Un, dos, tres y hasta cuatro semanas hace que no te escribo.
El viaje me lo impide y todavía queda un largo trecho por navegar.
El navío en el me encuentro es grande, sucio y ruinoso, pero a un marinero como yo, eso ya no le debería de importar .Por una lado quiero que el tiempo corra, como la furia del mar y me lleve a la guerra, por otro lado querría ser el capitán del barco, anular la misión y volver a tu lado.
Los días son muy duros y solo por la noche me llega la ansiada paz , con el silencio y la oscuridad de la noche, donde subo al castillo de proa y me asomo para buscar el horizonte y para recordarte…
Un, dos, tres…Y las primeras palabras que oigo en la mañana se reducen a:
-¡Despierta muchacho, que ya es hora, venga marinero de agua dulce, señorito piadoso!
Y comienzo, mi trabajo hizando velas, fregando o reparando algunas armas para el combate.
Te diré porqué:
Hace unas semanas fuimos desafiados por un atajo de piratas que huían de Inglaterra para no cumplir su condena. El viento no estaba a nuestro favor y su capitán nos abordó armado hasta los dientes, reclamando las mejores espadas, pistolas y por supuesto monedas de oro.
El orgullo de mis compañeros no se vería rebajado a ser insultados y robados por estos piratas de tres al cuarto, asique vencimos sanguinariamente al enemigo sin piedad, en nuestro propia barco, dejando al capitán como último para ejecutar.
Esa tarea me tocaba a mí y tu apareciste en mi mente como cada vez que estoy en peligro de muerte.
Me quedé ensimismado, tenía al pirata enfrente mío y….
Un, dos tres y ¡zás! desapareció ante mis ojos dejando una estela de humo azul celeste que impregnó el océano de un embriagador olor a incienso.
Y por esa torpeza mía , por mi incansable deseo de verte de nuevo , estoy castigado a cumplir las peores tareas de un marinero.
Cuando vuelva de la guerra, mi odiado viaje y el rencor de los marineros será cosa del olvido...
Y si muero , mi amada, siempre estaré contigo.
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