martes, 30 de noviembre de 2010

Y colorín colorado…

Hoy vamos a escribir en parejas un cuento pero lo haremos al revés, es decir, desde el “y colorín colorado” al “érase una vez”. Y hay que tener cuidado con respetar la cronología y no adelantar acontecimientos, aunque no sea lo más lógico (quiero decir, que si la madrastra le da a Blancanieves la manzana envenenada, no podemos hacer referencias a por qué se la da hasta que no suceda el episodio del espejo).

Espero que salgan cosas bonitas y que podamos publicar alguna en el blog de la radio. ¡Ánimo!

Inmensidad

“…As I walk all I can see is you
As I breathe all I can feel is you
As I talk all I can hear is you
As I live all I can live for is you…”

Pero la canción se paró, tiró de los cables y los auriculares se mecieron y cayeron de sus oídos, pendiendo de los hilos a medio metro sobre el suelo. Esa es la sensación, existir, caer y mantenerse, todo en unos malditos auriculares. ¿Por qué tienen que hablar las canciones? Se maldijo, porque hablan de mi, de mi vida, de mis constantes miedos, los de vivir por y para otro, aunque le quieras, aunque esté muerto.

Quizá sea por eso, porque ya no está, pero está aquí siempre. Pensó. Aquí, en mi agujerado corazón. La bala le dio a él, y ella fue la que quedó herida.

Miró sus botas, allá abajo, sobre el suelo, más cerca de él que de ella. Por eso no podía seguir escuchando, porque él estaba en todas las cosas, porque todas aquellas frases eran tan ciertas como que su sangre ya no recorría igual su cuerpo, ahora lo hacía más lentamente, ya que no tenía razones para vivir. Había hecho de su cuerpo fuego, y de éste cenizas. Y ese montón de sueños sin dueño, se habían convertido en líneas perdidas flotando en el aire, trazando direcciones en medio del Cañón del Colorado, su sitio favorito del mundo, decía, porque le parecía contemplar la inmensa belleza del mundo.

Él decía, también, que en mis ojos veía Colorado, fue el cumplido más bonito que nunca me regaló, expresaba que yo era la belleza del mundo. No puedes olvidar a alguien así, y nunca podrías ser capaz de dejar de quererle. Hay cosas imposibles, y esa lo es.



Caminó, reanudo el paso. Su paso… tan firme antes, tan vacío ahora. Tan vacuo que podría echar a volar, pero no lo hacía, porque si subía y subía y subía luego caería y no sería capaz de parar, chocaría contra la realidad con todo su peso. Sería el todo contra la nada, y siempre ganaba el todo. Caminó sin rumbo, porque aquel paraíso de cemento sabía guiarla, pero siempre hacia aquellos lugares que habían compartido, aún lo hacían. Adoraba aquella ciudad como adoraba su casa, eran ambas cosas, y ya nunca podrían desunirse, allí había vivido. El resto había sido vida, pero no la había vivido. Miró hacia el cielo, aquello sí era la inmensidad, allí debería de estar él, no porque fuera un ángel, sino porque desde allá arriba lo vería todo, la mejor fotografía de la historia. Acarició su cámara como si le acariciase a él, pues hay algo en los objetos que pertenecieron a quienes amamos que supera toda lógica, ya que guardan para siempre el sabor al pasado. Sacó la cámara y empezó a disparar, casi sin medida, respirando el cliqueo del disparador, grabar esos instantes, el mundo en movimiento. Sólo le quedaban los recuerdos, los de su cabeza, y los de su cámara. Sin ellos se habría tirado por un puente. Sin tener esa parte de él, habría sido como perderle para siempre… más allá de la muerte, del frío del cuerpo cuando ya no hay alguien dentro de él. Habría sido como morir dos veces, morir sin remedio. Morir con una cadena atada al cuello.

