miércoles, 30 de diciembre de 2009

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Suena de lejos una leve canción, una trágica historia acompañada de un vals apagado cuyos bailarines son la locura transitoria y un mal momento. Y bailan alrededor de una hoguera de fuegos azules y verdosos cuyo humo crea figuras de animales salvajes y de tiburones tigre. Bailan durante horas y no se cansan y tampoco se miran a los ojos, pero sí sonríen como si fuera lo único que saben hacer decentemente aparte de bailar. El suelo de mármol negro sobre el que bailan no se resiente ni se queja, solo llora viéndoles bailar, recordando todos sus años gastados en ser suelo, en no tener una vida real, en solo ser un suelo de mármol colocado en un extraño paraje. Y mientras bailan, durante toda la eternidad, alrededor de la hoguera, un techo abovedado cubierto de estrellas, sostenido por columnas creadas con telas de araña les protege de la lluvia. Una lluvia ácida. Una lluvia torrencial producida por la rabieta de un niño. Una lluvia helada y abrasadora al mismo tiempo. Pero los bailarines no hacen caso ni de la lluvia ni de los elefantes que desde fuera del recinto les observan con ojos pétreos y brillantes junto a otros espectadores que en silencio dan vueltas de campana y se encabritan, y nadan a braza en ríos de melancolía y regalos que nadie quiere, en aguas estancadas que no engañan a nadie, llenas de algas y botellas de champagne.
Y muy lejos de allí la luna, con el corazón roto, con sus cráteres desmoronándose, sueña con bailar un vals. Y aún más lejos un violín sueña con sacar a bailar a la luna al lado de una hoguera, sobre un suelo de mármol techado por una bóveda cubierta de estrellas, observados por los seres más extraños, mientras afuera llueve a cantaros. Como si fuera el final de un cuento de hadas a la inversa. Como dos fantasmas que miran su propio funeral. Como un incendio que devasta un palacio. Como cuando las dudas galopan sobre estepas heladas en Siberia. Como el mensaje subliminal de un vals maldito.

jueves, 24 de diciembre de 2009

Marcada

Quién habría dicho que acabaríamos así… Tú, yo, la luna llena y la noche más larga de mi vida. Al principio sólo estaba yo, claro. Tú llegaste después. Aunque llegar es un eufemismo para lo que pasó realmente: tú irrumpiste. Sin preguntar, sin avisar, sin ni siquiera presentarte… Te plantaste en medio de mi vida y le diste la vuelta por completo. No sabía que algo así podía suceder en tan pocas horas, pero lo cierto es que no pareces el tipo de persona que vive despacio. Quizás seas como los viejos rockeros, y sigas su mismo lema: vive deprisa, muere joven y deja un bonito cadáver. Aunque lo cierto es que disfrutas tanto de la vida que no creo que tengas valor para abandonarla temprano.

Cuando esta larguísima noche comenzó, ni siquiera tenía ese nombre. El sol seguía brillando en el cielo, que ya tenía el color ocre de la despedida. Cuando salí de casa, con prisas, como siempre, la luz aún jugaba al escondite entre los altísimos edificios. Yo me peinaba con los dedos y me ponía color en los labios, dando los toques finales a mi imagen. En ese momento, atareada como estaba, no alcanzaba a imaginar que al final de aquella noche mi vida, y yo misma, sería totalmente diferente.

Todavía no sé qué hiciste, qué dijiste, qué resorte tocaste, para transformarme en una persona completamente nueva. Quizás fuese tu olor, esa mezcla suave de colonia y cálido chocolate que te hacía parecer recién salido de una pastelería. Quizá tu sonrisa, tan abierta, como si nunca te hubiesen hecho daño. Quizá fue simplemente saber que, después de esa noche, no te volvería a ver. El tener tan poco tiempo para conocerte, para que me conocieses, para dejar una huella en tu vida de la misma magnitud que tu sello en la mía, me cambió.

Estoy marcada. Ahora, cualquiera que me mire sabrá que te conocí y te perdí.

domingo, 20 de diciembre de 2009

Borges nos puede servir como modelo de escritura. Lo que dice en estos versos, como línea de actuación para nuestras vidas. Feliz Navidad, blogueros azules.

viernes, 18 de diciembre de 2009

La chica de los zapatos rojos

El mundo parecía muy grande esa mañana, ella pedacitos pequeños dentro de esa maraña. Se veía desdibujada y nimia, solitaria y tímida entre paredes difícilmente abatibles. Caía una irrisoria llovizna, pero pasados los minutos comenzaba a calar su suave chaqueta negra y a motear sus vaqueros, hasta oscurecerlos en un todo azul marino. El cielo era un intempestivo melangé de grises, blancos y torrentes de sol, colándose de pronto, como faros sin puerto.

