La oscuridad es un lugar al que
nadie quiere acercarse, y que el resto busca para poder esconderse. Cobijarse
de un mundo donde hay demasiada gente… y resulta difícil encontrarse. Y es que
a veces sentimos que las calles que transitamos no nos llevarán a ninguna
parte, pero aún así necesitamos seguir caminando. Porque quizá, si nos paramos,
nunca volveremos a movernos. Y queremos seguir adelante, buscando siempre entre
las sombras… Porque la luz es difícil de encontrar, aunque necesitemos que nos
guie desesperadamente. Encontrar a una persona que nos mire y confíe en
nosotros, que nos coja de la mano y trace un mapa en nuestra palma con las
yemas de sus dedos. Yo te encontré a ti, y luego te perdí. Me solté y el bullicio
me engulló. ¿Qué puedo hacer ahora?
Las luces me llevarán a casa,
¿decías?
Yo no sé donde estoy, por donde
transito. Pero quiero llegar, ¡ansío llegar! hasta donde tú dijiste, hasta el
lugar que tú me dibujaste sobre la piel… Por eso me interno en la noche y la
temo, pero también la necesito. Las estrellas sólo se ven en el cielo cuando la
luna brilla. Desde el cristal de mi ventana miro la ciudad en llamas, todas
esas bombillas, titilando como velas, como motas de fuego en un mar de cemento
y metrópoli. La noche me recoge, me asusta, pero también me parece un lienzo. Si
en ella camino, en ella me pierdo y cuando regreso, los escalones de mi casa no
se han marchado. Sólo una parte de mi se fue lejos y así de lejos estás tú.
Quizá si todo se combina… mis pies cadentes, hacia delante, un fulgor, en la
nada, en la oscuridad como un faro en el borde de un acantilado; y tu voz,
guiándome hasta donde te has marchado. Así… quizá, sólo quizá, no pueda volver
a perderme.
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