Surgimos del llanto, tal vez por eso hoy tenemos la tristeza reflejada en el rostro. Viviendo en un paraje solitario y caótico, tal vez por eso hoy mis lágrimas sean ásperas. Queríamos comernos el mundo y ahora nos atragantamos con un beso. Soñábamos con volar alto, ahora miramos atrás y nos damos cuenta de que si volamos, volamos en mil pedazos. No sé, parece que pasamos de vivir hasta la muerte a morir mientras vivimos. Y luego, abrigados por una noche que no luce, sin sonrisas que pintarnos el uno al otro, nos damos cuenta de que nuestras raíces no absorben el agua, que fuimos demasiado estúpidos para pensar que las heridas no duelen aunque sean pequeñas, que la sinceridad no escuece si es con buenas intenciones.
Maldita sinceridad, nos agarra del cuello y nos hace fijar la mirada en lo que no nos dimos cuenta. Tal vez por eso yo prefiero no mirar y tú sólo mirar de reojo. Y cerramos los parpados a cal y canto para no ver la parodia de vidas que intentan ser felices, la continua extensión de coches y coches que nos llevan por delante, que nos arrastran en una espiral de derroche y de palabras, en una línea recta llena de cactus y cenizas.
Y mira que siempre quisimos ser jóvenes y al final las arrugas ocuparon el espejo y nos hablaron al oído susurrando descansa y nosotros con los ojos rojos de lágrimas y veneno odiábamos el paso del tiempo, y la manera en la que revolvía una y otra vez las piezas de nuestros puzles y nos hacía volver a empezar de nuevo pero cada vez con menos tiempo. Y ahora miro tu boca sin voz y pienso que quién me va a gritar para no decirme nada, para no hablarme de atascos en carreteras comarcales, para no hablarme de carnavales en Venecia y de cambios de temperatura en esta tierra en llamas.
Llenos de odio, como dos bebes que nacen y les duele el simple roce del aire. Nacemos con dolor, vivimos con dolor, morimos sin saber si fue dolor lo que sentimos. Quién me va a hacer llorar si no eres tú ya el espíritu maldito por el que cambie mis pestañas por limpiaparabrisas y mi forma de ver la vida por un saco de deseos que no se cumplieron. Y qué más da arrojarlo todo al infinito si ya no tengo nada. Qué más dará pensar en la posteridad si no tengo nada que dejarle al mundo, si no tengo palabras en mis cuerdas vocales, si lo que escribo no significa nada, si lo que siento nunca es de verdad.
Y escondido entre la arena por el día me quemo y por la noche me siento mejor, y es que dormido todo parece ir bien. Todo parece ir bien si tus soplidos de viento me dan en el rostro y me despejan de chubascos tormentosos y de dudas, de problemas sin solución y de hipotecas interminables. Y volvemos a correr entre cristales y agujas de tejer, de esas que tejen brazos, y volvemos a tropezar con el mismo amanecer que nos vio prometer que no cambiaríamos nunca. Y si prometer nunca fue nuestro fuerte siempre hubo otros castillos. Rodeados de espino amábamos la luz del sol y el tacto de la hierba, hoy la luz nos recuerda que perdimos la paciencia, y la hierba que nunca se nos dio bien decir la verdad.
Y en mitad de la guerra las minas anti persona callaban y tus cartas no decían una palabra de tu estado emocional, y mis respuestas tan secas como un trago largo de absenta, te describían perfectamente el odio que sentían por mí las trincheras. Y mira que en esos momentos sólo deseaba en atrincherarme en tu cuello y combatir mil enemigos por tus hombros. Ya ves siempre jugábamos a hacernos sufrir, a ver quién era más cobarde. Tan cobardes que leyéndonos la mente nadie se atrevía a decir que pensaba el otro.
Y sin excusas, tragando polvo y cicuta, nos recluíamos en un espacio tiempo de caricias y arañazos, de treguas y de batallas en las profundidades de nuestra epidermis. Y si perdías tú te quitabas la ropa y si perdía yo dormía en el sofá de agujetas y moratones en los ojos. Y ahora, echando la vista para atrás los ojos me dan vueltas, y no logro a entender en qué momento me equivoqué de dirección, en qué segundo me lance al vacío por el agujero sin fondo plagado de errores y de malos argumentos, plagado del continuo pensamiento de qué los gatos nos comprenden y sienten lástima por nosotros. Quién no va a sentir lástima por nosotros si el invierno nos abrazó y no nos soltó, si el insomnio me vistió con una camisa de fuerza que no flaquea.
Ya ves, la vida nunca es tranquila si juegas a las cartas apostándolo todo sin buenas manos, y mis manos sólo son dos y las dos te reclaman pero no cedes. Y pasan los años pero sigo pensando qué nunca fuimos ni muy sabios ni muy tontos, pero si muy ciegos, por eso no supimos ver la cantidad de meteoritos que caían si pronunciábamos en voz alta destino, tú y yo, y para siempre.
1 comentario:
"Maldita sinceridad, nos agarra del cuello y nos hace fijar la mirada en lo que no nos dimos cuenta"
Me encanta ^^
Además, este parece que es más narrativo que otros, no? :P
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