viernes, 20 de diciembre de 2013

Escribirte esta carta.

La vida escindió nuestras miradas, partiéndolas en dos y abriendo un terrible e inexorable vacío. Como un océano inabarcable imposible de cruzar, el horizonte invisible al otro lado.  Nos perdimos en el lento abismo del tiempo que no corre y enmudece el recuerdo hasta hacerlo desaparecer. Días desgranándose lentamente con la cadencia de las horas. Supongo que desaparecimos, al final, porque no había forma de encontrarse en el caos de las cosas.

Las cartas, como las palabras, desaparecen entre el conjunto de los detalles, como retazos de un lugar imperfecto al que siempre queremos regresar pero que nunca podremos alcanzar. Yo transito por el pasado en los segundos que dejamos correr entre las yemas de los dedos. El viento soplando tinta sobre frases muertas y el futuro alcanzando el final de esta cinta métrica infinita.

E imagino tan sólo por imaginar que esto llegase a tus manos pálidas y ajadas, y viejas. Y a tus ojos azules y cansados y arrepentidos contra el tiempo que uno gasta mordiendo milímetros, aspirando todo el oxígeno, caminando cada medida, y besando los únicos labios ausentes. Las cosas nunca ocurren porque deban ocurrir. La gente no ama porque haya que amar. La vida no espera ni se retrasa ni se desmarca. Hay que correr los riesgos, hay que soñar la tristeza. Había que mentirse como nos mentimos nosotros para robarle el alma al amor. Para secuestrar la felicidad perecedera y efímera y solitaria.

Tenía que escribirte esta carta.

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