Arranco las notas musicales, el
rugido gutural que retumba en la caverna. Es color amarillo llameante y
escarlata y azul. Es azufre. Mis ojos ven oscuro y los rostros se muerden los
labios para no decir más maullidos. Se creen libélulas y aletean sus desdichas
crujiendo con cada crepitar de la hoguera. Mis manos no son tales y el vendaval
de hojas me entierra. Este oleaje me devora, los barcos se anclan en tu
lengua, así navego.
Disparo a las almas, me escondo
en las grietas. Entre tus costillas me llega el rocío matinal, llama a mi
puerta el caos de no ser más. De no ser hoy y de no ser mañana. Mis manos se grapan
a la línea que te dibuja. Mueren los trenes y los susurros al arder rozando la
tela que te viste. No hay hueco para respirar, enloquezco en visiones borrosas
que no te recomponen. Hay jaurías de perros que aun me buscan y las nubes ya no
me sostienen.
Debajo de la piel mantengo
chirriante nicotina y sedosa absenta atada. Dejo escapar los globos y el color
y salto de adoquín en adoquín burlándome de la madera. Hoy todo está en calma y
aun así me siento como la ceniza. Abro las ventanas y araño el sol hasta que desangra chispas.
Caen los ruidos sobre mí como si fuesen lluvia. Todo tiene un matiz gris azul
como de llanto. La noche es una sábana que me clava a tu balcón. Son sonidos
atronadores y dramáticos cambios de sentido. Tigres sin dientes y la estela
taquicárdica de mi prosa despedazando al verso.
Es la prisión que nos congrega,
es el santuario que nos recuerda que somos motas de polvo en una enredada tormenta
tropical. Tu sonrisa es una pecera de tiburones y no hubo más dolor que tu
portazo derrumbando por décadas dentro de mí.
No respiro la tormenta ni
desisto. Me apuntan las balas de cañón y el espejo se burla. La tinta se
transforma en medusas. No hay justicia ni balanza debajo de tu maquillaje. Me
clavan las agujas los ojos y en los pulmones guardo los dibujos de animales que
realizó el humo blanco. Apago las estrellas con los dedos y regreso al fondo
del océano donde aun guardo las ideas, llenas de algas y de conchas. Ya no me
alcanza tu red, ni tu piel, ni las palabras. Mi corazón es arrastrado por
caballos y el camino es pedregoso. No hay suspiro ni reloj ni batalla dulce. No
hay milagro fuera de tus dominios. Intento no hacer ruido andando por teclas de
piano. Se despierta el gato y me mira de reojo pero él prefiere la luna. Se
produce el terremoto y en la huida el mensaje se pierde. Hay cien amapolas, un
recuerdo, una bala. Hay un escondite y un juego y la altura de caer en tus
pupilas y tragar agua. Hay pirañas en las bocas y hay amor parecido al
láudano. Hay una rosa roja muriéndose de
risa y el monstruo que vive en el desván no se duerme hasta que leo en voz alta
pero lo que quiero es leerte a ti en braille.
No hay demasiada luz y la que hay
tintinea, escondo algo en una pequeña caja y la promesa de que esta maldición
no se contagia. Las mañanas las paso de resaca por no beber lo que quería y
pájaros azules han salido de las puntas de los dedos y han traído el relámpago,
el eco violeta y la ensoñación constante. Cierro los ojos de nuevo pero ya no
hay forma de acercarte. Vuelvo a sufrir el infarto de despertar errante y sin tu
aroma reptando por las paredes. La
explosión interna del desayuno frío y la tos seca. Me engancho a las patas de
las palomas y me marcho de aquí. Constante búsqueda del secreto y de la jungla,
del hambre de granizo y sed de corriente eléctrica.
El bolígrafo pierde el sentido
cuando te escribo y a trompicones, a veces, consigo que el papel no se marchite
y te lleguen mis palabras. El mundo me mutila un poco y en la ciudad no hay
jazz pero si lágrimas solidas como ámbar deslizándose por mejillas de hormigón
y ladrillo.
No me quiero aquí rodeado de
cables y pesadillas. No te quiero aquí que la asfixia comienza por la visión de
este soleado paisaje de jaulas. No quiero los colores del semáforo, el aire
metálico, el aroma artificial. Me recluyo y duermo esperando despertar envuelto
en el ruido de tu televisor y tu sofá
naranja.
1 comentario:
"Tu sonrisa es una pecera de tiburones y no hubo más dolor que tu portazo derrumbando por décadas dentro de mí"
Se puede decir más alto, pero no mejor.
No dejas de sorprenderme, Mario.
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