Su carita era una mota circular de ternura, con los labios carnosos, pequeños y rosados. Como puertas para grandes palabras hace tiempo silenciadas. Ojillos grandes, de pestañas finas y profundamente negras, como sus cejas y su pelo, oscuro y lacio. Sus iris verdosos y pardos, otra mezcla de belleza, como el cielo, quizás con esos mismos rayos de luz, saliendo de la profundidad de su mirada, callada.

Tenía unas patitas finas, piernas cortas pero estilizadas que la hacían parecer más alta. No lo era. Como tampoco especialmente delgada, aunque nada de eso pareciera tener importancia al verla allí sentada, en medio de la calzada, con las piernas flexionadas y arrebujadas entre sus brazos. El tronco inclinado hacia delante, la vista perdida entre la concavidad de sus extremidades y el pelo lacio sobre las mejillas pálidas. Los dedos entrecruzados, fuerte, las manos entrelazadas, los codos flexionados en el abrazo. La sensación de recogerse sobre sí misma, de ser una mota más de aire que pudiera echar a volar y pulular en el viento, partir a la mar. Sobrevolar el océano del mundo, aquel tan ancho y largo. Aquel tan grande e inmenso. Aquel…

Y desde lejos, desde el cielo amplio y basto, y también inmenso, solo se veían sus zapatos rojos. Una Dorothy sin OZ, esperando un tornado que la lleve a casa. Dónde nunca ha estado.

martes, 15 de diciembre de 2009

Amigos invisibles/visibles

A la búsqueda del recuerdo...


Ligado al tema de los amigos (visibles o invisibles), hoy vamos a echar la vista atrás hasta el primero de los recuerdos que tengamos de uno de ellos y, desprovistos de toda nostalgia, lo contaremos en 3ª persona. Lo importante es ver cómo podemos distanciarnos de nuestra propia historia.

lunes, 14 de diciembre de 2009

Aquella playa

El nivel del mar sube y baja. Despacio. Continuamente acaricia aquella playa. Se acerca, se aleja. El agua reparte espuma entre la arena. El cielo cada vez más nuboso y una brisa cada vez más furiosa hacen que las olas aumenten su agresividad. Volcando su violencia en la playa. En aquella playa que un día nos vio jugar y pelear, sentir y sufrir. Hoy ya nadie la visita, parece que nadie quiere saber nada de ella. Como si el mundo entero se hubiera puesto en su contra. El único vestigio de que en algún momento alguien estuvo allí es una vieja barca blanca y abandonada, unos trozos de madera mojados, y algunas redes de pescar olvidadas por algo más que el tiempo. Si miras con atención veras que la playa solamente está habitada por unos cangrejos ermitaños despreocupados y locos, ciegos e iletrados, con la única esperanza de encontrar una mejor vivienda en tiempos de crisis. Las gaviotas sordas y tranquilas descansan sobre la arena, fría y antigua. Los sonidos que emiten crean una sinfonía extraña y mágica, me hace pensar en ti y en mí. En lo que hice bien y en lo que hice mal durante mi vida. Me hace preguntarme por qué he hecho tantos kilómetros para venir aquí, y aún mis pies no han tocado la arena. Puede que se me haya ido el valor en el último momento. Siempre me pasa igual. Hay tantas imágenes y tantos tesoros encerrados aquí que me agobian y me entierran vivo. Se agolpan en mis parpados y en las yemas de mis dedos. Veo esos recuerdos cobrar vida y reproducirse delante de mí. Mis lágrimas brotan de mis ojos y caen al vacio pero el viento las va meciendo hasta manchar las conchas que se encuentran a poca distancia de mí. El ruido del viento, como el fa sostenido de una flauta dulce, llega hasta mis oídos contándome los secretos que un día me fueron relatados en este mismo lugar. Cierro los ojos. Aprieto mis nudillos hasta que me duelen las manos. Clavo los pies con fuerza sobre la tierra. Mis recuerdos siguen reproduciéndose delante de mí. Como si viera la obra de teatro de mi vida. Veo como te acercas al mar, llueve pero a ti no te importa. El agua te empieza a cubrir despacio, los tobillos, las rodillas, las caderas, los hombros. No te has dado cuenta de que el mar esta vez es distinto. No te has dado cuenta que a cada paso que dabas, era un paso que te acercaba a no poder salir fuera del agua. La corriente quería llevarte hasta sus entrañas, hasta su corazón. Quería que fueras parte de su colección de barcos hundidos y de oro cubierto de algas y coral. Nuestras miradas no tuvieron que encontrarse para que yo comprendiera que ocurría. Me dirigí al agua a toda prisa, tu gritabas que no, que no iba a poder sacarte. Que moriríamos los dos. Yo demasiado joven y demasiado terco, demasiado enamorado como para hacerme a la idea de que podía perderte, no te escuché. Llegué hasta a ti justo cuando las manos de Poseidón te agarraban de las piernas y te intentaban sumergir en su reino. Llegué hasta a ti y el agua se calmo. Como si hubiéramos ganado alguna clase de combate que aún hoy no llego a entender. Te saqué fuera del agua y te llevé hasta tu casa al otro lado del muelle. Nunca más te volví a ver.

