-Ando con la cabeza gacha, observando mis pies, contando las baldosas y sin tocar las líneas que las separan. Observo sus colores, sus brillos; no hay ni orden ni armonía alguna, es un caos de azulejos. Fichas de dominó que algún estúpido decidió colocar en fila formando una espiral para luego destruir su obra con la fuerza de un solo dedo.
Elegí el disfraz de abanico para protegerme, para cubrirme el rostro de las miradas de los que se encontraban a mi alrededor y que se clavaban con una brillante grapadora roja en mis mejillas y en mis párpados, impidiéndome ver. Lo elegí porque creí que se llevaría el calor a otra parte, dejándome la brisa que enjugaba las lágrimas. Pero en lugar de todo eso desató un vendaval que se llevó a sí mismo y me abandonó desnuda en medio de la fiesta, justo cuando paraba la música y las luces se encendían y los focos me apuntaban y la gente me señalaba y se reía.
El tornado me trajo la vergüenza y la desconfianza y me arrancó las pestañas y las desparramó por el suelo como un millón de jeringuillas que contenían la droga que yo necesitaba para matar la pena y el recuerdo; y que guardaban un millón de deseos que perdí.
Ahora ando con la cabeza gacha, observando mis pies y contando baldosas sin tocar las líneas que las separan.
Y busco mis pestañas entre el montón de piezas esmaltadas y así desear irme al fin del mundo de un soplido.
Se disfrazó de cubo de basura, era un bote de reciclaje, de varios colores clasificatorios: papel, envases, cristal, material orgánico,...Pero no era un cubo cualquiera, pues sus etiquetas originales habían desaparecido, como un tatuaje que se cubre con otro para arrancar las páginas de una historia que quieres olvidar.
Estas etiquetas hablaban de la memoria , de las risas, de la tristeza, de los deseos, de lo que se busca y de lo que se quiere perder.
No eran letreros al azar, no eran jeroglíficos contando vanas leyendas sin sentido que siglos atrás los reyes decidieron inventar para explicar lo que no tiene explicación alguna.
Significaban su vida, su ansia de recolectar pedazos, rotos o inservibles. Pedazos de alma que sus dueños decidieron dejar atrás.
Él quería encontrarlos, ordenarlos, recomponerlos con cuidado, con aguja e hilo, con celo y pegamento o quemando las heridas con una navaja puesta al fuego.
Todo ello para luego buscar a sus dueños, para que eligieran mirar al pasado y continuar adelante, para darles una razón por la que valiera la pena levantarse por las mañanas. Simplemente para hacerles felices y así quedarse con un pedacito de alegría.
Ahora baila mareado y entre náuseas en esta fiesta en la que nadie le ilumina y la música es muda, en la que nadie quiere sus trozos recompuestos ni desea nada de los demás. Y se encierran dentro de sus burbujas opacas mirando con desprecio al resto del mundo sin observar nada en él. Nadie quiere compartir una felicidad que no tiene.
Así el tiempo se va llevando pedazos del bote de basura, como un castillo de arena demasiado cercano a la orilla.
Eres un demonio, un demonio de alas negras y piel como de cuero. Arrastras los pies prendiendo las llamas a tu alrededor y haces que el aire chirríe en los tímpanos deslizando tus garras contra las paredes. Miras con odio a través de esos ojos de acero sin pupilas ; pero no eres como el resto, pues tú observas. Tú miras a los demás, al interior de sus mentes vacías, y conviertes sus globos oculares en cristal y les obligas a girara la cabeza hacia otro lado.
Eres lo descrito, eres el mal, eres miedo y furia. Pero es tu disfraz, ese disfraz que elegiste para engañarles y engañarte, para ocultarte y obligarles a que se ocultaran y huyeran de ti.
Pero no eres un demonio, eres un ángel, un ángel del que nadie buscó protección ni ayuda y que a pesar de ello continuó cargándoles sobre sus espaldas, ayudándoles a cruzar los abismos que no veían o que su cobardía les impedía cruzar.
Tu eres el ángel que decidió lanzarse al vacío para no caer y que se bautizó con tinta para teñir sus alas de sombra.
Ahora te quedas quieto en mitad de la sala, con los brazos cruzados y las plumas de tus alas cayendo una a una como los granos de un reloj de arena y creando un desierto de dunas de ónice.
Tus lágrimas murieron hace tiempo, ya solo esperas encontrar a alguien a quién proteger, alguien a quién tus alas guarden de la caída de los segundos sobre su corazón y que se vaya volando contigo hacia ninguna parte.
El cubo pisó las afiladas pestañas y empezó a guardarlas con cuidado en el compartimento correspondiente utilizando para ello las últimas gotas de vida que le restaban.
El abanico le dio su aliento, para así recuperar sus deseos. Sus espíritus sangraban, desgastándose por el mundo que les oprimía.
El ángel se cernió sobre ellos y les protegió de la lluvia de miradas de fuego.
La música se congeló y las luces se cegaron y tres almas desaparecieron para siempre sin que nadie se percatara de ello.
6 comentarios:
Perfecto... En todos los sentidos xP
No sé cómo escribiendo estas cosas puedes decir que escribo mejor que tú, Dany, no lo entiendo, porque cada cosa que escribes es un escalofrío y un pedazo de emoción. Y eso yo no lo consigo ;-)
Dani, ¡es genial!
Me ha encantado tu texto, cada fragmento es completo y el conjunto es magnífico. Gracias por compartirlo y un abrazo.
gracias azahara!! disfruta de esas tierras del norte .
un beso sureño.
gracias BEA!(seguro no hay faltas?'XD)yy no pienso empezar de nuevo esa discusion...
No, no hay faltas... qué pasa, no te fías de mí? ¬¬
No empezarás de nuevo esa discusión porque sabes perfectamente quién tiene razón...
prrrrr!!
jo, como echo de menos estas delicias del taller ;)
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