Hoy me siento en mi rincón, al norte de la materia gris, donde tiritan los recuerdos en la lejanía. Los que me arrancaron mil pedazos, los que me sacaron los dientes con alicates encendidos, los que envié a la oscuridad llena de lobos.
Hoy me dejo peinar por el viento, y me limpio con el mar, y con tu sudor, y mi sangre corre empujada por los ríos y las gotas de lluvia.
Hoy me despierto, desvelado por la luz de las persianas entreabiertas de tus ojos, abrazado al manto caliente de tu piel. Me demoro entre tu pelo y me aferro a las curvas de tu cuello. Y ni el despertador ni el estruendo de las llamadas perdidas separan mi mano del borde de tu espalda..
Hoy, en mi rincón, sólo quedan tus mordiscos, y el espacio vacío que llenó el roce de tus dedos. Sólo recuerdo mi memoria de rayos de Sol, y los sueños de cuando dormía entre tu ombligo y los restos quemados de mi lengua. Sólo deseo volver acoger todo lo que me dejé, a cambiarle el agua a tus adentros, a marcarte los senderos con huellas nuevas, a modelarte los suspiros de placer con mis dedos siempre en llamas.
Y aquí me quedo, hecho un cristo, sin palomitas ni café, sin fuego en el mechero ni espuma en la cerveza. Aquí, para andar sobre el mar y entre las nubes, para desgarrarte las pesadillas hasta retejerme la ropa interior con sus jirones. Para que las heridas de nuestras noches sin Luna no desaparezcan del todo. Para que los cardenales sean producto de la risa y el crujir de los huesos de no querer soltarse.
Todo por algo llameante que florece entre las piernas y algún producto nocivo que lo inflama todo, alguna droga alucinógena que deforma las caderas y hace ver el paraíso.
Por el amanecer y la luz zambulléndose en el cielo. Por las puertas abiertas sólo a la suerte y a los caminos inescrutables del destino. Por las que se cierran con un sonoro beso y por las que se quedan de par en par al dejar caer los párpados.
Por tu cuerpo desnudo posado en la superficie de mis pensamientos, sujeto en montañas de tela de araña.
Todo para masticarte hasta el tuétano, hasta lamer el plato y no dejar restos de porcelana. Hasta beberme todos los posos al fondo de este vaso ni medio lleno ni medio vacío, que a nadie le importan las profecías de más de dos minutos ni futuros que arranquen segundos al presente con sus ojalás.
Para dejar al aire con las ganas. Para dar envidia a los perros, para que los gatos nos pidan estos lamidos que ya tienen dueño y los ángeles nos cambien sus alas por tres gotas de lo se siente entre las sábanas, pero nosotros ya tenemos alas.
Por todo, para nada, por sentir, para respirar. Porque sí, porque nos da la gana, para vivir y para negarlo todo. Por olvidar, para tener siempre algo que recordar. Por los átomos inexistentes del vacío y por las Lunas de un asteroide sin rumbo. Por el sabor a miel del océano, por las briznas de hierba del Sol, por la música que repiquetea en el silencio y los mil colores del agua.
Para que nos consuma la locura y se oxiden un poco las dagas de la realidad. Para que se marche volando la cordura, y la tierra firme, y aquí, en medio de ninguna parte, en mi rincón, nos dejen dormir a la deriva, sin movernos ni para tomar oxígeno, sin que nada interrumpa el Tic-Tac sin fin de la sangre, sin percatarnos de que existe algo más que hoy.
Hoy me dejo peinar por el viento, y me limpio con el mar, y con tu sudor, y mi sangre corre empujada por los ríos y las gotas de lluvia.
Hoy me despierto, desvelado por la luz de las persianas entreabiertas de tus ojos, abrazado al manto caliente de tu piel. Me demoro entre tu pelo y me aferro a las curvas de tu cuello. Y ni el despertador ni el estruendo de las llamadas perdidas separan mi mano del borde de tu espalda..
Hoy, en mi rincón, sólo quedan tus mordiscos, y el espacio vacío que llenó el roce de tus dedos. Sólo recuerdo mi memoria de rayos de Sol, y los sueños de cuando dormía entre tu ombligo y los restos quemados de mi lengua. Sólo deseo volver acoger todo lo que me dejé, a cambiarle el agua a tus adentros, a marcarte los senderos con huellas nuevas, a modelarte los suspiros de placer con mis dedos siempre en llamas.
Y aquí me quedo, hecho un cristo, sin palomitas ni café, sin fuego en el mechero ni espuma en la cerveza. Aquí, para andar sobre el mar y entre las nubes, para desgarrarte las pesadillas hasta retejerme la ropa interior con sus jirones. Para que las heridas de nuestras noches sin Luna no desaparezcan del todo. Para que los cardenales sean producto de la risa y el crujir de los huesos de no querer soltarse.
Todo por algo llameante que florece entre las piernas y algún producto nocivo que lo inflama todo, alguna droga alucinógena que deforma las caderas y hace ver el paraíso.
Por el amanecer y la luz zambulléndose en el cielo. Por las puertas abiertas sólo a la suerte y a los caminos inescrutables del destino. Por las que se cierran con un sonoro beso y por las que se quedan de par en par al dejar caer los párpados.
Por tu cuerpo desnudo posado en la superficie de mis pensamientos, sujeto en montañas de tela de araña.
Todo para masticarte hasta el tuétano, hasta lamer el plato y no dejar restos de porcelana. Hasta beberme todos los posos al fondo de este vaso ni medio lleno ni medio vacío, que a nadie le importan las profecías de más de dos minutos ni futuros que arranquen segundos al presente con sus ojalás.
Para dejar al aire con las ganas. Para dar envidia a los perros, para que los gatos nos pidan estos lamidos que ya tienen dueño y los ángeles nos cambien sus alas por tres gotas de lo se siente entre las sábanas, pero nosotros ya tenemos alas.
Por todo, para nada, por sentir, para respirar. Porque sí, porque nos da la gana, para vivir y para negarlo todo. Por olvidar, para tener siempre algo que recordar. Por los átomos inexistentes del vacío y por las Lunas de un asteroide sin rumbo. Por el sabor a miel del océano, por las briznas de hierba del Sol, por la música que repiquetea en el silencio y los mil colores del agua.
Para que nos consuma la locura y se oxiden un poco las dagas de la realidad. Para que se marche volando la cordura, y la tierra firme, y aquí, en medio de ninguna parte, en mi rincón, nos dejen dormir a la deriva, sin movernos ni para tomar oxígeno, sin que nada interrumpa el Tic-Tac sin fin de la sangre, sin percatarnos de que existe algo más que hoy.
3 comentarios:
Hala! para que no te quejes Pura, espero que os guste...
Pero que conste que así, con presión, no mola trabajar XD
Se yo de alguien que se pondrá muy contenta al leer esto, como los gatos cuando se arrebujan. Muy bonito Daniel oda al carpe diem, y al amor íntimo, con presión y todo! :P
¡¡¡Vivan las alas que da el amor!!! Y los rincones...
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