lunes, 30 de abril de 2012

El cuadro.


-De entre todos los lugares John Andrews, nunca pensé que te encontraría en un parque.
-Nunca has sabido leer bien a la gente, Anna.
-Puede, al menos nunca te supe leer a ti, ¿verdad?
-Sabía que estarías aquí.
-¿Qué?
-"La naturaleza, allí es donde nacen y mueren todas las cosas."
-Estabas escuchando.
-Siempre.
-No siempre. No siempre... Dime, ¿qué haces aquí?
- La pregunta correcta es, ¿qué haces tú aquí?
-Pasear. ¿No te parece éste el día perfecto para ello? El sol reluciente sobre el lago, las caras felices de la gente, con sus sombreros de primavera, sus conversaciones banales, sus vidas estáticas dentro de este maravilloso engranaje. Todos estos colores, el viento entre los árboles. Las risas. La vida. Todo se mueve, pero a mí no me engaña. Nada se mueve. Sólo nosotros, aquí. Parece un cuadro, ¿no crees?
-No lo hagas.
-¿Hacer qué?
-Simplemente no lo hagas. Regresa a casa. Tu familia...
-¡Oh pero si todos están aquí! ¡Allí mismo! ¿No te parece delicioso...? Me muero por ver sus caras. Un día memorable, idóneo. ¿Por qué iba a quedarme en casa?
-¡Anna! Escúchame...
-Suéltame, John.
-Sé que no tengo derecho, pero...
-¡No! En efecto, no lo tienes. Hace mucho desde la última vez que nos vimos, y apareces hoy, de entre todos los días que se gastan y palidecen. Hoy, para aguarme la única fiesta en meses. No, en efecto no tienes derecho alguno. Lo perdiste al echarte atrás, y de eso hace años John. Déjalo estar.
-Anna...
-¿Qué? Guárdate tus ideas sobre el mundo, sobre viajar y observar. Sobre pintar. Sobre vivir. Sobre amar. Sobre la esperanza y el perdón. Olvídate de todo aquello que me enseñaste. A nosotros no nos sirvió. Ni tampoco a mi hermana. No le sirvió a nadie. Estamos atrapados aquí, en esta existencia marchita y áspera. Controlados por todos ellos, con su ropa apretada, sin respiración. Con sus ojos cansados, sin miras, ni horizontes, ni sueños. Con sus risas fútiles y sus historias banales y grises. ¿Seremos así? Yo no. Intenté librarme, intenté respirar. Y sentí  John. Y te quise. Pero todo eso se acabó. Regresamos, y la vida que teníamos  se rompió en pedazos.
-¡Basta! ¡Lydia no querría esto!
-¡Está muerta! ¡No va a volver! Nunca debimos volver...
-No podemos cambiarlo. El pasado es pasado. Y duele y hiere. Y nunca se olvida. Pero esto no cambiará nada, ni arreglará el desastre del mundo. No es la solución.
-Nada lo es. No hay solución. Quizá dentro de mucho tiempo, cuando yazca bajo un nombre, en la tierra, entre raíces y pétalos de flores. Quizá entonces, la vida le habra paso a personas con un futuro. Pero yo carezco de él. Han pasado años, ¡años John! y sigo aquí, atrapada por un mundo que aborrezco y del que no puedo escapar.
-Ojalá pudiera escaparme contigo.
-Qué banalidad más ofensiva. Escapar. Querer. Esperar... Tan sólo... prométeme que cuidarás de Claudia, te quiere, lo sé. Te aprecia, más que a su padre. Cuando yo no esté, sé su estrella, guíala hacia el norte. No le digas cuánto la quiero, ella lo sabe. Mírala, allí,  jugando, envuelta en belleza, en inocencia, en la única verdad que existe, en felicidad...
-¿Por qué dejarla entonces?
-Porque ya no siento John, soy tan triste como la muerte que va a tomarme, y ella se merece ser feliz. Llámame una cobarde, pero ya no puedo sostenerle la mirada. Sólo hay oscuridad.
-No... nos olvides.
-No me olvides tú a mí.

                      Y entonces Anna se disparó una bala en la sien.

                                                      *

Y el cuadro quedó allí colgado, mucho tiempo después, con aquella mujer en brazos de aquel hombre. Dibujados entre la multitud del mundo, para la inmortalidad.

1 comentario:

Pura dijo...

Guauuu! ¡Qué duro!