave traqueteo cruzamos el río y
nos adentramos en los campos, los girasoles se abren ante el amanecer. Viajamos
entre colinas verdes con vacas pastando y rebaños de ovejas somnolientas que
nos miran pasar. El Sol parece iluminarnos el camino a través del valle,
cruzándolo a toda velocidad, el tren deja su característica estela de vapor
hasta que llegamos al mar. El azul se abre ante nosotros que giramos a un lado
para recorrer la costa.
En muy
poco tiempo llegaremos al pequeño pueblo pesquero donde me espera mi nueva
casa. Ella está en lo alto, mirando con aires viejos al inmenso océano. En ella
descansaré y disfrutaré empezando una nueva vida.
1 comentario:
Me encanta tu forma de incluir tanto lo que tú escribiste, Ulises, como el punto de partida dado por Paula. Ambos textos son preciosos, enhorabuena!
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