No es, en realidad, algo que perdí, a no ser que quieras verlo de esa manera, es algo que regalé, doné… a mi primo pequeño de cinco años. Estas Navidades, en concreto el día de reyes, vinieron a mi casa a tomar el chocolate y el roscón mis dos primas, mi primo, mis tíos, y mis abuelos. Esa mañana habíamos estado haciendo recopilación de disfraces pequeños para dárselos. Entre ellos estaba mi disfraz del Zorro. Me lo regalaron cuando tenía seis años, también por reyes, el año que se estrenó la Leyenda del Zorro. Creo que esa película es mi favorita de todas. El día que fui a verlo, mi nuevo amor platónico fue Antonio Banderas. Si, si, es viejo. Bueno el caso. Mi parte favorita de ese disfraz era el sombrero. No era nada fiel al sombrero real, pero me encantaba, y me encanta. Bueno, el sombrero negro y con una gran zeta blanca, lo tenía colgado en el flexo de mi cuarto, y, como había estado conmigo durante gran parte de mi infancia, cuando estaba triste, me lo ponía. Eso me hacía sentir más fuerte… me hacía sentir que era como la mujer del Zorro o algo así… Era una sensación difícil de definir.
Hace ya 12 días que mi objeto favorito de todos, ya no está conmigo. Le regalé mi sombrero del Zorro junto con el resto de mi disfraz, a mi primo Miguel. Me siento muy orgullosa de mi fuerza de voluntad. Parecerá infantil y todo lo que queráis, pero algo que te ha acompañado toda la infancia, y al que tenías mucho cariño, sea un peluche, un reloj, o, en mi caso, un sombrero del Zorro cutre del chino, se lleva parte de ti cuando lo pierdes o como hice yo, lo regalas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario