Ellos no tenían nada que hacer, Lucía se había estudiado el papel. Ella no iba a tirar su oportunidad de triunfar en clase por un atajo de memos que casualmente estaban en su clase. No, claro que no. ¡Es que ni por asomo se rajaría! ¿Y dejarles complacidos por su victoria? ¡¡No!!
- Yo.
Lucía se levantó de su asiento decidida y caminó con la cabeza bien alta hacia el escenario. Los murmullos cesaron y todos miraron curiosos a Lucía. Tragó saliva y par de veces y se arrodilló ante Jorge. Lucía llevaba ya 5 años yendo al taller de teatro que había en su escuela. Había interpretado muchísimas obras conocidas, pero siempre con un papel secundario. La profesora la animaba a interpretar a los personajes más importantes, pero ella siempre se había negado debido a su estúpida timidez. Ahora les tocaba interpretar una obra libre, inventada entre todos. Un poco parecida a la de Romeo y Julieta, pero más impactante. Lucía se moría de ganas por participar como personaje protagonista, y ahora era el momento de demostrar a su clase lo que era capaz de hacer ella.
- Muy bien – sonrió la profesora de teatro – Empezamos con la escena VI.
Permaneció arrodillada, mirando al suelo. Esperando con nervios las primeras palabras de Jorge, que iniciarían la obra.
- ¿Pero qué…? – Jorge se agachó y la miró – ¿Estás bien?
“Pues claro que no.”
- Sí, no pasa nada.
Voz. Una voz. Su voz. Y había sonado fuerte y calmada. Lucía frunció el entrecejo para sí misma y se levantó a la vez que Jorge del suelo. Ambos se miraron durante 3 segundos bien contados.
- Perdona, tenía tanta prisa y no miraba por dónde pisaba – dijo Jorge.
- No pasa nada – repitió ella – Estas cosas pasan.
- Tanto da, quiero compensarte por mi estúpida torpeza.
- ¿No tenías prisa?
- Sí pero el tren ya lo he perdido – Jorge la cogió de la mano – Me llamo Enrique, encantado.
- Gloria, mucho gusto – con mucha menos torpeza de la que hubiese imaginado, Lucía hizo una elegante reverencia. Jorge la imitó.
- Pues en ese caso la invito a un café. Los hay muy buenos en el bar de allí – dijo señalando la pared de cartón donde estaba dibujado un cutre edificio pequeño.
- Le sigo.
Todavía cogidos de la mano, comenzaron a caminar a lo tonto por el escenario. Lucía se sentía, en ese momento, ridícula, pero se vio forzada a contenerse e intentó ignorar las risas que se oían a lo lejos.
- Es aquí – Jorge la soltó de la mano y fingió abrir una puerta invisible – Las damas primero – sonrió.
“Qué fácil le resultaba a él todo.” Lucía le devolvió la sonrisa y entró en el bar invisible.
- Muy bien, suficiente – la profesora de teatro se levantó y comenzó a aplaudir. El resto de la clase la acompañó al cabo de unos minutos. Lucía se sonrojó y bajó la mirada, intentando fingir que había encontrado algo interesante en el suelo.
- No es una escena muy larga, pero sí la más esencial. Es la escena donde se conocen los dos protagonistas que harán que la historia de vueltas inesperadas – explicó la profesora – Por tanto tiene que verse reflejado en vuestros ojos el flechazo que sentís nada más ver al otro. Ese impulso, el deseo que tanto os asusta pero que a su vez os da una calidez agradable en el estómago. ¿Me seguís?
Jorge y Lucía asintieron.
- Para mañana quiero que TODOS estudiéis el diálogo de la escena III. Dentro de nada hay que interpretar la obra y vamos muy retrasados.
La clase se levantó de sus asientos y por grupos fueron desapareciendo de la clase. Lucía y Jorge fueron los últimos en salir.
- ¡Lucía! – la profesora corrió hacia ella – Lo has hecho de maravilla, enserio. Solo quiero que para la próxima vez hagas lo que he estado explicando antes.
- Mostrar sentimientos que apenas siento no es fácil.
- No lo es si no tienes experiencia. Tú sí que puedes hacer eso, eres la mejor que tengo de toda la clase. Los demás se lo toman todo a broma, pero tú no. Tú eres capaz de meterte fácilmente en la piel de la protagonista. Y de eso se trata. Actuar es meterte en la piel del otro e interpretarle. Aunque sea alguien que no exista, para ello están los guiones que nos informan de los comportamientos y pensamientos habituales de la persona. No quiero darte una charla aburrida sobre teatro, solo quiero que reveles a todos que vales más de lo que la gente cree. – la profesora sonrió maliciosamente – Has estado engañando a todos desde que viniste aquí, fingiendo ser una chica muy callada, tímida, que se despista con facilidad y que no sabe actuar. Pero a mí no me engañas, yo sé que tú eres abierta cuando quieres, que a pesar de que parezca que no escuchas sí que lo haces. Y sobre todo tú sabes meterte en la piel de cualquiera sin problemas. Has nacido para ser actriz, no dejes que todo esto rompa el valor que llevas dentro.
La profesora la dio dos palmaditas cariñosas en la espalda y se fue. Jorge, que había estado escuchando desde el principio a hurtadillas, se acercó a Lucía y la miró como si fuera la primera vez que la veía.
- Vaya royos suelta la profe cuando quiere ¿eh? – dijo al cabo de un rato de tensión.
Lucía asintió tímidamente.
- He estado escuchando todo lo que ha dicho. – Al ver la cara de Lucía, Jorge sonrió para calmarla – Ha sido todo un poco… raro. No sé si me explico. Es que tú… lo que ha dicho… Bueno, rayos ¿te apetece ir por ahí a merendar algo?
- ¿Qué? – logró soltar por fin – ¿Irnos? ¿Irnos a dónde?
- Pues a un Starbucks, o no, mejor al Vips. Diablos no sé, puedes elegir tú también.
- No tengo dinero – mintió.
- Te invito yo.
Parecía que el chico iba en serio. Lucía se atrevió a mirarle a la cara. No mostraba ningún gesto de desprecio y su sonrisa no era de burla, más bien agradable. ¿Agradable? ¿En qué narices estaba pensando?
- De acuerdo.
Caminaron un buen rato sin rumbo, ojeando bares y restaurantes. Un sitio que fuera acogedor y tuviera cosas ricas para merendar.
- Todo esto es muy raro. Ahora mismo nos parecemos a los protagonistas de la obra que estamos haciendo ¿no crees? Solo faltaría habernos tropezado. – Jorge lanzó una sonora carcajada – Hola, me llamo Jorge.
El chico hizo una torpe reverencia y agarró su mano. Lucía se quería morir ya mismo, toda la gente miraba la divertida escena entre ellos.
- No es el momento de hacer esto.
- Pero si en realidad lo disfrutas. Lo sé porque las palabras de la profesora me han convencido. – Jorge la soltó – A mí no me pareces una pardilla y tampoco eres tan tímida en el fondo. Solo actúas como tal. Te gusta demasiado actuar que no puedes contenerte y no eres quien eres de verdad.
- ¡Yo sé perfectamente quién soy, gracias! – chilló.
- ¿Lo ves? Una tía tímida no gritaría así de repente.
- Oh, cállate ya, coño.
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