jueves, 12 de enero de 2012

Dios y la música

-¿Sabes qué? Me estás hartando bastante. Deberías callarte.

-Está bien. Lo siento. Ya paro.

-Muchas gracias.

-Pero es que no soy capaz de comprender cómo no puedes conmoverte ni un ápice escuchando esto. ¿No sientes la majestuosidad de la obra? ¿No sientes cómo el contrabajo retumba en tu interior y el arpa se funde...?

-Por el amor de Dios. ¡Cállate de una vez!

-¡Maravilloso! Hablemos de Dios.

-¡Pero si eres ateo!

-Y tú también querida. Pero hay veces que cuando toco el piano acude a mí algo que se acopla en mi interior. Es una sensación grandiosa cuando "eso" penetra en mi cuerpo y me toma como propio durante unos instantes.

-Sí, ¿y qué tiene eso que ver con el dios en el que no crees?

-Que es posible que ese alma (permíteme llamarlo así) sea lo más parecido que conozco a Dios.

-¿Me estás hablando en serio? Por favor... Me voy de aquí, no quiero escuchar más estupideces de un viejo senil.

-Quizá sean estupideces y yo no más que un viejo senil, pero sé que en el fondo estás encantada de escucharme.

-Por favor...

-Volviendo a lo de Dios y el alma de la música. ¿Quién dice qué es Dios? ¿Por qué no puedo yo reescribir el concepto? No me estoy refiriendo evidentemente a Alá, ni a Javéh, ni a la diosa Razón, ni a Zeus, ni al dios cristiano, ni a...

-Abrevia, por favor.

-Lo que quiero decirte, princesa...

-No me llames princesa. Nunca me llames princesa o atente a las consecuencias.

-Perdona. Te decía...

-Ni princesa, ni preciosa, ni guapa, ni nena, ni muñeca, ni nada que se le parezca. ¿Lo has entendido?

-Ejem... Sí, perfectamente. ¿Continúo?

-La verdad es que no sabes cuánto me gustaría que no lo hicieras.

-Lo tomaré por un sí. El dios al que me refiero es a otro. A uno que me visita cada vez que toco a Beethoven o escucho a Mozart. Un dios que me refugia cuando me siento frustrado, angustiado, feliz o melancólico. Da igual el momento. Siempre está ahí, en esas teclas blancas y negras cuando lo necesito. Viene y entra dentro de mí.

-Eso ya me lo has contado.

-Juega con mi alma y me eleva, me eleva, siempre hacia arriba hasta que con las puntas de los dedos puedo tocar el cielo.

-¿El cielo? ¿No era el piano lo que tocabas?

-La música me inunda. Los fallos no importan entonces, porque respiro, y respiro melodías; miro y no veo más que partituras danzando frente a mí sin orden ni concierto. Bailan al son del acompañamiento mientras vuelo sin fronteras ni límites. Y ¿sabes qué es la obra entonces? La obra es la voz de Dios, de ese dios mío, y yo soy el instrumento que os permite escucharla. ¡Ése soy yo!

-Abuelo...

-¡Un enviado del cielo!

-¡Abuelo para!

-¡Soy un enviado de Dios!

-¡Me cago en la leche! Callaos los dos. Me habéis despertado otra vez. Estoy harto. En esta casa no se puede vivir. ¡Me tenéis hasta la punta del bigote!

-Papá no tienes bigote.

-Me voy al bar. ¡Aquí no se puede vivir!

4 comentarios:

Wiz dijo...

Brutal xDD aunque es definitivamente perfecto cuando lo lees tú jajaja

Wiz dijo...

Y que sepas que, escribiendo cosas así, no deberías rendirte ;)

Pura dijo...

Enhorabuena. Es excelente.

Laura dijo...

Bueno, no sé si es rendimiento o la vaguería que da buscar concursos y certámenes que se adapten a lo que escribo. =)
Muchas gracias a las dos!