Yo escribía lo
que discurría, como un océano precipitándose en un vaso. La vida surcaba sus
propios mares y yo mojaba mi pluma en ellos. Tú escribías mis ojos, decías que todos nuestros recuerdos se
encontraban en mis pupilas, ellas habían visto el cielo que dibujaste con
nuestras sombras, creando alas sobre el suelo. Él escribía lo que podía haber sido, lo que sería nuestra historia
si yo hubiera cruzado esa puerta al otro lado. Allí no estarías tú, sería otra página,
otra ráfaga de aire, otro viaje alrededor de nuestro propio eje. Ella escribía lo que podía haber sido,
lo que sería vuestra historia si tu no hubieras cruzado aquel puente, si el
viento no te hubiera arrullado hasta la orilla, si las palabras se hubieran
caído de la pagina... Nosotros escribíamos un relato
completo, una novela sobre una balda, que coge polvo y se hace vieja, una
novela con las esquinas marcadas y los capítulos subrayados. Una vida entera. Vosotros escribíais cómo nos conocimos,
cruzando a lados opuestos del río del mundo, y encontrándonos donde mueren
todos los deltas. Y ellos escribían
que al final de todos los epílogos, el vaso siempre se volcaba, con la tinta
vadeando las páginas, hasta mojarte la punta de esos dedos de seda.
1 comentario:
...Y yo una vez no puedo decir más que me encanta, Carlota.
Publicar un comentario