sábado, 12 de febrero de 2011

5 maneras de morir en la actualidad

7 de Abril de 2009. Me encontraba tomando un café en una cafetería próxima al centro. Acompañado de mi mejor amigo Rubén, pagamos y fuimos a dar una vuelta. Hablábamos de lo que nos gustaría hacer en nuestra vida adulta; el, viajar por todo el mundo y vivir en todos los rincones del planeta, yo, vivir en Madrid y buscar novia cuanto antes, aunque le seguí la corriente. Me sentía extraño y seguro junto a él. Ya nos conocíamos desde hace 7 años, desde 1º de la ESO. Cruzábamos por la calle Príncipe de Vergara cuando un autobús me atropelló, y fallecí en el acto.

Veinte de Agosto de2008. Miércoles. Mi novio me esperaría en el aeropuerto cuando llegase. No nos veíamos desde hacía un mes. Me moría por sentir mi cuerpo junto al suyo, por pasar noches de verano como antaño, en que me diera los buenos días con su voz dulce y melodiosa, en que charláramos largo y tendido durante horas con la puesta de sol. Pero por otra parte no quería dejar Madrid. Ahí quería hacer mi vida, y por el estúpido trabajo de Carlos tenía que coger un estúpido avión que por cierto ya iba en retraso. Señal de cinturones. Las alas se despliegan. Apagar móviles. Ruido fuerte de los motores. Despegue. ¿Despegue? Y estoy muerta.

3 de Marzo de 2004. Irak. Me encontraba descansando junto a mi pelotón formado por 15 hombres, la mayoría negros. Todos nosotros éramos norteamericanos. Dentro de una hora tendríamos que atacar un barrio chiita a unos 5 kilómetros. Me acordaba de mi hija pequeña, y de que dentro de un mes cumpliría 4 años. Me acordaba de mi mujer y sus cabellos rizados que desprendían un olor a almendra mezclado con olor a Johnson baby. Se me escapaba una lágrima pensando que tal vez dentro de una hora podría perder la vida y dentro de tres se lo comunicarían a mi mujer. Nos arrancan de nuestros pensamientos y nos indican que subamos al vehículo que nos llevara al barrio chiita. En el camino no pronunciamos palabra, no nos miramos, sabemos que si lo hacemos veremos el rostro de la muerte. Nos bajamos. Se oyen tiros cercanos a nosotros. Avanzamos deprisa, y no puedo evitar que me vengan a la cabeza imágenes de los mejores momentos con mi hija. Estoy Muerto.

Me encontraba en la cama de un mugroso hospital en la capital de mi país, Kinshasa, en el Congo. Les pregunté a los médicos una y otra vez que tengo, a voces, a gritos, pero no obtenía respuesta. Ya me rendí y pedí por favor que salvaran a mi hijo, y que si le salvan un día pueda ir a la escuela y ser un gran hombre. Con muchísimo esfuerzo me levanté e intenté leer la placa de diagnostico que se situaba a los pies de mi cama. Ahora estoy muerta.

8 de Febrero de 1997. Estados Unidos. Washington. Otra vez llegaba tarde al trabajo, no me lo podía permitir. Además en esa mañana tenía que exponer el trabajo de 2 meses enteros. Cojo el coche y me desvío hacia la interestatal 395, giro a la derecha y ahora por autovía normal. Me encuentro con un viejo camión que llevaba parecían hierros. Un frenazo. Estoy muerto.

2 comentarios:

Daniel Rosselló Rubio dijo...

jajajaj...qué cojones...quien es el autor de ésto?? me gusta, aunque no se si es de humor negro o debería ser triste XD

Pura dijo...

Bueno, bueno... es inquietante y hace pensar. ¿Por qué este orden y no otro?