Yo solo veía oscuridad. Todo se habia difuminado lentamente hasta que no se pudo distinguir nada. En un segundo después me encontraba en la calle. En la otra acera estaba ella. Con la mirada perdida, como tantas otras veces la había observado desde la distancia. Sus inexpresivos ojos oscuros. Su pelo negro ondeando al viento. No lo pude resistir. Eché a correr hacia ella. Estando en mitad del paso de cebra me paré y mire a la derecha. una luz me cegó y me intenté proteger con las manos. La negrura me envolvió. Cuando desperté, seguía en mi habitación, escuchando música. ¿Me había dormido? Quizás ... era muy tarde. Pero seguía intranquilo. Necesitaba verla. Solamente un instante. Me asome a la ventana y miré las del piso de enfrente. 1º, 2º, 3º ... 4º piso izquierda. Allí estaba, estudiando mientras torpemente intentaba hacerse un moño. No habíamos cruzado una palabra y ya la consideraba perfecta. Cuando volvía siempre observaba lo que hacía. A veces se apoyaba en el alfeizar y hablaba por teléfono, o leía un libro. Otras estudiaba o comía algo mientras escuchaba música. Me encantaba oirla cantar. Su voz dulce llenaba de vida la monótona y triste urbanización. Lo malo era que yo la conocía, pero ella a mí no. Cuando nos cruzabamos deciamos el típico "hola" y "adios". Ni una sola palabra más. Sin embargo, yo era incapaz de olvidarla.
Unos 2 meses despues de mi extraño sueño, ella dejó de aparecer en su ventana. Sus luces no se volvieron a encender. A la semana de este inusual suceso, un cartel de "Se Vende" adornaba el alfeizar de su ventana. Me rompió el corazón. Durante el mes siguiente seguí observando de manera que rozaba la obsesión por si aparecía de nuevo. Un esfuerzo inutil, ya que no volvería nunca más.
Pasaron los meses y no conseguía olvidarla. Su sonrisa. Su mirada. Era mi cruz particular, ya que se había ido con algo más que el equipaje. Y lo peor era que en todos los años que habíamos vivido como vecinos no me había atrevido a hablarla.
Sin embargo, un día mientras caminaba por la calle la ví. Con la mirada perdida, como tantas otras veces que la había observado desde la distancia. Sus inexpresivos ojos oscuros. Su pelo negro ondeando al viento. No lo pude resistir. Eché a correr hacia ella. En mitad del paso de cebra recordé mi sueño. Me paré. Miré hacia la derecha. La luz me cegó. Pero esta vez no me protegí.
3 comentarios:
¡¡¡Siento mucho la tardanza!!!
Ya sabes el refrán, Marta: "Nunca es tarde si la dicha es buena"
Al releerlo otra vez, confirmo mi opinión. Me parece estupendo.
es genial!! me encanta la idea de la serpiente que se muerde la cola(metaforicamente hablando XD)^^
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