martes, 21 de febrero de 2012

Malos hábitos

No escribir es como un mal hábito: no lo haces un día, lo vas dejando y cuando te das cuenta piensas, ¿cuánto tiempo hará? No lo sabes, pero recuerdas que en algún momento pudiste hacerlo, quizá no sea demasiado tarde, quizá aún puedas conectar algún pensamiento con sentido y transmitir algo. Pero, por desgracia, hay veces que es demasiado tarde. Tus pensamientos se agolpan en las sienes y las palabras ya no fluyen; todo lo que una vez hubo se ha perdido y ya no sirve, ya no se parece a la música, ya no es una forma de liberación o de tortura, ahora sólo queda una triste mancha en el papel, inservible e ilegible. Ya no provoca el descanso que solía producir, no puede sacarte los pensamientos, buenos y malos. Ahora sólo queda incomprensión y desazón, una mota de polvo de lo que pudo haber sido pero no llegó a ser.

La realidad, a veces tan cruda que parece irreal, te atrapa y te encuentras caminando por unas vías que tienen un único destino: una ciudad derruida, una cáscara vacía, un huevo que jamás volverá a abrirse, porque la ciudad que una vez fue exuberante representación de la imaginación misma, se está pudriendo. Pretendió huir, pero se encontró atrapada y la parca le dio caza. No pudo zafarse, porque ni huyendo al lugar donde la vida se genera podría esconderse; la Muerte será siempre más rápida.

Tras la muerte de lo que te permitía escribir quedas solo, y no sabrás cómo luchar contra ello, no sabes cómo arreglarlo. Es una enorme pérdida que te deja a la deriva en un mar de desdicha y que te hace preguntarte sobre la “verdad”, sea cual sea su significado.

Cuando vuelves a intentarlo ves que todo el trecho recorrido lo has vuelto a hacer para atrás, y que si quieres volver no queda más remedio que reanudarlo y probar, a base de errores que probablemente ya hayas cometido. Porque de alguna forma no supiste proteger aquello que importaba.

Si quieres volver tendrás que empezar de cero, como cualquier novato que no comprende el significado de las palabras ni cómo han de unirse unas a otras para transmitir lo que sus desordenados pensamientos ruegan sea dicho; esta forma no ha de ser la ordinaria, sino una forma de una exactitud inalcanzable, para salvar todo lo que se pueda de ellos mientras luchan por no hundirse en el océano del olvido.

Es la muerte del pensamiento la que lo provoca.

2 comentarios:

Kalero dijo...

Lo siento, Pura, la siguiente entrada será una historia en lugar de un texto ensayístico.

Pura dijo...

No pasa nada, Kalerito.
Una reflexión al hilo de tu escrito: empezar de cero otra vez no tiene por qué ser malo, ni siquiera en la escritura; siempre podemos llenar el vaso de agua más cristalina y que sacie mejor nuestra sed. Además, del pasado se aprende; de los errores, se aprende; y de los logros, también.