Atravieso el espejo sin percepción alguna de la realidad, no sé dónde estoy, no sé dónde iré, solo soy impulsado por lo que nunca seré. La oscuridad cubre mi honrada pupila llenando mi mente de horribles mentiras. ¡Oh eterna oscuridad maldita! Sí, tú, la que cubres el efímero día, la que nunca termina donde reside tu poder seductor que nubla mi vista. Tú, la que hundes la esperanza humana, la que vuelve débil mi mirada. Quizá soy demasiado débil para afrontar la realidad, quizá debo huir de este mundo imaginario, pero entonces la oscuridad vencería y ya solo quedaría la nada. Por ello debo avanzar, recordar la valentía de los autores, acogiendo sus ojos de cristal y vislumbrar por ellos la verdad. Debo buscar mi evasión ahora que puedo soñarlo, un conejo, un reloj mágico, pues soy yo quien dirige este mundo chiflado. Entonces se alza el castillo blanco, el que suspira entre la nieve, sin darse cuenta de lo que siente, una dama blanca, como quieras llamarla, yo solo busco un sombrero que me indique la mañana helada como una alicia en el país de las maravillas que casi muere ahogada por sus propias lágrimas. Pero yo no quiero llorar, solo lamento no haber luchado antes, no haberme enfrentado a lo inquietante, haber reaccionado sin sombrero, aunque ahora tampoco lo tengo.
La fiesta del Té aparece en el aire, de absoluto imprevisto, sin preceder una sola lágrima volátil. Desafío la gravedad y escalo el cielo eterno en busca de mi sombrero. Sin embargo la historia se repite de nuevo en una cinta infinita. Solo la liebre me espera en la cita y no parece dispuesta a sugerir que viva, solo me mira, rogando que me rinda. Ya no lo resisto, pego un grito y todo muere en la nada del olvido.
La fiesta ha finalizado y con ella el sombrero se ha resignado, se ha hartado de ayudarme aunque nunca lo he sentido realmente. Siempre he sentido que debía encontrarle y siempre ha estado ahí, solo observando mis fracasos y fracasando en mis ilusiones. ¡Dónde estás entonces, maldito sombreo inútil! No me ayudas, solo me reprochas mis errores. Entonces no eres lo verdadero, solo eres un sueño como el resto de este mundo maravilloso. Debo dejar de buscar sombreros salvadores, debo decidir por mí la solución del país de las maravillas. Sé que sería más fácil salir, cruzar de nuevo el espejo mágico. De la nada empiezan a brotar lágrimas, pero no vienen de mis pupilas, sino de los ojos de cristal que acogí en mi vida. el espacio llano se inunda de lágrimas y cubre mi esperanza. Así fue cómo morí en un mar de lágrimas.
La fiesta del Té aparece en el aire, de absoluto imprevisto, sin preceder una sola lágrima volátil. Desafío la gravedad y escalo el cielo eterno en busca de mi sombrero. Sin embargo la historia se repite de nuevo en una cinta infinita. Solo la liebre me espera en la cita y no parece dispuesta a sugerir que viva, solo me mira, rogando que me rinda. Ya no lo resisto, pego un grito y todo muere en la nada del olvido.
La fiesta ha finalizado y con ella el sombrero se ha resignado, se ha hartado de ayudarme aunque nunca lo he sentido realmente. Siempre he sentido que debía encontrarle y siempre ha estado ahí, solo observando mis fracasos y fracasando en mis ilusiones. ¡Dónde estás entonces, maldito sombreo inútil! No me ayudas, solo me reprochas mis errores. Entonces no eres lo verdadero, solo eres un sueño como el resto de este mundo maravilloso. Debo dejar de buscar sombreros salvadores, debo decidir por mí la solución del país de las maravillas. Sé que sería más fácil salir, cruzar de nuevo el espejo mágico. De la nada empiezan a brotar lágrimas, pero no vienen de mis pupilas, sino de los ojos de cristal que acogí en mi vida. el espacio llano se inunda de lágrimas y cubre mi esperanza. Así fue cómo morí en un mar de lágrimas.
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