Y luego se paró, se imaginó que, si se convencía a sí misma, sería capaz de parar el tiempo, y luego hacerlo girar hacia atrás. Que volvería a verle. Cerró los ojos con fuerza, sintió como su mente se quedaba en blanco, mientras pasaban a su lado todos los sonidos. Pero cuando los abrió, él no estaba. No estaría. No está.


Me estoy volviendo loca. Pero… ¿y si eso es lo único que me queda, la locura? Estaría bien, tan bien tenerle para siempre, aunque no esté. Tenerle alojado en el agujero de bala, imaginaré que está allí y cada vez que piense que estoy loca, pensaré que es el corazón, que me duele tanto que quiero morir, y no lo hago. Esa es mi locura, quedarme retenida en la nada, cuando él está al otro lado. Podríamos ser los dos recuerdos, recuerdos felices. Pero ya no lo seremos.


Son ese tipo de certezas, como la incapacidad de dar marcha atrás a los acontecimientos, las que hacen que nos estalle la cabeza, se nos inunde el alma, se nos muera la vista y dejemos de existir, cansados de no poder ser como queremos. Amar de esa forma es algo creado por el tejido acuoso y etéreo de las nubes, es polvo de Saturno, y la luz de un rayo. Es vida dentro de vida, y un pálpito, es el negro nocturno y el carmesí de la sangre corriendo tan rápido como un cometa, es la pérdida de la respiración, es la nada luchando contra el todo, es más que todo. Es blanco sobre blanco, inmensidad.

Inmensidad.

Eso era, él había sido su inmensidad. ¿Y cómo se vive en algo inabarcable?

Se ama.

domingo, 28 de noviembre de 2010

NOTA INFORMATIVA

¡Hola! Esta es una Nota Informativa para que todos los integrantes del blog sepais que hay abiertas, en este nuestro blog, dos páginas nuevas, situadas bajo el icono del Hilo Azul tan chulo que Bea creó en su momento.
Son páginas relativas a, por un lado, Concursos Literarios o páginas que hablan de los mismos, y por otro, una dedicada a la difusión de seminarios, jornadas, charlas o exposiciones relativas al mundo literario o de la escritura, para que estemos enterados y entre todos creemos una red de información.

¡Espero que os animeis a echarles un vistazo, mejorarlas y aumentarlas!

lunes, 22 de noviembre de 2010

The mess I made.

Es como si quisiera decir algo y no pudiera, como si tuviera fuegos artificiales, y lágrimas y tornados aquí dentro – se tocó el pecho – y no puedo gritar, ni soltarlos, quiero abrir el cielo de un navajazo y dejar que la lluvia me permita respirar, quiero vivir maldita sea, y no sé cómo.

Así que me quedo aquí, y te miro, y te quiero. Pero no lo digo, sólo te miro y siento con todas mis fuerzas que si cierro los ojos me moriré, volaré hasta el infinito y caeré y así, así al fin podré sentir algo. Que lo que vivo no es cierto, que puedo imaginarlo todo de nuevo. Quiero que me beses, eso quiero, hacer estallar los cristales, cometer locuras que no tengan vuelta atrás, reescribir la historia, hallar un final para esta novela, escribir la primera mejor frase de la historia que describa lo que es imposible de resumir, este ardor en mi pecho, este frenesí, ¿es esto vivir? ¿Es esto sufrir, morir? Quiero que recojas mis pedazos y leas en los rastros quién soy yo, de quién te has enamorado, si soy un fraude o si soy el amor de tu vida, si vale algo esto que sentimos, esto que respiramos, este amor que nos consume y esta sensación de pérdida, de fatiga, de sublime dolor, de ansia, de viaje por recorrer. Siento que vuelo, ¿no me ves? Siento que soy más que yo misma, siento que si pienso un segundo más me desvaneceré. Bésame, y dejamos que el mundo se caiga. Son nuestras trincheras, y ganaremos la guerra a golpe de poemas, quiéreme mucho, quiéreme siempre, fabrica la única arma que pueda romperme el corazón y luego bombéame felicidad, de esa que enciende los ojos y hace que tu mirada sea siempre mía, para que cuando te vea, se ilumine el universo.

