lunes, 14 de noviembre de 2011

Famosos comienzos

Los siguientes autores nos prestan el comienzo de sus obras para que hagamos con uno de ellos lo que nos apetezca: lo podemos usar como inicio de nuestro CORTO relato, incluirlo en la mitad, o al final, como cierre original. El caso es que nos sirva de inspiración. Eso sí, no podemos tocar nada de su redacción, ni una coma; tiene que aparecer tal cual está en nuestro escrito.

Leedlos bien para elegir bien. Todos son altamente sugerentes.

Yo, señor, no soy malo, aunque me faltarían motivos para serlo. Los mismos cueros tenemos todos los mortales al nacer y sin embargo, cuando vamos creciendo, el destino se complace en variarnos como si fuésemos de cera y en destinarnos por sendas diferentes al mismo fin: la muerte. Hay hombres a quienes se les ordena marchar por el camino de las flores, y hombres a quienes se les manda por el camino de los cardos y de las chumberas. Aquellos gozan de un mirar sereno y al aroma de su felicidad sonríen con la cara del inocente; estos otros sufren del sol violento de la llanura y arrugan el cipo como las alimañas por defenderse. Hay mucha diferencia entre adornarse las carnes con arrebol y colonia, y hacerlo con tatuajes que después nadie ha de borrar ya.

Camilo José Cela. La familia de Pascual Duarte

Hay veces en que lo normal pasa a extraordinario así por las buenas y lo notamos sin saber cómo. De entre la sucesión no contabilizada de gestos, movimientos y vislumbres que van engrosando la masa amorfa de lo cotidiano, se separa de los demás uno de ellos, aparentemente insignificante, y salta como la nota discorde de un pentagrama, se queda resonando por el aire con zumbido de moscardón, qué pasa, ha habido una avería o esto significa el comienzo de algo nuevo, nos miramos las manos, las rodillas, qué es lo que se ha transformado, hacia dónde enfocar la atención, no sé…


Carmen Martín Gaite. Lo raro es vivir.


Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de 20 casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo.

Gabriel García Márquez. Cien años de soledad.

Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos paladar abajo hasta apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo. Li. Ta. Era Lo, sencillamente Lo, por la mañana, un metro cuarenta y ocho de estatura con pies descalzos. Era Lola con pantalones. Era Dolly en la escuela. Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos era siempre Lolita.

Vladimir Nabokov. Lolita.

Bastará decir que soy Juan Pablo Castel, el pintor que mató a María Iribarne; supongo que el proceso está en el recuerdo de todos y que no se necesitan mayores explicaciones sobre mi persona.

Aunque ni el diablo sabe qué es lo que ha de recordar la gente ni por qué. En realidad, siempre he pensado que no hay memoria colectiva, lo que quizá sea una forma de defensa de la especie humana.

Ernesto Sábato. El túnel.

3 comentarios:

Daniel Rosselló Rubio dijo...

Voy a probar con mi querido Márquez y lo subo :)

Pura dijo...

OK! Seguro que te hace buena compañía.

Sara dijo...

Pura!!! me encanta esta propuesta! además todos los comienzos como tú has dicho son muy sugerentes =)Me hubiera gustado hacer este ejercicio: tiene pinta de ser muy interesante... ^^

No me extraña que hayan salido cosas tan guays!!