Cojo una piedra y la tiro con fuerza al mar, no hace rana, nunca he sabido cómo hacerlo. Solamente se hunde. Y hace que el agua se salpique a sí misma. Se abre un claro entre las nubes. Unos tímidos rayos de sol chocan contra el agua creando unos curiosos reflejos. Nunca había visto esta playa así. Entre la calma y la tormenta. Como un campo de batalla sin heridos, como llorar de alegría. Respire el ambiente de la playa y sentí como los nervios me rasgaban los pulmones y las alas. Sonreí y di un paso, toque la arena, di otro más. Me dio la impresión de que lejos, en uno de los alejados extremos de la playa había otra persona que al igual que yo superaba algo que siempre había estado clavado en su corazón. Me mojé los pies en la orilla. Había vuelto tantos años después a esa playa solitaria y marchita. Por fin había vuelto.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

¿Por qué?

¿Por qué?. ¿Por qué todo el mundo tiende a aprovecharse de cualquiera que sea un poco desprendido? ¿Por qué en esta maldita sociedad toda persona que no es caradura está en peligro de ser timada, y de hecho, aun estos han de andarse con ojo?. Quizá sea porque nos han educado de esa forma, diciéndonos que en la vida el que no es fuerte es aplastado, el que no es hábil es timado y el que no es pícaro y se busca la vida no llega a nada.
¿Acaso miles de años de historia no nos han enseñado que una sociedad no precisa de fuerza o pillería, sino de justicia y raciocinio? Es una pena, pero cada vez más estas últimas cualidades se van dejando ver menos, sustituidas por los favoritismos, la estupidez y la holgazanería.
Libros como fahrenheit 451 ya nos mostraban hace años lo que en aquella época parecía una antiutopía, pero que cada vez es más real. Los libros por ahora solo se dejan apartados por la televisión y los juegos, pero quien sabe si estos no serán prohibidos en algún momento, impidiendo que la gente piense por sí misma. Que en un alarde de garrulería por parte de algún anormal se comience la quema de estos y con ellos siglos de conocimiento y creación literaria.
¿Es tan exagerado lo que digo?, ¿no es verdad que las calles están cada vez más vacías de libros y más llenas de gente que se muestra feliz de no leer, ni lo exigido en colegios?, o peor aún es cuando afirman leer, pero en realidad solo ojean revistas que nada tienen que contar. Por no hablar de la dificultad de estos para hablar correctamente un idioma, incluido el suyo propio, no sabiendo usar bien los tiempos verbales, ni la mitad del extenso vocabulario de que dispone su idioma.
Los pocos lectores que quedan deberían hacerse oír, y hacer entrar en razón a la terca población, hacerles comprender que un libro puede no ser aburrido, sino todo lo contrario. Pero claro, para que van a hacer caso, si al parecer cuanto más estúpido y más te dejes llevar por la corriente más lejos vas a llegar. Incluso a lo mejor tienes “suerte” y consigues que un programa del corazón te fije como objetivo y puedas conseguir kilos de dinero por hacer insulsas declaraciones.
Claro, esta vida solo presenta ventajas, pero en el fondo, toda esa chusma no son ni personas, subsisten y poco más, pero ¿para qué tenemos la capacidad de pensar si no la usamos? ¿Acaso la especie humana llego a gobernar el mundo por la fuerza? No, claro que no, probablemente casi cualquier especie esté mejor preparada para la caza, pero sin duda, ninguna tiene esa capacidad que la gente decide ignorar a favor de su “popularidad”, de sus “cinco minutos”. ¿De verdad compensa?