Eso es lo que quiero decir y no puedo. Voy a escribirme unas alas, y echar a volar. De una maldita vez, volar.


¿Héroes?

Nuestros héroes

Peter Pan

CADA VEZ QUE hay luna llena yo cierro las ventanas de casa, porque el padre de Mendoza es el hombre lobo y no quiero que se meta en mi cuarto. En verdad no debería asustarme porque el papá de Salazar es Batman y a esas horas debería estar vigilando las calles, pero mejor cierro la ventana porque Merino dice que su padre es Joker, y Joker se la tiene jurada al papá de Salazar.

Todos los papás de mis amigos son superhéroes o villanos famosos, menos mi padre que insiste en que él sólo vende seguros y que no me crea esas tonterías. Aunque no son tonterías porque el otro día Gómez me dijo que su papá era Tarzán y me enseñó su cuchillo, todo manchado con sangre de leopardo.

A mí me gustaría que mi padre fuese alguien, pero no hay ningún héroe que use corbata y chaqueta de cuadritos. Si yo fuera hijo de Conan, Skywalker o Spiderman, entonces nadie volvería a pegarme en el recreo. Por eso me puse a pensar quién podría ser mi padre.

Un día se quedó frito leyendo el periódico y lo vi todo flaco y largo sobre el sofá, con sus bigotes de mosquetero y sus manos pálidas, blancas blancas como el mármol de la mesa. Entonces corrí a la cocina y saqué el hacha de cortar la carne. Por la ventana entraban la luz de la luna y los aullidos del papá de Mendoza, pero mi padre ya grita más fuerte y parece un pirata de verdad. Que se cuiden Merino, Salazar y Gómez, porque ahora soy el hijo del Capitán Garfio.


Fernando Iwasaki. Ajuar funerario


Hoy hay que escribir un cuento corto siguiendo la estela de este de Fernando Iwasaki, cuyo tema se centre en cómo convertir a los otros o a nosotros mismos en héroes. Cada uno que adopte la visión que le apetezca (realista, irónica, nostálgica, destructiva…). Tiene que estar en 1ª persona.

martes, 16 de noviembre de 2010

A cada uno lo suyo


Este miércoles a cada componente del Taller le será asignada una tarea solo para él. Lo único que tiene que hacer es ponerse a escribir, ajustándose a lo pedido. Los demás intentaremos reconstruir cuál era la consigna de cada uno según se vayan leyendo.

lunes, 8 de noviembre de 2010

A escribir...y a leer

La propuesta de esta semana es muy sencilla :

Podremos escribir aquello que nos plazca (ensayo, cuento para niños, poesía, novela policíaca, un fragmento de la biblia en sánscrito o el prospecto de contraindicaciones de la viagra) con la única condición de que dicho texto estará hecho expresamente para ser leído. Es decir, que las persecuciones deberán resultar trepidantes, las historias tristes gas lacrimógeno, los diálogos con voces diferenciados, etc... imaginad que estáis alrededor de una hoguera o que os tenéis que ganar la vida contando cuentos en el retiro para los niños o como sea que queráis mentalizaros.

Así pues, a escribir...y a leer!!

jueves, 4 de noviembre de 2010

De aquí a aquí.

Los osos hibernan porque permanecen en letargo todo el invierno. Durante este tiempo reducen los latidos de su corazón a diez pulsaciones por minuto, respiran lenta y profundamente y queman toda la grasa acumulada durante el año. Se pasan la primavera comiendo, engordando, acumulando reservas para no morir en invierno. Y cuando llega el frío, se encierran en una cueva oscura a no hacer absolutamente nada más que vivir de las rentas.

