jueves, 27 de mayo de 2010

Testamento de miércoles

No sé qué día es, tal vez sea miércoles, pero atrapado entre corrientes de aire y sacos de huesos, inmóvil, sólo puedo dejar mi testamento.

Lego atardeceres que no he visto, y viajes a la Luna sin retorno. Visitas a panales de abejas que nos saben hacer miel. Le dejo al mundo un espacio en blanco a prueba de manchas de sangre y problemas. Lego semillas de caos divertido para plantar en los velatorios, para sembrar el pánico en los bautizos. Lego suspiros, lego mi mirada ronca y mi voz ciega. Lego espejos que no se reflejan y reflejos que confunde. Lego misterio en las calles y pasión en los balcones. Lego agua helada que evita el hipo y fuego que frena la tos. Le lego al mundo los días de vacaciones que yo ya no necesito. Le lego mil brujas y mil escobas voladoras, le lego aspiradoras que aspiran el mal humor.

Le lego a la Muerte un libro de recetas de cocina, una máscara llena de vida, un pálpito y una corazonada. Le lego a la Vida una pizca de confusión, aceite y sal, guantes de boxeo, un desfibrilador.

Lego piezas de lego que no encajan con las demás piezas. Lego una tetera japonesa harta de beber té. Lego mis nervios y neuronas porque es bueno reciclar. Le lego a todo el que lo quiera una tormenta de verano que no acaba y maúlla, caracoles veloces como el viento, resultados imprevistos, paraísos fugaces. Le lego a todo el que lo quiera consejos para vivir la vida del revés, tréboles de tres hojas que no dan suerte pero si una buena apariencia.

Le lego al Hambre bombas de racimo, zapatillas que se comieron sus cordones y ahora tienen nudos en la garganta. Le lego a la Sed agua oxigenada, mercurio de termómetros, lágrimas de metal de las que cuesta tanto llorar que no vale la pena, un juego de vasos de papel de periódico.

Le lego a lo que fui un mapa y una brújula, una sarta de mentiras, una llamada perdida, un tren
que espera más de lo debido. Le lego a lo que ya no podré ser una espada y un escudo, una princesa, un dragón y su castillo. Les lego a los ratones de mi casa unas fauces voraces, un castillo de queso, una huida fácil.

Le lego legañas al Sueño y una boca que escupe monedas a las fuentes de los deseos. Le lego a mi sofá cien años de descanso y a mi cama suficientes horas de sueño.

Les lego a mis hijos fotografías medio quemadas que, en blanco y negro, recuerdan tiempos siempre felices y antepasados que nunca pasarán de moda. Les lego a mis hijos una caja que no se puede abrir donde guardo telas de araña, marcas de carmín en las mejillas, cuadros que rompí en mis enfados, gritos de dolor, bromas exactas, chimeneas que no se cansan de fumar. A mis hijos les lego razones por las que seguir con las pilas cargadas y con peso en la espalda, tres tristes tigres que no rugen y a los que no hay que temer.

Y por último le lego a los puntos suspensivos más puntos suspensivos, un coctel, una goma de borrar que lo emborrona todo de tinta y un punto y final.

1 comentario:

Pura dijo...

Precioso, Mario, precioso. ya te lo dije ayer.