en defensa de... especuladores y demás ralea

personajes en orden de aparición:
-EL JUEZ(imparcial e inamovible)
-EL FISCAL(gordo y con tirantes)
-EL ABOGADO(gordo y con pantalones por los sobacos)
-DIOS(el cristiano, del amor, sabes)
-KALI, DIOSA DE LOS OCHO BRAZOS(azul y... con ocho brazos, ya sabes)

J-que empiece la sesión: ciudadanos furiosos contra banqueros y asociados S.L. Señor fiscal, empiece su acusación.

F-gracias, Señoría. Mis clientes están muy indignados con los acusados por su forma de monopolizar el poder del mundo, acaparar todo tipo de bienes materiales y su desprecio general por los que no pertenecen a su asociación.

A-protesto, Señoría, los actos enumerados no constituyen ningún delito.

J-denegada. Este es el tribunal de los dioses, no juzgamos lo que es legal según vuestras normas, sino según las nuestras.

A-entonces,¿por qué los abogados no son dioses también?

J-¡porque somos caprichosos y ridículos! y si sigue interrumpiendo abriremos un expediente contra usted, ¡denegada! ¡¡denegada!! (golpea furiosamente con el mazo) ¿algo que alegar?

A-pues sí. Es cierto que mis clientes esclavizan el mundo y lo someten cruelmente bajo su yugo, pero admitan que por lo menos son meticulosos: La mayoría de la gente no lo sabe o bien no le interesa, y viven en la feliz ignorancia.

F-¡protesto! ¡Eso significa que hay ocultación de la verdad, una mentira!

D-y eso es pecado, por lo tanto, ilegal

K-¡no según mi religión, capullo!

D-claaaro, crees que como tienes ocho brazos eres guay y puedes llevar la contraria siempre ¿no?¡te voy a enseñar la furia de Dios!

J-a ver, siguiente alegato ¡y ustedes, dejen de entablar guerras santas ya! (a DIOS y KALI, que ya dirigen sus ejércitos el uno contra el otro)

A-en segundo lugar, puede que mis clientes sean promotores directos o indirectos de todas (o de la mayoría de) las guerras entre especulación, venta de armas, dictados religiosos y cosas del estilo pero ¿no es menos cierto acaso, que de algo tienen que vivir la ONU, los soldados, y demás parafernalia?

F-¡protesto! ¡defienden la creción de puestos de trabajo mediante condiciones de vida inhumanas, completamente adversas, incluso la muerte en muchos de los casos!

J-denegada, también las fábricas de sellos y generalmente cualquier producto japonés...

K-(con naturalidad)además, yo tampoco veo del todo mal eso de la guerra...

D-(tratando de contenerse)se está rifando una y tú tienes todas las papeletas...

J-¡tranquilidad en el jurado! (golpeando furiosamente sobre la mesa) abogado, por favor, prosiga.

A-muy bien. para seguir, alguien tiene que especular con el precio de los diamantes y demás productos para crear pobreza y hambre

J-¿está usted seguro?

A-bueno, puede que no, pero... Alguien tiene que devorar bebés, y si no somos nosotros, ¿quién va a hacerlo? (el juez lo mira con cada vez mayor extrañeza)

K-(riéndose)tiene gracia que hables de eso, porque yo el otro día...

D-bueno, ¡basta ya! ¡esta vez te la ganas, prostituta azul multibrazos! (lanzándose furiosamente sobre ella) (se desata una batalla campal entre los dioses:Thor le parte la crisma a Poseidón con una silla, y Zeus empala a Buda mientras no mira. Acusados y acusadores, no saben dónde meterse)

J-(ajeno a su alrededor)declaro este juicio inconcluso. Como los dioses somos caprichosos, ridículos, y no me apetece pensar... decreto un Apocalipsis/Ragnarok/Kaliyuga/etc. y cuando la Humanidad se desarrolle de nuevo, ya veremos lo que pasa (dando tres martillazos). Siguiente caso: Jesucristo contra Burguer King

martes, 8 de diciembre de 2009

En defensa de...