Eso mismo le pasó a Jaime. Lo de vive rápido, muere joven y todo eso del Carpe Diem... Era su Biblia. Se lo creía a pies juntillas. Y consiguió llevarlo a cabo, al menos la parte de vivir rápido. Cuando Jaime consiguió desprenderse del lastre de la edad, de los estudios, de la moral, de la presión de grupo, empezó una frenética carrera hacia una muerte que veía próxima e, incluso, deseable.

Jaime empezó cosas, aunque casi nunca las terminó; Jaime no necesitó nunca a nadie, aunque amó intensamente a todos los que pasaron opr su vida; Jaime viajó, habló, voló, saltó, gritó, aprendió, soñó, cantó, tomó, exclamó, arañó, observó, dibujó, pintó, comió, bebió, experimentó, se drogó, se probó, consumió cada pedazo de vida que se le había otorgado. Exprimió todos y cada uno de los momentos, sin dejarse nada por hacer ni nada por disfrutar.

Jaime se alimentó de sonidos, paisajes, aromas, del sabor de mil bocas, del tacto de un millón de pieles. Engordó y engordó el tejido adiposo de su corazón, ganó kilos de experiencia. Consumió en apenas cinco años lo necesario para sobrevivir todos los inviernos.

Y cuando hubo gastado toda la vida que tenía por delante, supuso que debería morir. El problema es que no lo hizo. Ni murió joven, ni dejó un bonito cadáver, ni tuvo valor para suicidarse y dejar escrita una leyenda a su espalda. Cuando Jaime acabó con todo lo que tenía que vivir, entró en estado de hibernación.

Se sentó a esperar una muerte que no llegaba y, mientras, su ritmo se ralentizó, el aire comenzó a llegar más dentro de sus pulmones, adormeciéndole, y comenzó a quemar en forma de recuerdos la gruesa capa de emociones que impedía que se congelase en el desierto de hielo.

Por fin, un día, Jaime se dio cuenta de que ninguna primavera ni, por supuesto, ninguna muerte vendrían a terminar con su letargo. Y decidió, no se sabe muy bien cómo, ponerse otra vez en marcha. Intentó ir despacio al principio, para no caer en un nuevo sprint hacia la muerte. Ya se sabe, sin embargo, que la cabra tira al monte. Pronto, Jaime empezó a buscar una inyección de adrenalina que hiciese girar un mundo demasiado plano y quieto. No sabía cómo lo hacían los demás para no morirse de aburrimiento, así que empezó a preguntar.

Algunos le hablaron de deporte; de rugby, taekwondo, lucha libre. Otros de viajes a Japón, Zimbabwe, el Amazonas. La mayoría de drogas; algunas que conocía, y muchas que no. Y una chica le habló de un sitio donde, una vez a la semana, se convocaba a las palabras y se las convencía para, a veces con llanto, a veces con risas, viajar a mundos mejores que el suyo.

Y Jaime decidió probarlo. Antes que lesionarse, que dejarse el sueldo en aviones, que volver a drogarse, Jaime quiso aprender a escribir. Y en cuanto puso el boli en el folio, descubrió por qué aquello era mejor que la heroína, cocaína, maría, hachís, rayas, anfetas, tripis, ácidos, LSD, éxtaxis.

Escribiendo, Jaime robó un poco más de vida de las reservas del universo, una parte que no le correspondía pero que hizo suya a través de la tinta. Por eso, asistir al taller de Escritura fue la decisión más importante de su vida.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

