Tan sólo una nave, una nave hecha de los maderos de mis huesos, con las costillas entrelazadas para no dejar que se humedezca la pólvora crucificada a mis paredes pulmonares en cada calada. Con sólo una navaja calentada al Sol para marcarme el paso de los días hasta que no me quede piel.
Y mi garganta en la proa, para gritarle a las olas que no son más que chapoteos en mi pozo negro de chillidos azules y dudas grises y náuseas de plata. Y los brazos en alto para enredar al viento en los hilos de mis huellas dactilares y guardarlo tras la barra del bar de mis clavículas.
Y aquí no sirven branquias ni aliento ni ganas de respirar. Y mi alma está de brazos cruzados en el sobre mayor con las tibias arrancadas, degollando con ellas al bufón del Jolly Roger que ya solo hace llorar.
Y como velas mis párpados de cera consumida que no me dejan contemplar el silencio y la mecha apagada de mis pestañas enredadas en un amasijo de hierros y de lana y de fuegos artificiales congelados en cubitos de hielo en el mar de otra botella de ron.
Tan sólo una nave, sin ancla ni timón.Para no tener que elegir nada, ni mi destino ni el nombre de las cosas ni lo que quiero ni lo que odio; para no poder quedarme. Para que cada huracán me lleve al siguiente y después directo al fin del mundo al otro lado de ayer junto antes de mañana. Para atar anzuelos a las gaviotas y a las golondrinas y ver las bambalinas de cada atardecer y esconderme en el telón del horizonte entre el sol y la luna y taparme los oídos de los aplausos de las estrellas y helar un eclipse con un bostezo púrpura lengua y morado encía.
Y no me obligues a ver tus huellas de ternura escarificadas en la arena de la playa ni las agujas de budú de tus lágrimas desgarrando la tela de tus iris y que se clavan en mi dolor y me trastocan 180 grados de sonrisa.
Y no me obligues a dejarte en la orilla, que mis arritmias son adictas a la morfina de tus mejillas. Y no me obligues a llevarte conmigo, que en mi navío no hay espacio para sirenas buenas ni para sus voces ni sus cantos de cristal y arrecifes de coral, ni para su pelo de anémonas teñidas de rojo.
Que no mereces sólo un de todo de corazón ni un completamente, ni un en cuerpo y alma. Y no me obligues a pasarte por la quilla y a darte a los tiburones y a sus mil filas de marfil.
Que me arrojaré por la borda con mi caja de latidos en la mano derecha y mi formol de aliento entre pecho y espalda y ataré nuestras arterias coronarias con un nudo corredizo y las graparé con las neuronas que nos queden, para no pensar y que la memoria sea de pez y todo se olvide para siempre y siempre sea nuevo a cada Tic y que no prestemos atención a los Tacs.
Y que si me hundo en las profundidades abisales que no te arrastre con mi arpón de carcajadas, que te quedes con mis ojos si te sirven para volar más allá del cielo o para flotar en mi océano de dudas o para que te lleven a donde sea que les pidas o para que no pierdas la esperanza y quede algo que no sean tatuajes ni cicatrices para recordar el masoquismo de nuestra soledad.
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