Este miércoles 9 de diciembre, vamos a tomar postura por algo. Nos pondremos reivindicativos para defender lo que cada uno quiera. El caso es ser convincente, apasionado, radical, ¿un poco manipulador si fuera necesario? En prosa o en verso, ya sabéis.
Como ejemplo, os daré mañana una defensa de los Reyes Magos que encontré navegando por internet (no es mía, por lo tanto). A ver qué os parece.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Aún... pero nunca.

Hacía tiempo que no la veía, que no sabía nada más de ella que su nombre, aquel que una vez coronó con belleza cada una de sus frases. Amelia. No acababa de entender por qué razón la vida acababa separando a las personas, como si transitaran un túnel cuyo suelo no pudiera evitar moverse y no pudieran tampoco, evitar dejarse llevar. No tenía recuerdos de ella, porque nunca dejó nada material o inmaterial que recordar. Ningún libro, ninguna carta, ningún CD, ningún video donde pudiera escucharla reír de nuevo, nada. Sin embargo, a pesar de los años y del peso inmarchitable del olvido, podía ver con claridad sus ojos verdosos y brillantes regurgitar pequeñas secuencias de luz, dentro de aquella habitación de sombras que era su memoria.

Aún guardaba su sabor a menta y su perfume de tinta sobre hojas de papel. Guardaba su eco de sonrisa y su mirada en los espejos. Guardaba su tacto de agua, como un dulce arroyo. Su voz caliente, tostada. Sus pies descalzos y su rastro de arena. Su luz y su mirada al pasar de una novela a otra… Ella siempre fue un esbozo inacabado, una sorpresa constante, una canción rock. Fue el cielo nocturno en sus noches de insomnio y el paliativo de toda enfermedad. Fue angustia y miedo, fue amor, sexo, deseo y comedia. Ella fue pauta y camino. Ella lo fue todo.

Lo fue todo para él.

Y aún así, la olvidó.

Porque él no fue un hombro ni un apoyo, no fue un amante ni su poeta enamorado, no fue ni valentía, ni arrojo. No fue embrujo, no fue su mano resguardada en su mano, ni su mundo, ni sus ojos. No fue verdad ni mentira, no fue un abrazo ni una buena historia. No fue hipocresía, no fue un beso, no fue su esencia a menta, ni su alegría. No fue un amigo, no fue ni siquiera un desconocido. Fue un habitante de su universo, un transeúnte enamorado de su magia, de su suspiro. Fue un reflejo de sí mismo.

Y los dos existieron protagonizando el mismo cuadro, la misma página, la misma palabra de un renglón, la misma canción, la misma secuencia corta o larga, el mismo aire y la misma lluvia. Tocaron la misma nota y la dejaron suavemente volar. Viajaron al mismo lugar, más o menos veloces. Miraron un mismo horizonte, pero nunca se tocaron. Nunca fueron uno, uno del otro. Dos.

domingo, 6 de diciembre de 2009

...

Cuando nació los pájaros entonaron baladas y los planetas se volvieron locos. La luna era llena y el mar estaba en calma. La hierba la inundaba un leve rocío. Y sus sollozos al nacer se contrarrestaban con dos enormes sonrisas de sus padres.. Parecía las torcidas líneas y cubiertas de lágrimas de una carta de amor y tristeza de un soldado en la Segunda Guerra Mundial que nunca llegó a su destino.

Cada vez que sonreía mil palomas mensajeras se extraviaban, confundían sus mensajes escritos con mensajes radiofónicos. Cada vez que sonreía se producía un eclipse de sol, brotaba una semilla, resucitaba un hada. Aunque su carroza nunca fue una calabaza, ni sus zapatos fueron de cristal nunca quiso tocar una rueca, ni morder una manzana roja. Tal vez no fuera una princesa, tan solo un peón que se corono reina de corazones. Nunca conoció a su príncipe azul pero a lo mejor fue porque no lo necesitaba, se contentaba solo con que la quisieran, no era necesario el título nobiliario ni el color.