De aquí a aquí

Los osos hibernan porque permanecen en letargo todo el invierno. Durante este tiempo reducen los latidos de su corazón a 10 pulsaciones por minuto. Y yo quería sumergirme en el más áspero de los letargos, en el gélido corazón del invierno más frío. Quería acorralar a mis latidos, envolverme en el abrazo irrompible de la escarcha que acompaña al olvido. Y dejar de respirar este oxígeno que pesa, esta inmensa oleada de mal tiempo. Tirar al vacío esa caja de dudas y secretos donde guardo mi mente. Barrer el mundo de un soplido. Estallar en oscuridad. Sucumbir al cansancio. Bañarme en la mirada de Medusa. Quería arrancar de mi organismo su presencia, esas pupilas que se colaban por las rendijas de mi memoria. Quería ahuyentar las imágenes pintadas al óleo de sus gestos cosidos en mis párpados. Aspirar la densa nube de su perfume que obstruye mis pulmones. Abalanzarme contra ese abismo donde el azar reina. Abrirme las venas con las llaves que abren las puertas de las vidas paralelas. Borrar del mapa el peso de los años que se aferran con fuerza a mi báscula. Crear un agujero por el que se caigan estos millares de palabras, estas eternas comas y puntos, estos numerosos signos de interrogación, estas hectáreas de signos de exclamación que me atraviesan el estómago.

Perdido como uno de esos señores grises de Momo entre interminables cuentas matemáticas de mi tiempo vivido y por vivir. Enterrado en las arenas movedizas de la rutina y en el huracán de lo mismo de siempre. En mi cuerpo se matan las ganas de expresar al mundo que me inquieta ese sol que ya no reluce, esa otra cara de la luna que no deja de esconderse, esa guerra que se ríe, ese aplauso que no recibe nadie, ese amanecer que ya no es capaz ni de gritar. Con la piel cubierta de voces que queman como el fuego. Que no dejan de balbucear cosas distintas, cuya prosa o verso tejen por mis arterias párrafos y estrofas que estallan contra mis vertebras. Que se enroscan en mi garganta y se clavan con sus garras de acero en mi cerebro inyectándome el amargo suero de historias que no tienen sentido, de mundos que no existen, de metáforas que duran un instante y luego se disipan como la chispa solitaria de una hoguera. Historias que llenan de noche mis sentidos, que me producen visiones de realidades que por desgracia existen.

Observando el inexacto horizonte de la nada, el amplio territorio donde mueren mis sueños. Intentando sostener esta lluvia de granizo y meteoritos, esas voces que no callan, que no me dejan en paz. Busco una salida, una pared infinita donde expresar con sangre y tinta tantas cosas. Busco kilómetros de asfalto donde relatar la biografía del odio y de la felicidad, el cuento de cómo la tristeza devoró entero al mar. Busco la medicina ilegal que cure este dolor que no hace más que aumentar, este dolor de cabeza, esta indisposición perpetua, este vendaval de burbujas de ácido sulfúrico que no deja de quemar mis huellas dactilares. Busco un papiro infinito donde relatar la historia del bien y del mal que no dejan de perseguirme, el manual de instrucciones de cómo impedir que la vida te coja por sorpresa, el recetario de cómo cocinar un día de lluvia y el reflejo de un rostro en el agua. Busco el cuaderno que soporte las lágrimas del diario de mi ruina y los dibujos que echan a volar sin permiso en mis apuntes. Busco una forma de librarme de por lo menos unas gotas de micro relatos, de un instante de novela, de un siglo de poemas.

Y busqué hasta encontrar una dosis de alivio, una forma de ir vaciando mi piel de voces, de desparramar esas historias, esos sentimientos, esa rabia. Encontré un lugar donde llenarlo todo de colores, donde expresar cualquier cosa. Por eso, asistir al Taller de escritura, fue la decisión más importante de mi vida.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Dónde, cuándo y cómo

Bueno aquí está mi primera entrada :)

Recuerdo el momento en el que abrí los ojos, me costo mas que mover una montaña, sentía el cuerpo dormido y muy descansado, me acordaba de haber estado soñando con un lago, yo estaba en el centro, flotando entre nenúfares, notaba a los peces acercarse a mi espalda y curiosear, me sentía muy a gusto, poco a poco una niebla manó del lago, era suave como algodón, me envolvió y me elevo lentamente, me notaba relajado y tranquilo. La niebla se junto formando una nube ascendiendo, levantándome, arrastrándome hacia un cielo cada vez mas oscuro y menos estrellado, poco a poco todo se ennegreció, y finalmente mi cuerpo cambio de postura hasta estar sentado.

