¿Que sería el mundo sin olfato? Ese sentido al cual no le damos demasiada importancia nunca, el que menos nos importaría perder. El olfato, como si fuera un actor secundario en nuestra personalidad si esta fuese una película o una obra de teatro, siempre en un segundo plano, discreto pero imprescindible. El olfato nos acompaña desde que existimos. Nos acompaña a todas partes, y muy pocas personas lo han convertido en uno de sus mejores amigos.
Un día me levanté a eso de las 9 de la mañana en un domingo. Lo que parecía un día normal a los primeros cinco minutos de la jornada, fue absolutamente lo contrario para el resto de nuestras vidas. El ser humano había perdido por completo su capacidad olfativa.
Me di cuenta cuando empecé a hacer el desayuno. Cuando puse a calentar la sartén para hacer las tortitas, y a disponer todos los ingredientes en la encimera, siempre embriagaba el ambiente un olor a café y mermelada.
Al principio pensé que estaba resfriado, pero no podía ser, porque podía respirar perfectamente. Tampoco le di mucha importancia, pero ahora, 60 años después sin disponer de ese sentido, siento que me he perdido una quinta parte de mi vida.
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