Se escondía entre arbustos, entre jarrones japoneses y flores de loto, entre hoy y mañana. Corría por el jardín radiante y feliz cuando nevaba. Si la daban cancha hablaba sin parar y tenía una facilidad especial para mantener en tensión a su público. Si hacer reír era una virtud, ella era todo un prodigio. Solía imaginar que viajaba a otros lugares, a otros países. Imaginaba los olores, los colores de las luces, los distintos idiomas y culturas acariciando sus oídos. La lluvia en Paris que mojaba sus pestañas mientras veía la Torre Eiffel desaparecer y aparecer en plena noche. El sofocante calor de agosto al pasear por una Roma reservada solo para ella. Soñaba con pisar el océano Pacifico viendo cómo las olas gigantes solo hacían el amago de llevársela consigo y caminar por Hollywood pensando que era Marilyn Monroe. Soñaba antes de dormir y mientras dormía. Y soñando se la paso la vida, como se consume una vela que no se ha apagado a tiempo, como una montaña se va gastando poco a poco por la erosión. Se la paso la vida sin apenas enterarse, no la dio tiempo a reaccionar ante el lento pero a la vez fugaz paso de los años. En el tiempo en que un enamorado tarda en suspirar a ella se le pasaron cuarenta y cinco años.
Un día se miró al espejo y en vez de encontrarse a esa chica de veinte años se vio de bruces contra el rostro de la vejez. No podía comprender qué había ocurrido, ayer mismo saltaba entre azoteas y confeccionaba atardeceres. Fue como si algo hiciera crack dentro de su cuerpo. Y una lágrima broto de sus ojos y calló por su mejilla, como si un torrente bajara por una montaña agrietada y seca. Solo fue una lágrima, pero una lágrima que condensaba una terrible tormenta, un mar embravecido y furioso, una catástrofe natural. El reflejo de lo que ocurría dentro de ella, en lo más profundo de su corazón. También tomo consciencia de todo lo que tenía alrededor. Como aquella película en la que alguien se acuesta y cuando se levanta tiene una vida totalmente distinta. Vio que era viuda, que tuvo hijos y estos la dieron nietos. Nietos que habían heredado de ella la magia de soñar y el don de la risa. Y abrazó su nueva vida, como el abrazo que se da a un amigo de la infancia al que hace años que no se ve, como una pareja se abrazaba mientras Pompeya se tapaba con un manto de cenizas. La atención que no pudo dar a sus hijos lo invirtió en sus nietos, les conto historias, les enseño todo lo que sabía, les crió como a ella la hubiera gustado ser criada. A sus hijos les mostró el amor que no pudo mostrarles. Ella lloraba a cada anochecer, viendo las fotos de su boda. No recordaba nada de eso, nada de su matrimonio. Solo se recordaba mirándose a un espejo, y más hacia atrás solo había niebla, hasta que volvía a encontrarse con la joven soñadora y feliz, que escribía poemas en las servilletas de los bares, y lanzaba besos a las flores.

Murió mientras dormía unos años más tarde, rodeada de sus hijos y de sus nietos. Ellos siempre la guardarían en su corazón. La herencia más importante que les dejó a todos es que debían tener cuidado con los sueños. Mejor centrarse en cumplirlos y no imaginar cómo sería haberlos cumplido, o te mantendrás en pause hasta darte cuenta de que te has perdido lo mejor de la vida. Y mañana siempre es demasiado tarde para arreglar las cosas y cumplir los sueños. Y mañana siempre es demasiado tarde para volver a hoy.

sábado, 5 de diciembre de 2009

Participación en el V Congreso de Innovación Educativa

El pasado viernes 27 de noviembre, muchos de lo componentes de "El Hilo Azul" participamos en la presentación del Taller en el V Congreso de Innovación Educativa, organizado por Fundación Telefónica.
A continuación os pongo la dirección de la página. Una vez dentro, debéis buscar en el programa que sale a la derecha hasta encontrar nuestra intervención. A ver si hay suerte y lo encontráis con facilidad.

http://mediateca.fundacion.telefonica.com/vod-publico3/show.asp?numero=000-vconinteducared-328

viernes, 4 de diciembre de 2009

Sinestesia

Me senté en el borde del tejado mientras las gotas de lluvia cantaban su suave melodía en mis pupilas; saboreé la insipidez del agua y escuché los colores de la transparencia del viento, que azotaba mi castillo de piedras grises y almenas enmarañadas de cables, como un reino de arañas de humo.

Pensé en la vida y en la muerte; en el aroma de la caída en un final absurdo y en la luz del puño estallando contra la roca.

-La vida son dos días- me dijo el destino.
-Nuestra cita ya está pactada -me recordó la muerte.

Al primer día esparcí los huesos del destino por las calles y al segundo aguardé a la muerte a la salida de un bar de copas e iluminé sus gritos de dolor con rojas luces de neón y saboreé el fin de su vida con mis nudillos.