No se si en ese momento me desperté, o sigo durmiendo, pero desde luego no es el mismo sueño. Desde que abrí los ojos me encuentro en un lugar completamente distinto. Estoy dentro de un gran cubo, las paredes son de un tono azul muy negruzco, como si hubiesen pintado encima con carbón, la temperatura es estable y agradable, no siento la llamarada del fuego, ni el caer de la nieve, me encuentro sentado en una silla muy cómoda, tras mirar a mi alrededor he descubierto que hay un equipo medico marcando las constantes vitales, de el salen unos cables recorren el suelo y llegan hasta mi cuerpo. ¡Mi cuerpo, ya no es mío! Me miro y no veo mi cuerpo es mas ni siquiera veo un cuerpo humano, me pongo nervioso, algún aparato empieza a pitar detrás mío, intento levantarme de la silla pero no controlo este cuerpo, me inclino hacia delante y caigo al suelo, resulta que el azul es blando y no me hace daño al caer, noto como algunos cables tiran de mi hacia atrás, hacia las maquinas, noto sensaciones que no sentía antes, mi cuerpo es mas ancho que antes, y con mas extremidades de las que tenia, me empiezo a marear siento cosas que antes no sentía y he dejado de sentir cosas que antes sentía, no noto el tacto del suelo, pero si escucho de una forma distinta, todo parece estar perfectamente ubicado y se oyen los sonidos un poco mas graves, todo ello me marea, y cuando creo que me voy a volver loco mi vista se nubla y mi cerebro se duerme…

Pasan segundos, minutos, horas, días, meses, años, no se cuanto tiempo. Vuelvo a encontrarme en el lago del sueño, pero esta vez es distinto noto mi cuerpo muy blando, como de plastelina, me siento muy flexible. Esta vez no siento los peces, ni veo los nenúfares, pero en cambio descubro que el lago esta en el claro de un bosque, y que en el cielo no hay ninguna nube, parece oscuro pero no llega a ser u negro absoluto. Poco a poco me voy hundiendo en el agua, según me introduzco en el lago todo se hace mas oscuro, siento el agua como un ataúd que me atrapa pero que no me asfixia, ve algunas plantas submarinas pero poco a poco todo se vuelve negro.

Vuelvo a sentirme sentado en una silla tan cómoda como un sillón, lentamente mi cabeza se despeja y despierta. Escucho el sonido de maquinas a mi espalda, y noto una venda sobre mis ojos, la oscuridad me envuelve como una manta en una fría noche de invierno. Muevo mis manos, me toco ¡esta no es mi piel! ¿Me estoy tocando a mi mismo? Creo que si, me noto la piel dura como escamas de lagarto, ¿y mi cuerpo? Según me voy despejando la mente me doy cuenta de que tengo una larga cola, la muevo lentamente sobre el suelo, la levanto ligeramente y la deposito en el suelo, me parece que tengo cuatro brazos y ninguna pierna, me muevo, me levanto. Me quito la venda y descubro que estoy en la misma sala que antes, seis paredes y un color. Mis sentidos empiezan a despertar, noto, al igual que antes, que escucho de otra manera como si todo fuese más exacto.

Dónde, cuándo y Cómo

Sólo conozco el tiempo y el espacio, y esa luz negra. Todos estables y monótonos. Mis constantes vitales siguen en orden, igual que cuando tomé conciencia de mí; aquí no tengo ni frío ni calor, tras estas paredes nada me puede tocar sin que salten alarmas.
Realmente no sé cuánto tiempo llevo aquí, tal vez horas, o días, o meses
. Observo el reloj. Docenas de agujas y dos números: el cero y el infinito.

