domingo, 14 de febrero de 2010

Espero

Simplemente espero, espero y me pierdo. Me pierdo permaneciendo inmóvil, simplemente apoyado en la fría barandilla de una boca de metro cuyo nombre he olvidado y no me importa, y que soy incapaz de ver a través del ala de mi sombrero y de la sombra del pelo que me cae sobre los ojos. Me pierdo inmóvil, sordo del mundo y dejando que la música de mis auriculares se vierta dentro de mí, haciéndome repiquetear la batería contra el asfalto.

Espero y observo, observo sus caras , sus maletas, la mugre que cubre sus zapatos de cuero, el color de sus pendientes y las rozaduras de sus pantalones. Los congelo, uno a uno, en cada uno de sus pasos hacia la superficie, atrapo las arrugas de sus ojos al cerrarse contra el viento y guardo las formas que los objetos de sus bolsillos graban contra la tela vaquera.

Conservo cada instante en el formol de mi memoria y levanto el frasco de vidrio ante mis ojos y aprecio el más mínimo detalle de cada segundo encarcelado, desgarrado de la tela del continuo espacio-tiempo.

Masco tranquilamente mi chicle, como una parte más de mí, al son de la respiración y del circular de la sangre por mis venas. Hago una pompa , miran, la reviento, bajan la cabeza como niños avergonzados por algo que no entienden.

Ato las sogas de mis retinas en todos ellos y hago correr el nudo, su pulso se acelera y tiemblan sus manos. No se atreven a liberarse, creen estar locos por sentir esa presión en la nuca, por sentirse atrapados por la nada. Pero nerviosos, de forma impulsiva , se atreven a alzar la vista en busca de su agresor. Pero no ven más allá de mis oscuras pupilas, donde ven sus tristes reflejos que les aterran ; y como si les giraran la cara de un manotazo cierran los párpados en un espasmo, siguiendo su camino, sin querer mostrar como huyen, ocultando sus vertiginosos pasos de miedo: un miedo de dos escalones, medio segundo y un choque en cadena contra el mundo exterior.

Simplemente espero, espero inmóvil, repiqueteando el ritmo de la batería contra el asfalto, que me ensordece de dentro hacia afuera. Tan solo la música, el chicle, mi respiración y la sangre de ida y vuelta en una carretera sin carteles ni límite de velocidad, donde se pisa el acelerador hasta la muerte por el mero placer de la vida.

Espero y observo, observo las formas de sus cráneos , el brillo de las hebillas en sus cinturones.
Leo las pegatinas de su equipajes, que hablan del lugar del que proceden y de sus destinos y de los sueños sobre lugares a los que desearían ir o por los cuáles matarían con tal de no volver. Intento adivinar qué instrumentos guardan esas extrañas cajas o qué marca de ropa interior contiene esa camisa o si fueron las lágrimas o las prisas frente al espejo las que hicieron correrse ese maquillaje.

Con una sonrisa a contraluz hago descender de nuevo la horca a mi particular patíbulo, tan solo por el placer que el espectáculo de sus expresiones me ofrece...Pero entonces ocurre:

Ella me mira con descaro en vez de miedo, con una sonrisa de lobo iluminada por la luna y que aulla al griterío con el que una mirada de uno de su especie hace quebrarse la noche. El reflejo de una mirada sobre la otra forma el infinito, el hilo que da cuerda al reloj se enreda en una maraña de segundos, horas y minutos y como unas zapatillas viejas atadas por los cordones somos lanzados al vacío exterior, quedando colgados de un mismo cable que nos tiende la vía láctea en una oscura calle del Bronx pintada de graffitis y agujeros de bala.

Pero sus párpados se cierran en un bostezo a la inversa y sus pasos siguen su camino con el esfuerzo con el que se atraviesa un mar de tela de araña y huye ocultando sus vertiginosos pasos de miedo, de miedo al amor : un amor de dos escalones, medio segundo y siete vueltas de campana en una autopista sin límite de velocidad ni carteles, en la que durante medio segundo parece que todos han decidido parar a repostar pero que ni siquiera se han acordado del pedal de freno ni de los retrovisores que dejaron tirados hace ya tiempo en la cuneta.

4 comentarios:

Pura dijo...

Estupendo el ritmo del relato.
Atención a la ortografía: reviento, hebilla. Corríjelas, que desmerecen el escrito.

Daniel Rosselló Rubio dijo...

oído cocina

Wiz dijo...

"Pero sus párpados se cierran en un bostezo a la inversa y sus pasos siguen su camino con el esfuerzo con el que se atraviesa un mar de tela de araña"
¿No estarás todas las mañanas viéndome en el Metro? xD

Genial, como siempre, Rosselló ;-)

Daniel Rosselló Rubio dijo...

yo estoy ahi siempre, en todas partes (bwajajajajajXD)