Decidí marcharme con lo puesto, para no volver.Decidí no parar hasta conseguir la nada, hasta poder guardar los segundos en el bolsillo remendado del pantalón y no saber que habían existido las horas.

Aplasté la brújula contra mi frente para perder el rumbo y apagué todas las farolas mi paso para no ver jamás el camino de vuelta, asegurándome de que los cuervos se comían las migas de pan.

Me alimenté de los deseos del siguiente horizonte y me sacié con los amaneceres para no recordar jamás el sabor de la luz del sol.

Borré de mi mente el olor de los recuerdos, que traían canciones de días antiguos, de copas de luz que se beben entre el ruido de las sombras.

Encontré el desierto y decidí congelar el sabor de mis pasos en cada huella y así no ser olvidado por las dunas. Encontré el mar y caminé sobre las aguas y teñí el olor de la sal de sangre y cubrí el fondo marino con nubes rojas y púrpuras.

Anduve todos los pasos que se pueden andar en esta tierra: de las selvas a los polos y de los cielos al infierno.
Hablé con el mudo Centro de la Tierra y juntos narramos historias que ya habían ocurrido, que nunca llegarían a su fin o que jamás existieron; pero el silencio me ensordeció y decidí ascender.

La luna me ofreció su suave cuerda de rayos luminosos y chillones. Juntos compusimos canciones que olían a lo que nadie jamás a olido y las metimos en preciosos botes de cristal de colores para dar sabor a nuestras cenas a la vera de las estrellas y así poder palpar sus poemas; pero los olores abrasaron mi lengua y mi piel y decidí caer en el universo.

Allí lo vi todo, pues solo había la nada, allí desgasté mis zapatos contra el vacío, Allí reventé mis tímpanos con la sinfonía de las nebulosas. Allí quemé mis globos aculares intentando engullir toda la luz de la materia oscura, allí mi piel se quebró en pedazos intentando atrapar el límite de lo que existe y dejé de oler el macabro grito del BIG-BANG.

Allí mi destino me encontró junto a la muerte y estallé en polvo en una última y maravillosa carcajada.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Sinestesias y otras palabras.

La primera vez que oí la palabra sinestesia fue en una clase, pero no de lengua. Fue en mi primera clase de dibujo técnico, cuando la profesora, nada más entrar en el aula, se golpeó el pecho y, señalándonos, dijo:

-Os quiero, chicos.

Aquello ya anunciaba sus futuras y grandiosas idas de olla pero, por si fuera poco, al terminar de pasar lista, comentó:

-Ah, por cierto, a mí me pasa una cosa muy curiosa... Cometo sinestesias -y, ante nuestra cara de extrañeza, aclaró-. Sí, mira, por ejemplo a ti, Ana, te asocio con el azul; y a ti, Sergio, con el sabor a nuez moscada...

Desde entonces sé que estoy haciendo una sinestesia cuando pienso que esta caricia tiene el sabor amargo de una Novena Sinfonía desafinada; o cuando recuerdo el tacto ligero de tu voz sobre mis hombros desnudos en aquel primer te quiero; o al evocar el olor a lluvia de tus besos.

No es que sea extremadamente poética, ni que quiera realzar tus innumerables virtudes con palabras especiales; es que recluirte a un solo sentido sería como encarcelar al viento. Por eso no puedo decir que tu risa es estruendosa, cuando huele a hierba mojada, ni podría hablar de tus manos frías sin mencionar que están tocando una sonata en los trastes de mis dedos.

Si tuviera que explicar cómo hablas, diría que pintas tu aliento de colores impresionistas y, para aproximarme mínimamente a lo que sentí la única vez que te he visto llorar, debería usar palabras como cristales rotos o, quizás, describir los trazos desoladores de Munch.

Tengo práctica en describirte; lo he hecho muchas veces desde que entraste en mi vida, para que la gente entendiese, sin saber tu nombre, lo especial que eras. Desde el primer momento, te protegí como a un tesoro. No te presenté a nadie, no te hablé de nadie, no le dije a nadie quién eras. Quise creer que en el mundo estábamos tú y yo, y el resto de la gente.

Por eso ahora que te vas, que me voy, que nos vamos -pero en direcciones opuestas-, tu mirada no suena a sinfonía de orquesta, sino a sencilla melodía de guitarra. Porque igual que me conquistaste a ciegas y te quise a escondidas, me rompes el corazón sin que nadie lo sepa.