Observo los muros que forman mi realidad. Camino a través de la luz que emana de ninguna parte. Cuento las esquinas: una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, ...volveré a empezar: una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete,...catorce, diecisiete, veinte,...Me invaden las náuseas y se dobla el mundo y gritan las paredes.

Lo que me rodea no es ni roca, ni aire ni fuego. No huele, no sabe, no es áspero ni liso. Es niebla negra en bloques de hormigón. Es gelatina de madera y hielo.
En mi pecho siguen resonando tambores y se sigue alzando lo que aspiro, que podría ser el vacío o mi propia vida.
Desconozco el origen de la luz, aunque siempre me persigue una sombra del atardecer. Sigo parpadeando y sintiendo dolor. Sigo hambriento, y sediento. Pero sigo vivo.

Busco una grieta, un resquicio por el que filtrarse, una vía de escape. Pido aire, grito, nadie me escucha, tengo hambre y sed. Pero cuanto más quiero huir más densas son las murallas de oscuridad que me acorralan, más me ahogo, más muerde el estómago y sangra la garganta. Cuanto más grito más mudo me vuelvo. Intento escuchar, pero sólo consigo dejar de oír mi propio corazón. Deseo ver, ver lo que sea. Y me vuelvo ciego.
Deseo contar los pasos que mide mi mundo y todo resulta interminable.

Corro en círculos, lo golpeo todo, sangro, me agoto. Quiero ser libre, libre ,libre, libre. Pero todo es cada vez más y más y más y más pequeño. Rezuma cada centímetro de piel cubierto de moratones. Cruje cada hueso que he utilizado de ariete,
Sólo deseo ser coherente y pensar en algo. Pero sólo consigo volverme cada vez más loco y desquiciado.

Intento controlar mis nervios y repiquetean mis costillas de los temblores. Pienso en acabar con ésto que llamo vida, en degollarme con mis propias clavículas. Pero derrepente mi piel resulta impenetrable. Deseo frío de morfina que acabe conmigo en un sueño tranquilo. Pero entonces todo parece querer arder para despertarme.

Ansío un mundo. Un mundo de tres billones de años luz de punta apunta, sin esquinas, con luz y oscuridad, con sonido y sabor y olor.

Pero todo parece simplemente desvanecerse en mi mente, El perímetro que es mi universo se hace más diminuto que nunca, la luz menos luz y el tiempo más eterno. Y todo parece ser un decorado grabado en mis retinas. Sin movimiento, sin cambios. Ni siquiera hay vacío. Ni siquiera hay silencio.

Entonces pienso: pienso que pienso en un lugar ni oscuro ni luminoso. Ni caliente de frío, con límites por todas partes. Sin vacío ni aire que respirar. Pero con vida. Ensordecedoramente silencioso, pero sin silencio. De un material que no es gaseoso ni sólido ni líquido. Un lugar donde no se distinguen ni el fin ni el principio del dolor y donde se sangra infinitamente. Donde todo es miedo e infelicidad.

Entonces los muros desaparecen. Entonces el tiempo de mil millones de años se me viene encima y me hielo de frío y ardo de calor. Mis pulmones se llenan y todo son gritos sin sentido alguno, ensordecidos sólo por el latir de mi propio corazón. Entonces no hay límites, ni dolor ni miedo. Entonces me desbordo de felicidad. Entonces dejo de pensar y mi vida desaparece para siempre.

De aquí a aquí

Este miércoles vamos a trabajar con dos pies forzados, uno al comienzo del relato y otro al final. Nuestra habilidad e ingenio, que nunca pongo en duda, hará que rellenemos adecuadamente la NADA que hay entre medias.

¿Difícil? Qué va… no hay obstáculos para nosotros.

1) De aquí:

“Los osos hibernan porque permanecen en letargo todo el invierno. Durante este tiempo reducen los latidos de su corazón a 10 pulsaciones por minuto”.

2) A aquí:

“Por eso, asistir al Taller de escritura fue la decisión más importante de su vida”.